/ Llanos Esmeralda García /
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“Nos besamos, y el dueño del establecimiento se acercó y nos dijo que teníamos que irnos, le pregunté por qué y me dijo que no quería gente así en su local; cuando había otra pareja heterosexual al lado nuestro haciendo lo mismo pero a ellos nos les dijo nada», Sara
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«Me llamaban maricón, era un poquito amanerado y enseguida se metían conmigo”, Juanjo
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«Con una educación adecuada no me hubiera llegado a sentir que era un monstruo y que me pegaban con razón», Álvaro
El compromiso de la sociedad de hoy comienza por trabajar hacia una más igualitaria, encaminada a la sensibilización de todos y cada uno de los sectores desde la información y la formación para que todas las personas puedan vivir en sintonía dependiendo de cuál sea su orientación sexual. La teoría es clara pero la práctica es la clave, para ello es necesario tener una visibilidad real de las diferentes opciones sexuales y potenciar el derecho a la libertad de elección.
“Somos transexuales, gays, lesbianas, bisexuales, heterosexuales… Somos un abanico de diversidad que lucha por la igualdad en Albacete y contra el odio. Necesitamos confirmar todas las condiciones y luchar por la igualdad”, así nacía en la ciudad, hace apenas un año, el colectivo Abanico integrado por una ejecutiva de seis albaceteños de entre 20 y 26 años a raíz, “de la necesidad y de los problemas que padecen lesbianas, gays, transexuales o bisexuales”, explica su presidente, Álvaro Cuenca, y que además cuentan con un apoyo de profesionales de diversos ámbitos. Abanico es igual a diversidad sexual, “cada uno somos diferentes y por ello hay que educar en la diversidad, de ahí radica la importancia para no sentirnos diferentes”, matiza Cuenca.
Un proyecto que nace de la inquietud de este joven albaceteño junto a su compañero Carlos, “siempre hablamos que en Albacete necesitamos una entidad que luche por la igualdad en los derechos sexuales, por la diversidad”, por ello insiste en que “sirve para ayudar y para apoyar a todas las personas que lo han tenido difícil”.
Y es que incide Cuenca en que las cifras les avalan para potenciar esta asociación, “últimamente hay más casos de homofobia y de agresiones, en Madrid por ejemplo se han producido 64 agresiones físicas de las cuales sólo 14 se han denunciado, y esto ha ocurrido en una ciudad donde existen muchas asociaciones que se dedican a apoyarnos. Datos de Albacete todavía no tenemos pero en breve haremos encuestas y estudios, la antigua asociación que había en Albacete contaba con más de 200 socios”.
Abanico está en fase de proyecto, con la documentación pertinente para constituirse como asociación, “falta el paso de presentarla, firmarla y entregarla”, matiza Cuenca y aunque todavía no cuentan con un espacio físico una vez constituida “podremos articularnos con el Ayuntamiento, o presentar proyectos, igualmente estamos en contacto con Asexórate. Así, realizaremos un taller de diversidad sexual donde vamos a presentar el proyecto Abanico, el 20 de mayo en el Centro Sociocultural La Casa Vieja”. Animan así a que la sociedad de Albacete participe con ellos porque «queremos dar un giro a cómo se conformaban las asociaciones de este tipo en Albacete, en tanto a que no es exclusivo solo a este sector de la población sino con la que luchemos por los derechos y la dignidad de todas las personas”. Así apuestan por tener un contacto con los distintos partidos políticos y asociaciones que luchen por la igualdad, sin olvidarse de las dobles discriminaciones como “ser gitano, mujer o discapacitado y homosexual”. Un colectivo que abre sus puertas a todo el mundo, desde su página de Facebook o twitter colectivoabanico apuesta por esta acción social sobre la concienciación en la ciudad.
Casos
La realidad a veces supera la ficción, y teniendo presente que el próximo 17 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, El Digital de Albacete ha podido conocer el caso de tres jóvenes albaceteños que han sabido mostrar al mundo que todos somos iguales, independientemente del día de la semana o del mes en el que se viva, y sobre todo, de la persona a la que se ame. Álvaro Cuenca no sólo cuenta en su persona con ser el presidente del colectivo Abanico, sino que detrás de él hay una historia con la que asegura pretende sirva para que otros puedan afrontar una situación parecida a la suya con la que obviar lo que la sociedad impone.

