PSOE y Ganemos piden una placa en el Cementerio de Albacete en recuerdo de los fusilados durante la dictadura de Franco

/Sandra Manzanares/ Fotos: Víctor Fernández/

Agustín González, Pedro Molina o Virgilio Martínez son solo tres de los 750 nombres que corresponden a las personas fusiladas en las tapias del Cementerio de Albacete durante la dictadura de Franco, concretamente en el periodo comprendido entre 1939 y 1948. Víctimas “olvidadas” a las que los Grupos Municipales Socialista y Ganemos quieren rendir homenaje recogiendo la iniciativa de la ‘Asociación Fosa de Alcaraz’ y el ‘Grupo de Amigos Antonio Machado’.

A modo de moción conjunta llegará la petición de un placa en recuerdo de las 750 personas fusiladas en las tapias del Cementerio de Albacete durante la dictadura, donde todavía se pueden apreciar los impactos de las balas, aunque muchos piensen que son “meros desconchones”. Precisamente por ello, para que la sociedad tome conciencia y conozca la realidad de una historia no muy lejana, decía el edil socialista Manuel Martínez, ambos grupos propondrán la instalación de esta placa. Y es que, “la memoria  es la mejor manera de evitar la repetición de la historia”, decía.

‘A los que amaron la paz’ será el título de este elemento cuyo texto será el siguiente: “En este monumento a los que amaron la paz queremos recordar a las 750 víctimas de la represión franquista fusiladas en esta tapia del Cementerio entre los años 1939-1948. Su recuerdo reafirma los ideales por los que murieron: libertad, igualdad y fraternidad”, leía la concejal de Ganemos, Victoria Delicado, recordando que centenares de personas fueron ejecutadas, y enterradas en fosas comunes, a consecuencia de sentencias de tribunales “ilegítimos”, que negaban un juicio justo y perseguían a las personas por motivos políticos, ideológicos o religiosos, como indica la Ley de Memoria Histórica. Cabe destacar que el emplazamiento del monumento será el mismo muro del Cementerio en el que estas personas fueron asesinadas.

Heridas abiertas

“Hay voces que dicen que estamos abriendo viejas heridas, no las abrimos porque jamás se cerraron. Jamás la parte que fue la vencida en la Guerra Civil y sufrió toda la represión del franquismo fue resarcida en ninguna medida, tampoco después y ese es un elemento que debemos retomar con mucha fuerza”, decía Pedro Bolívar en representación de los colectivos que promueven esta iniciativa, añadiendo que la instalación de esta placa “contribuirá” a conocer nuestras raíces.

En la Transición “primó el no remover, quedando olvidadas prácticas represivas que habían causado dolor e injusticias a los perdedores de la Guerra”, decía Delicado, a lo que Bolívar añadía que en este periodo, que “no fue modélico”, hubo 600 muertos por motivos políticos, indicando así que el franquismo “fue un régimen represor sobre el que no podemos asentar ningún proyecto democrático”, haciendo constar la “gran falsedad que se nos quiere colar dentro del proceso de transición del país”, sostenía.

Sin duda, Anastasia Tsackos, hija de brigadista griego, simboliza una de esas heridas abiertas de la dictadura franquista. Nació en un campo de refugiados, no conoció a su padre, y su madre murió apenas cinco años después. Anastasia sabe lo que es sufrir las consecuencias de aquel periodo “virulento” de la historia de España, y reivindica que el resto de la sociedad albaceteña también sea partícipe de ello, pues “conocer los nombres de los que murieron es un derecho, y reivindicar que murieron por la Democracia es un derecho y un deber”, sostenía, apelando a la “responsabilidad de quienes representan a tanta gente que ya no está”, y así, contribuir a que estas situaciones “nunca más vuelvan a ocurrir”, incidía.

Citando una reflexión del escritor y premio Nobel de Literatura, José Saramago, en la que aseguraba que “somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que tenemos, sin memoria no existiríamos y sin responsabilidad quizás, no deberíamos existir”; Tsackos recordaba que, tras la Guerra Civil, continuaron los asesinatos “de forma cruel y sanguinaria”, perpetrados por ideales, algo que “no se debería consentir”, y que ya es tarde para evitar, pero no para recordar.