Carta abierta, (II), a la Consejería de Sanidad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha: y llegó la pepa…

A quien lea ésta y no hubiera hecho lo propio con la primera, recomiendo se tome interés en hacerlo, pues, como si de un ejemplo premonitorio se tratara, al hablar de los previsibles peligros que acechan a la Sanidad Animal, mencioné la posibilidad de que se presentara un jabalí con Peste Porcina Africana, (la PEPA del encabezamiento), ante la inspección de campo llevada a cabo por una “persona con formación” de las que, si Dios ni el político de turno no lo remedian, se encargará de realizar esa labor en un futuro cercano. De hecho, ya es así en algunas Comunidades Autónomas y pronto lo será en la de Castilla La Mancha.

La reciente aparición de esta temible enfermedad en Cataluña, confirma que ciertas advertencias no se hacen gratuitamente. Ahora, que toca correr, ¿A alguien le parece razonable e inteligente que la labor de policía sanitaria que compete a la Profesión Veterinaria en su ejercicio en actividades cinegéticas, quede encomendada a las “personas con formación” que la van a sustituir? Recordemos; según el borrador del futuro decreto objeto de esta crítica, esta “formación” consiste en un curso de unas pocas horas sin exigencia de titulación ni estudios previos alguno. ¿Se imagina alguien al “Perico el de los Palotes” de mi anterior escrito precintando canales de jabalí y dándoles vía libre para su traslado a cualquier punto del territorio español en un contexto de presencia de Peste Porcina Africana? Planteado así, tal cosa parecería una locura, ¿no?, pues es lo que hay.

No lleva razón en mi modesta opinión, quien argumenta que, al tratarse de una enfermedad que normalmente tiene curso sobreagudo y provoca mortalidad cercana al cien por cien, la posibilidad de que llegue a una “junta de carnes” de una cacería es escasa y en caso de llegar, reconocible fácilmente por sus lesiones. Sabemos sobradamente que, dependiendo de la cepa de virus de que se trate, el curso y lesiones de la enfermedad pueden variar e incluso cronificarse. 

Imaginemos por un momento que cualquier jabalí protagonista del foco inicial, -tanto da si la causa fue el famoso “bocadillo” como si se infectó, vaya usted a saber cómo, a causa de un fallo en la bioseguridad de un laboratorio cercano-, hubiera sido cazado en un momento del curso de su enfermedad en el que, siendo incipientes sus lesiones internas, todavía no le impedían correr y ser abatido. La “persona con formación” que le dio vía libre para su traslado a una sala de tratamiento de piezas de caza para comercialización, si bien apreció un interior quizás más congestionado de lo normal, lo achacó a que tal vez, fue abatido por un disparo de un arma de gran calibre, de los que cualquier cazador con experiencia, sabe que provocan “maceración” y pequeñas hemorragias en una amplia zona alrededor del impacto, pero no supo qué hacer para resolver sus dudas.

Lorenzo Polo Rodríguez, vicepresidente del Colegio Oficial de Veterinarios de Albacete/ Foto cedida

 Lo cierto, imaginemos, es que el animal fue eviscerado y cargado en un camión frigorífico, goteando sus fluidos con el traqueteo del transporte y éstos escapando al exterior porque las juntas de goma de las puertas estaban deterioradas y no cumplían adecuadamente su función. Antes de llegar a su destino en otra provincia, el camión pasó por otros dos cotos para recoger las reses abatidas en sendas cacerías… En fin, podría concluir diciendo que, al día siguiente, el camión de esta historia simulada, tras ser sometido a un lavado consistente en el riego con una manguera con agua para quitar de la vista los restos de sangre, se trasladó a otra provincia para continuar con su faena y de paso, repartir el virus por doquier. (No existe exigencia legal de someterse a desinfección rigurosa u homologada para los camiones que realizan esta actividad). El resto de la historia es fácil de imaginar.

Afortunadamente, el brote real que padecemos, al menos de momento, parece estar muy localizado y esperemos que así siga, pero un supuesto como el anterior, no es que sea posible, es que es más que probable.

Ni qué decir tiene que la aparición de la PPA en España es una malísima noticia, que, al margen del descalabro económico que puede suponer para todos, pone en peligro el sustento y modo de vida de cientos de familias. Ésto, aun siendo de la máxima importancia, afortunadamente no afecta a la salud humana y por ello, no es lo peor que puede pasar. Pero, ¿Qué ocurriría si habláramos de otras enfermedades potencial o declaradamente zoonósicas? Y señores políticos; esas enfermedades existen. No son ni imaginaciones ni elucubraciones de los veterinarios tratando de justificar su papel en la sociedad. ¿Podrán ustedes y quien les asesora, dormir tranquilos con la duda de si sus decisiones habrán afectado o afectarán al futuro devenir de los acontecimientos en cuestiones de Salud Pública?

Vuelvo pues, a insistir; zapatero a tus zapatos. Dejemos la SALUD, la única que existe, en manos de profesionales sanitarios, no en las de cualquier “persona con formación”.


Lorenzo Polo Rodríguez, vicepresidente del Colegio Oficial de Veterinarios de Albacete

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