Castilla-La Mancha guarda secretos que a menudo pasan desapercibidos, y uno de los más fascinantes se encuentra muy cerca, en la provincia de Albacete. Se trata de la ruta andalusí del itinerario VII, Šintiŷŷāla, un recorrido imprescindible para quienes buscan historia, paisaje y emoción a partes iguales.
Esta ruta, integrada en los Caminos de al-Ándalus, invita a viajar entre los siglos VIII y XI, cuando la antigua cora de Tudmir era uno de los territorios más prósperos del islam oriental peninsular. Hoy, sus huellas siguen marcando el relieve, la arquitectura, los nombres de algunas pueblos y hasta la forma de entender el paisaje.

Un legado único
El viaje arranca en Chinchilla de Montearagón, mencionada en las fuentes árabes como Šintiŷŷāla, el distrito agrícola más septentrional de Tudmir. Desde lo alto de su cerro, donde el castillo vigila la llanura, se comprende la importancia estratégica de este enclave.
Desde aquí, el itinerario se despliega como los radios de una rueda hacia otros lugares donde la herencia andalusí sigue viva: Alcalá del Júcar, con su castillo defendiendo el espectacular cañón del río; Montealegre del Castillo, otro bastión clave en las rutas interiores; y alquerías como La Graja (Higueruela), donde pervive el modelo agrícola que marcó el paisaje.

Incluso los nombres cuentan la historia. Albacete, Alcalá, Almansa, Hellín, Chinchilla… Todos esconden raíces árabes que recuerdan un pasado compartido.

Un viaje del cielo a la tierra
Entre las paradas más sorprendentes se encuentra el Observatorio Astronómico de Villatoya, reconocido como Destino Turístico Starlight. Aquí, el silencio de la noche y la pureza del cielo permiten conectar con una de las ciencias más refinadas de al-Ándalus, la astronomía.
Bajo un firmamento que parece suspendido sobre La Manchuela, los visitantes pueden revivir esa fascinación medieval por los astros, comprender cómo el cielo marcaba los ritmos agrícolas y disfrutar de una experiencia que une divulgación, naturaleza y emoción.
Moros y cristianos
La ruta también se expresa a través de la fiesta. En Caudete, las celebraciones de moros y cristianos son mucho más que un espectáculo: representan un diálogo cultural que se ha transmitido durante generaciones, un puente simbólico entre dos mundos que convivieron, se enfrentaron y, sobre todo, se influyeron mutuamente.
Recorrer esta ruta es algo más que visitar castillos o caminar por senderos antiguos. Es viajar por un paisaje cultural que aún respira, donde cada piedra, cada curva del terreno y cada nombre del mapa cuenta una historia.



