Lo que prometía ser una sencilla mudanza entre familiares terminó convertido en una cadena de peripecias digna del popular podcast de humor ‘La Ruina’. Y así lo contó, con sinceridad, picardía y mucho desparpajo, María Ángeles Rubio, natural de La Roda (Albacete) y residente en Toledo, cuando apareció como público en el programa presentado por Ignasi Taltavull y Tomàs Fuentes.
Farmacéutica de profesión y con un admirable sentido del humor, María Ángeles comenzó explicando que realmente quien se había apuntado al programa era su marido -diagnosticado con TEA-, pero que, por error, puso su nombre. Y ella, valiente, subió al escenario a contar su historia.
La mudanza infinita
Su «ruina» empezó con su sobrina, maestra destinada en Toledo, a la que ayudó a buscar piso. Encontraron uno que parecía perfecto, hicieron la mudanza -16 cajas incluidas-, pero al instalarse descubrieron que el piso estaba mucho más sucio de lo esperado. Tras una discusión con la casera, la joven decidió abandonarlo, y tía y sobrina volvieron a cargar las 16 cajas en el diminuto coche de María Ángeles.
Encontraron un segundo piso y, decidida a que esta vez todo fuese bien, la farmacéutica se ofreció a limpiarlo a fondo. «Lo limpiamos súper rápido», contaba entre risas en el podcast. Pero rápido no siempre significa perfecto. A medianoche, su sobrina le mandó un vídeo con una cucaracha muerta bajo la cama. «¿Me puedo ir contigo a dormir?», preguntó.
La palabra clave y la confusión
La situación escaló hasta involucrar a la madre de la joven, al marido de María Ángeles y hasta al psicólogo de la pareja, de manera indirecta. Y es que, según relató, ellos usan una palabra de seguridad -«diplodocus»- cuando su marido se pone nervioso o pierde el filtro social.
En pleno caos emocional, con la sobrina llorando, la hermana tensísima y su marido intentando evitar otra mudanza, María Ángeles empezó a repetir «diplodocus» en un intento de rebajar la tensión. «¿Pero qué dices tú de diplodocus?», respondió incrédula su hermana entre el jaleo.
Finalmente, tras llamadas, lágrimas y debates, la sobrina zanjó la situación comunicando a su padre: «Ya está, esta historia acaba aquí. Mañana se soluciona». Y, desde entonces, vive temporalmente con su tía por culpa de una sola cucaracha.
Con una naturalidad desarmante, la rodense convirtió una vivencia familiar caótica en una anécdota desternillante que encaja a la perfección en el espíritu de ‘La Ruina’, humor desde la honestidad más absoluta. Y, como suele pasar en las mejores historias, no hicieron falta grandes desgracias. Solo una sobrina, un piso nuevo, 16 cajas, un marido entregado, una palabra clave y una cucaracha.
