La despoblación sigue marcando el ritmo en buena parte de la provincia de Albacete. Los datos del INE comparando 2004 y 2024 muestran una tendencia clara, y es que mientras unos pocos municipios crecen, muchos pueblos rurales continúan perdiendo habitantes de forma constante. El resultado es un mapa provincial cada vez más desequilibrado.
El caso más contundente es Yeste, que ha perdido 1.158 vecinos desde 2004. Es la mayor caída de toda la provincia. En veinte años, el municipio ha pasado de 3.667 habitantes a 2.509, una cifra que refleja el envejecimiento de la población, la falta de relevo generacional y la dificultad para fijar nuevos residentes en una zona geográficamente dispersa y con servicios cada vez más limitados.
A cierta distancia, pero igualmente con descensos muy notables, aparece Munera, que ha perdido 602 habitantes. Pese a ser un municipio grande dentro del ámbito rural, no ha conseguido frenar la salida de población joven ni compensarla con nuevos residentes.
La situación es parecida en Ossa de Montiel, donde la población ha caído en 579 personas. Aunque su entorno natural -muy próximo a las Lagunas de Ruidera- lo convierte en un destino turístico conocido, ese atractivo no ha logrado traducirse en estabilidad demográfica.
Otros municipios con pérdidas
El descenso continúa en un buen número de pueblos, algunos de ellos de tamaño medio, como El Bonillo (-569 habitantes), Ontur (-528), Liétor (-514) y Nerpio (-513), localidades alejadas de los grandes ejes de comunicación, con economías basadas en el sector primario y una población cada vez más envejecida.
A ellos se suman otros municipios que también pierden población de forma considerable, como Bogarra, Alcaraz, Almansa, Lezuza o Molinicos, todos con caídas que rondan o superan los 400 habitantes.
Una provincia a dos velocidades
Mientras los municipios medianos y próximos a la capital ganan población, el interior rural se sigue vaciando. Y ese desequilibrio no solo afecta al número de vecinos, sino que tiene consecuencias directas en la disponibilidad de servicios, la actividad económica y la capacidad de mantener la vida cotidiana en muchos pueblos.
La fotografía que dejan los datos del INE no es solo una estadística. Es una advertencia sobre el futuro de amplias zonas de la provincia, donde mantener la población es, cada año que pasa, un reto mayor.

