El pueblo de Albacete con un molino de hace 300 años y un pozo de 10 metros que almacenaba nieve 

Está a una hora y media de Valencia y es un plan perfecto para quien busca una escapada diferente

A veces, a escasos kilómetros del ruido de las ciudades, la historia se empeña en seguir respirando. En un pueblo de Albacete, entre campos de cereal y un horizonte tan llano como honesto, se esconden dos lugares capaces de sorprender hasta al viajero más curtido: el Molino de San Gregorio y el Pozo de Nieve, dos gigantes silenciosos que han resistido siglos sin perder su encanto.

En el paraje de San Gregorio, a unos cinco kilómetros del casco urbano de Alpera, aparece el molino del mismo nombre, erguido con la elegancia de quien lleva más de 300 años en pie y no se ha enterado. 

El edificio se conserva casi como si el molinero hubiese salido un momento a por pan, ya que el almacén, la sala donde se molía el grano y hasta la vivienda se mantienen tal cual. No es difícil imaginar el traqueteo de las muelas, el olor a harina o la vida pausada que bullía entre sus paredes hasta los años sesenta.

Un pozo que guardaba el invierno entero

Mucho más cerca, en las Eras de Abajo, otro tesoro industrial aguarda al visitante. Se trata del Pozo de Nieve, una construcción tan ingeniosa como bella que surtió de hielo a los comerciantes locales hasta pleno siglo XX. 

Su estructura es un pequeño prodigio, con una base poligonal, una cúpula semiesférica que impresiona desde fuera y, bajo tierra, un depósito de diez metros de profundidad donde se almacenaba la nieve compactada. Tres bocas de carga completan un sistema que hoy parece casi mágico.

Ambos lugares se pueden visitar libremente y de forma gratuita, un paseo tranquilo entre historia y paisaje. Para más información, el Ayuntamiento responde en el 967 33 00 01. El acceso es cómodo desde la A-31 y la CM-3201.

Alpera, un con siglos en cada rincón

Este municipio del Corredor de Almansa es mucho más que sus construcciones rurales. Pasear por sus calles es encontrarse con la parroquia de Santa María, un templo barroco de planta de cruz latina y portada con columnas salomónicas. O con la ermita de San Roque, sobria y dieciochesca. O con la antigua Casa Grande de los Verasategui, totalmente reformada pero aún orgullosa.

A cinco kilómetros se alza el castillo de origen árabe, con reformas atribuidas a la época de Don Juan Manuel en 1338, que domina el campo como un guardián veterano.

Pero si algo convierte a este pueblo en un destino imprescindible son sus tesoros más remotos: las cuevas de arte rupestre. La Cueva del Queso, la Cueva de las Cruces y, sobre todo, la espectacular Cueva de la Vieja, con más de un centenar de figuras que abarcan milenios de historia.

Las visitas a la Cueva de la Vieja se realizan con reserva previa en el 967 33 05 55. Los grupos son de máximo 20 personas y el precio es de 2,50 € (niños y jubilados 1,50 €).

El molino, el pozo de nieve, las cuevas y el propio pueblo componen un plan perfecto para quien busca una escapada diferente, rodeada de cultura, naturaleza, historia y un toque de misterio.

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María López

Nacida en Albacete (1996). Graduada en Periodismo por la Universidad de Castilla-La Mancha. He pasado por Cadena SER, Castilla-La Mancha Media y El Español.
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