En pleno corazón de la Sierra del Segura, al sur de la provincia de Albacete, se encuentra uno de los enclaves más singulares de Castilla-La Mancha y de España. Situado en un profundo desfiladero, su ubicación le ha hecho ganarse el apodo de ‘la Suiza manchega’.
Se trata de Ayna, un municipio muy parecido a la zona de los Alpes. Asentado en una ladera, sus calles empinadas y sus viviendas escalonadas se integran de forma natural en el paisaje.
Desde miradores como el del Diablo o el del Infierno, se consiguen vistas privilegiadas del cañón del río Mundo y de saltos de agua como la Cascada de la Toba, uno de los recursos naturales más emblemáticos de la zona.
Pinturas rupestres
Ayna también alberga un gran patrimonio histórico. En los alrededores, la conocida Cueva del Niño conserva pinturas rupestres con más de 10.000 años de antigüedad. Esconde dos salas con representaciones del Paleolítico Superior, de las más antiguas de la provincia, y la entrada muestra el arte levantino del Neolítico.
Por su parte, la Cueva de los Moros permite observar los últimos restos del Castillo de la Yedra, fortaleza de origen islámico construida en el siglo X.
Escenario de cine
La localidad saltó a la fama en 1988 al convertirse en uno de los escenarios principales de la película Amanece que no es poco, dirigida por José Luis Cuerda. Su calles y paisajes fueron parte del universo cinematográfico del cineasta, que dejó una huella profunda en el municipio.
Actualmente, Ayna cuenta con un centro de interpretación dedicado a la película, que ofrece un recorrido interactivo por su rodaje y su legado.
Además, el pueblo forma parte de la ruta temática Amanece que no es poco, junto a las localidades de Liétor y Molinicos, que también participaron en la grabación. Un itinerario que combina cine, cultura y turismo rural.