((Dile a los demás que no disparen, poco importa ya este desastre Dile a los demás – Daniel Fernández))
Ya no se habla de política en las páginas políticas de los periódicos porque sale más rentable el cuerpo a cuerpo para desgastar al adversario por las heridas de sus errores que la tradicional batalla dialéctica desde la trinchera de las propuestas. Abra, si no, cualquier medio, digital o en papel, y eche cuentas. De entre las primeras diez noticias de cada uno de ellos no será capaz de encontrar dos titulares que apelen al programa político de cualquiera de los que compiten por llamar su atención y reclamar su voto.
Asumiendo la parte de culpa que le toca al mensajero, quizá este escenario ya era presumible cuando se recontaron los sufragios cuando las urnas del 23J se abrieron en canal hace ya más de dos años. Que la legislatura iba a ser demoníaca estaba ya escrito, será por eso que no vengo a quejarme.
De entre toda la sangre que queda por limpiar en el suelo de Ferraz, la más preocupante es la que mana de la herida abierta por Paco Salazar. Primero, porque es más negra y más espesa; segundo, porque los improvisados doctores ni han sido, ni serán capaces de cortar la hemorragia.
De todos los epítetos que le caben a los episodios protagonizados por el ex asesor, elijo ‘vomitivo’ en representación de los otros cien que dejaré al margen para liberar espacio a la reflexión. No consuela que cerdos machistas haya en todos lados para justificar que los haya también en la cúpula del partido que gobierna este país. Ya que (casi) todos estaremos de acuerdo en lo inadmisible de la cuestión, la incógnita que no termino de despejar en mi cabeza es saber dónde estaban quienes le rodeaban.
El voto femenino fue clave para que Pedro Sánchez mantuviera malamente calzado su precario gobierno esta legislatura, un segmento electoral al que, claramente, ha fallado. Este lamentable plantón que abre paso a las tinieblas se agrava a cada torpe disculpa de los emisarios gubernamentales. Para más colmo, todo esto comparte calendario con sendas encuestas que alertan del imprevisible pero cierto trasvase de votos desde el PSOE a Vox.
En este vaivén se retratan también aquellos instalados en lo que llaman la izquierda de la izquierda. A Sumar se le empequeñece la boca, malcosida por aquello de ser parte de la coalición; y Podemos anda buscando cómo meterle mano a la desfachatez del rival con rédito electoral sin encontrar paladín para escenificar el agravio, que Irene Montero no va a ser suficiente. Recuerden si no la batalla del ‘Solo sí es sí’ perdida en forma de chapuza legislativa.
No se engañen, la pose cipotuda –que diría Pérez Reverte– de machitos pollasvieja que tan bien representa el ex cargo socialista ahora en entredicho es más habitual de lo que dicen los periódicos, algo que no es territorio de la política y que forma parte de la debacle estructural de una sociedad que no supera el patriarcado. Y no hablo de la caspa del piropo, si es que acaso tuviera un pase.
Al apestoso señor que hablaba de los escotes de sus subordinadas y se subía la bragueta a la altura de sus caras no le vamos a corregir por mucho que queramos. Y no sé si lograremos corregir a la estructura de un partido que no deja su postulado a empuñar la bandera del feminismo a toda costa, pese a sus estrepitosos fallos pasados y presentes.
Pero me resisto a que la esperanza sea lo último que se perdió. Apelo al ‘entorno’, ese concepto donde encajan todos aquellos que sabían de la actitud del sujeto y nunca dijeron nada. Que reír la gracia al machito también es machista
Humberto del Horno