“En el colegio siempre me solía juntar con chicas, jugaba con sus juegos, con la goma, la comba…y por ello he tenido que sufrir acoso, simplemente por juntarme con las chicas”, detalla Cuenca, “sólo por eso ya era el mariquita, el maricón. Incluso durante un curso entero, 6º de Primaria, tuve el apelativo de “la Susi” por parte de tres o cuatro compañeros que se dirigían a mi así. Esa época no fue fácil”. Con el paso de los años, ya en 2º de la ESO “decidí cambiarme al instituto porque ya no podía estar más y todo cambió, fue entonces cuando comencé a descubrir mi orientación sexual. De alguna manera todo lo que traía del colegio me repercutía en mi día a día” porque este joven pensaba que “si en el colegio me pegaban, de mayor me iban a poder hacer cosas todavía peores”. “Con una educación adecuada no me hubiera llegado a sentir que era un monstruo y que me pegaban con razón, hubiera encontrado mi lugar y no hubiera visto diferente los chicos y chicas. Por ello es super importante educar en la diversidad, porque todos somos diferentes”.
El paso al instituto le hizo salir del entorno que conocía, “conocer a otras personas con otros intereses y pensamientos te abre mucho más. Me enamoré de un chico y me abrí a lo que realmente me gustaba y quería, empecé una relación con él, en ese momento fue cuando pude decir: Yo soy como soy. No soy un monstruo, no me merezco que me peguen, soy una persona más que tiene unos sentimientos y ya está”. Cuenca insiste en que fue un proceso complicado por lo que traía de fondo, “porque había sufrido acoso en el colegio, te enseñan que ser así no es algo normal, y que está penado socialmente. En el colegio hablaban con la clase pero no en relación a la homosexualidad sino en relación a no insultar, era un colegio muy conflictivo y se sumaba a que yo no decía lo que pasaba”. Incluso más tarde, detalla que tuvo que ir a la orientadora “pensaba que mis amigos no me iban a aceptar, que mi familia tampoco por todo lo que escuchas sobre prejuicios sociales. Es un proceso complicado”.
Actualmente y con 25 años este joven psicólogo lleva su «orientación sexual de manera natural desde que salí del instituto, ahora me encuentro con una aceptación genial y con una naturalidad increíble, incluso en mi trabajo”. El problema insiste es que «muchas veces tienes que dar demasiadas explicaciones de cómo eres, te chocas con bromas que en muchas ocasiones se hacen muy pesadas, porque parece que por ser homosexual tienes que hablar de tu sexualidad allá donde vayas, cosa que a los herterosexuales no les pasa”.
Incluso matiza en que la propia sociedad «te juzga por los roles impuestos. Yo, por ejemplo, en más de una ocasión me he visto en la tesitura de que me han comparado con otros chicos homosexuales, todo bajo unos roles de masculinidad y si te desvías de ahí, hacia lo más femenino, eres de otra forma a lo correcto, e incluso hacerte una simple foto puede ocasionar que ni quieran por si se etiqueta al otro”. Personalmente “soy más cosas antes que homosexual para la gente y afortunadamente hay un trabajo de concienciación muy bueno a mi alrededor. La gente es muy diversa con la que me relaciono y favorece la inclusión y que me desenvuelva con total tranquilidad porque he visto cómo han escupido o han tirado huevos a otros por ser como son, y eso ocurre en nuestra ciudad».
Sara

Otra albaceteña, Sara Monsalve, jugaba de pequeña con los chicos, “me gustaba jugar al fútbol incluso a mi madre le hice que me cortara el pelo como a un chico, no es que signifique que a las chicas que nos gusten las chicas nos sintamos chicos, el problema es que, quizás, al vestirnos o al hacer cosas que ellos hacen nos encasillen”, y esto hace unos años, detalla Monsalve, “estaba muy mal visto, pero eran cosas con las que yo me sentía cómoda”.
