La Institución del Sagrado Corazón de Jesús, más conocido como Cotolengo en Albacete, forma parte de la historia viva de la ciudad. Desde su apertura en el año 1964 hasta la actualidad, siempre ha estado lleno de manos voluntarias y altruistas, dispuestas a colaborar con las personas que más lo necesitaban en la ciudad. Además, esta institución ha sido para muchos vecinos de la ciudad, casa, hogar y familia.
Es el caso de Pepe Pedrosa, quien conoció a la Institución del Sagrado Corazón de Jesús cuando solamente tenía 10 años. Desde entonces, no se ha separado nunca de lo que considera su casa, y en la actualidad, a sus 71 años, se encarga de las labores de mantenimiento del Cotolengo. Como cada día, Pepe se desplaza hasta este espacio para echar una mano en lo que sea necesario y colaborar en lo posible.
La historia de Pepe Pedrosa en esta institución albaceteña empezó en el año 1966, cuando el joven se trasladó desde “mi pueblo de Córdoba para operarme de una pierna en Albacete”, tal y como recuerda Pedrosa, que añade que “finalmente me quedé aquí, estudié y más tarde me casé y construí mi familia”. Cuando llegó al Cotolengo, Pepe “era un niño, tenía 10 años”, como explica a El Digital de Albacete. Desde aquel día, hizo de esta casa su hogar, y su familia de las personas que vivían y cuidaban de ella. Más de seis décadas después, Pedrosa no falla ni un día a su cita diaria, y acude cada tarde para realizar las labores de mantenimiento de la casa.
Pepe Pedrosa creció en el Cotolengo, y desde entonces acude cada tarde a la casa
A su llegada a Albacete, “sentí tanto calor en la ciudad que decidí quedarme”, explica Pepe Pedrosa, y manifiesta que “entré de niño y viví allí hasta que me casé”. Además, explica que “había un grupo muy grande de personas, éramos una familia y nos lo pasábamos muy bien”.
Toda una vida ligada al Cotolengo, que ha sido hogar para este hombre, que lleva prácticamente toda la vida residiendo en Albacete. “Me acuerdo que llegué en 1966 y solo 15 días antes entró la Hermana María, quien fue la Superiora de la casa durante más de cuatro décadas”, apunta Pedrosa, que explica que “para mí, y para muchas más personas, fue como una madre”.
De aquella época, Pepe Pedrosa se llevó muchas amistades, y es que el Cotolengo “siempre ha estado lleno de vida y de voluntarios”, recuerda, y añade que “cuando el servicio social era obligatorio para las mujeres, venían a darnos clase de repaso. La verdad que no era buen estudiante pero siempre se portaban muy bien y nos ayudaban”.
Pedrosa se dedica a las labores de mantenimiento del Cotolengo de Albacete
Desde sus inicios en la década de los 60, por el Cotolengo han pasado muchas personas, y han sido cientos los voluntarios que han colaborado, y continúan llenando de vida la casa, donde también han sido atendidas multitud de personas. “No sabría decir cuántas personas han pasado por allí, desde el más pobre el más rico”, manifiesta Pedrosa, que añade que “siempre ha habido muchísimos voluntarios que han colaborado de una manera o de otra”. Y es que este cordobés de nacimiento, pero albaceteño de adopción, pone de relieve que “el Cotolengo en Albacete es una institución que está muy arraigada y a la que se le tiene mucho aprecio en la ciudad”.
La historia de Pepe Pedrosa y la de la Institución del Sagrado Corazón de Albacete no se entienden una sin la otra, puesto que Pedrosa ha estado ligado durante toda su vida a él, desde que apenas tenía 10 años. Lo cierto es que la vida ha cambiado desde entonces, y la institución también lo ha hecho. “Ha evolucionado mucho”, subraya el ayudante de mantenimiento, que explica que “las cosas han cambiado y hay recursos. Con el comedor social hemos avanzado mucho, antes eran unos bancos en la calle”. Además, señala que “teníamos una gran huerta donde plantábamos y sembrábamos de todo. Había hasta una vaca, que la ordeñábamos dos veces al día y sacábamos un cubo de leche por la mañana y otro por la noche”, y apunta que “en mi caso, también me encargaba de cazar los conejos y prepararlos el sábado, para el arroz del domingo”.
Cuando Pepe Pedrosa se casó, dejó atrás el Cotolengo, aunque realmente nunca lo ha dejado del todo, y recuerda entre risas que “los primeros días me iba para allá en vez de mi casa. El Cotolengo era mi casa y la costumbre me podía”. Además, apunta que “mis hijos también han conocido la institución, a las monjas y a mucha gente”, y añade que “la Hermana María y la Hermana Mari Ángeles siempre los han querido mucho y se los llevaban al cine o a hacer algunos recados”. “Eran y son mi familia, y por eso sigo yendo cada día allí”, asegura a El Digital de Albacete.
Desde 1966, cuando Pepe Pedrosa llegó por primera vez al Cotolengo, tras someterse a una intervención quirúrgica, este se convirtió su casa. Después de más de 6 décadas, a sus 71 años, Pedrosa regresa cada día para seguir colaborando activamente con la institución como ha hecho siempre. Esta misma tarde, como cada una desde hace muchos años, Pepe llegará al Cotolengo, muchos años después de que lo hiciese aquel niño de 10 años, para continuar aportando su granito de arena a esta gran familia.
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