Con el paso de los años, con 15 años, “empecé a hacer lo contrario, estaba más tiempo con las amigas y me empezaba a vestir un poco más femenina e incluso llegué a tener novio porque era lo que estaba socialmente establecido, pero para nada estaba cómoda y no era lo que quería. Dentro de mí sabía que me gustaban las chicas pero, por intentar frenar lo que me estaba pasando, estaba llevando otra vida que no quería”. A los 18 años la curiosidad de esta albaceteña le hace llegar a internet “ahí pude conocer otras chicas como yo sin que mis amigos lo supieran, me creé una identidad falsa para hablar con chicas, y conocí a una”, a raíz de ello se lo contó a sus amigos, “mis amigos sabían que me pasaba algo y yo les decía que no me iban a entender, siempre piensas que los demás te van a rechazar, y al final tuve el valor de hacerlo”. Por contra, detalla que “se lo conté a mi madre y lo llevó muy mal, me dijo que me respetaba pero que no quería oír hablar del tema. Mis hermanos sí que me apoyaron”.
Sara cuenta de un día en el que estaba con su chica en una conocida cafetería de Albacete, “nos besamos, y el dueño del establecimiento se acercó y nos dijo que teníamos que irnos, le pregunté por qué y me dijo que no quería gente así en su local; cuando había otra pareja heterosexual al lado nuestro haciendo lo mismo pero a ellos nos les dijo nada. Ha habido veces que he ido con mi pareja de la mano por la calle y ha habido gente que nos ha insultado”.
Actualmente Sara, a sus 28 años, trabaja y cuenta que sus compañeros respetan su condición sexual, asegura que “en los últimos años ha cambiado la mentalidad bastante, pero aún no hemos llegado al punto total de igualdad. Todavía queda mucho por hacer, lamentablemente no se si nos libraremos de ello algún día o por lo menos esta generación”. Celebrar el día internacional contra la homofobia significa “que estamos en contra de algo por lo que tenemos todavía que luchar, y no me gusta”, es más esta joven ha escrito un libro ‘Escribo de todo y de nadie’ que como ella dice «ha servido a otras personas a tratar este tema».
Juanjo

Durante casi 9 años, desde la Primaria hasta 4º ESO, Juanjo Robledillo estuvo recibiendo insultos de sus compañeros “primero empezó como una broma y luego se fue agravando porque se ensañaban bastante conmigo, me miraban raro, me daban de lado”. Detalla que tuvo dos episodios en el colegio, uno de ellos en el patio, “había un chico en mi clase con una deficiencia intelectual y los compañeros le mandaron para que me pegara un puñetazo, el chico vino y me pegó, el profesor lo único que me dijo, tendría 9 o 10 años, que eso no era nada. A partir de ahí empecé a decir lo que me hacían porque si un profesor no me hacía caso por un puñetazo era en plan, arréglatelas como puedas porque no hay más. Se metían conmigo, me llamaban maricón porque era un poquito amanerado”.
El segundo episodio cuenta Juanjo fue en una escuela de verano “durante la presentación de un festival, con actuaciones de baile, me subí a un escenario y todo el mundo se puso a llamarme maricón. Ahora soy cantante y muchas veces cuando me subo a los escenarios pienso en aquello y en algunos pueblos me gritan lo mismo, yo ya me río con todo, me llaman así y les digo gracias. Me lo tomo con humor, si no lo hago qué me queda”.
Del colegio detalla quiso pasar al instituto pero no fue cosa sencilla, “me aferraba a que iba a cambiar de compañeros y que no se meterían conmigo, pero no fue así. Repetí y todo era un círculo vicioso que por mucho que quisiera ya todos me conocían. Me convertí en trending topic”.
Fue en 3º ESO fue cuando «me di cuenta de lo que sentía C.ando me llamaban maricón en el colegio no era consciente de mi condición sexual, por la desinformación, hacía como que me ponía malo para no ir a clase, faltaba mucho, no quería ver a mis compañeros. Siempre esos recuerdos van a estar ahí aunque yo ahora me siento super protegido y querido, mucho más completo como persona y no me afecta todo tanto”.
Asegura este albaceteño que «mi familia me ha apoyado siempre, pero Albacete no está preparado para ver a dos chicos yendo de la mano por la calle, yo he ido y nos han mirado mal e incluso me han gritado. La gente va a hacer daño, qué les importa la condición sexual de la otra persona”.
Ahora con 23 años vive en Madrid, «estoy contento y me dedico a lo que me gusta que es la hostelería y cantar». Reflexiona de una forma sencilla, «todos deberíamos dedicarnos más a nosotros mismos».