La mañana del jueves de la semana pasada se presentaba especialmente movida en el terreno informativo y en la política nacional. Aquí, en Albacete, tocaba un pleno que en principio parecía de escaso recorrido: una dosis de feminismo, posicionamiento sobre la violencia de género, la enésima controversia por la zona de bajas emisiones y alguna propuesta poco argumentada, como la petición de construir un pabellón polideportivo que podría costar unos 30 millones de euros. También se habló de bajada de impuestos.
Lo más sorprendente –aunque confieso que lo esperaba– llegó con la propuesta de los dos concejales no adscritos, antiguos miembros de VOX expulsados del partido. No son tránsfugas, están suspendidos de militancia, pero todo indica que su afinidad ideológica sigue en esa línea. Propusieron declarar persona non grata al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El pleno debatió la moción y salió adelante con los votos del PP, los dos concejales de VOX y los dos no adscritos. En total, si no conté mal, 16 votos, cuando la mayoría absoluta está en 14. Y una observación: si hoy hubiera elecciones, el bloque de la derecha podría sumar 17 concejales, una mayoría amplísima según algunos datos que manejan internamente todos los partidos.
Mientras tanto, en Madrid, Ábalos y Koldo ingresaban en prisión. Y en Valencia tomaba posesión el nuevo presidente en sustitución de Mazón, en plena polémica aún por las dimensiones del comedor privado donde el ya exvicepresidente almorzó con la periodista Vilaplana. Se sigue analizando cada paso del recorrido entre el aparcamiento y la presidencia de la Generalitat. Ignoro si esos datos aportan algo para concluir que Mazón está políticamente amortizado y que, con toda probabilidad, acabará rindiendo cuentas ante la justicia. También debería dejar su escaño en las Cortes valencianas; si no lo hace, el ruido no cesará. Incluso se ha aireado el menú de 165 euros que, visto lo que cuestan hoy los buenos restaurantes, tampoco es tan escandaloso. Lo que aún no está claro es el momento exacto en que se quitó la chaqueta para ponerse el jersey o la tardanza en llegar al despacho en un trayecto de apenas cinco minutos. Mazón ha dicho que todo esto empieza a parecer un capítulo de Sálvame.
Mientras ocurría todo esto, Albacete se convertía en portada y en noticia en numerosos medios nacionales, aunque con tratamientos dispares. Los más zurdos (izquierda mediática) centraron el foco en los gemelos del concejal Conesa -no adscrito- porque llevaban, según apuntaban, un yugo y unas flechas, y en la solapa una bandera supuestamente preconstitucional. Podría haber llevado una tortuga verde o un toro plateado: ¿qué más da? ¿Quién puede decirle qué puede vestir y qué no? El PSOE se agarró a ese argumento, acusando al alcalde de no aplicar alguna de las leyes que proliferan últimamente, y la SER hizo lo propio. Los gemelos y la bandera. ¡Vaya tela! El País, en cambio, lo tituló de otra forma. Me importa poco, como titulen unos y otros, pero hay coincidencias que llaman la atención por su sincronización.
Lo relevante es que el PP se encontró con una moción que encajaba con su discurso habitual: criticar a Sánchez, pedir elecciones a Sánchez, ir políticamente contra Sánchez, como hacen a diario los dirigentes nacionales del partido.
Dijo la portavoz popular, Rosa González de la Aleja, que al PSOE hay que ganarle con votos y no con mociones. Supongo que pensarían: ya que la presentas, no vamos a votar en contra, cuando el sentir de mucha gente –no sé si exactamente declarar persona non grata o algo distinto– es de hartazgo. Hartazgo por muchas cosas. Y en cierto modo, esta moción es una forma de exteriorizarlo.
Digo que el PP fue consecuente, con lo que dicen todos los días los que dirigen el partido.
No hay más ni menos. Decir una vez más que la ultraderecha y el PP son lo mismo y toda esa retahíla que escuchamos todos los días, produce desazón.
Mi punto de vista es que ese tipo de mociones nacionales que tanto gustan en los plenos provinciales y hasta locales, son improcedentes, innecesarias y fuera de lugar, vayan contra Sánchez o el sursuncorda.
Seguramente a los miles de trabajadores que van a despedir de Telefónica, empresa en la que el Estado tiene mucho que ver, la cesta de la compra por las nubes, los índices de pobreza, la gente que no llega a fin de mes, las pensiones que no suben lo que debieran y todos los casos de presuntos chorizos que se lo están llevando crudo, me lleva a pensar que una moción de estas características no es lo más grave, es un hecho más, de los muchos que suceden cada día.
Es más, el portavoz socialista del Ayuntamiento de Albacete preocupado por los gemelos del concejal Conesa y alguna cuestión más que relató, debería explicar con claridad si se siente más próximo de Page o de Sánchez. No me digan que es lo mismo porque no lo es. Lean y escuchen las últimas declaraciones de Page. Insisto: ¿Con Page o con Sánchez? Ese es el verdadero dilema en esta región y, por extensión, en Albacete. Ya sé que cuando el líder de los socialistas castellanomanchegos visita esta tierra es recibido al menos con una sonrisa y el saludo protocolario –por los suyos y por el resto–, pero la cuestión sigue siendo la misma: con él o contra él.
Page, por su parte, ya ha dejado claro dónde está: con el socialismo de siempre, el moderado, el que gana al PP en las urnas. El mismo que acude a homenajear a Lambán al Senado mientras el Gobierno y el partido miran hacia otro lado. Y está también con dos grandes figuras del PSOE de toda la vida: Felipe González y Alfonso Guerra.
Lo de los gemelos de Conesa es una gilipollez de marca mayor.
No pudieron arrearle al alcalde de Albacete con lo de la violencia de género porque los ha pasado –una vez más– por todos lados y ahora se detienen en una moción que ha sido y es noticia, pero que no soluciona los problemas de los albaceteños. Esta es la realidad, todo lo demás es zascandilear.
Ah y hablar de sueldos, criticando lo que cobran los no adscritos es altamente peligroso. Como si ellos no tuviesen los mismos derechos que los demás concejales. El camino de los sueldos lo emprendió la anterior portavoz socialista, no le fue bien y ahora el actual sigue por los mismos derroteros. La gente no es tonta, echa cuentas, compara y al final mierda para todos, con los sueldos de unos y de otros.
Por bien de ustedes, aparcaría ese asunto. Por mí no lo hagan, nunca viví de lo público.
Era previsible que Ábalos y Koldo acabaran entrando en prisión. Han comenzado a “cantar”, y ya se sabe: en cuanto arrecian los problemas, se esfuman amistades, afinidades y complicidades. Sucede siempre. Lo mismo ocurrirá esta noche en La Sexta, cuando la que fuera consejera de Mazón, Salomé Pradas, afirme, entre otras cosas, que “cuando llamé a Mazón no lo encontré preocupado por la Dana”. La dinámica es conocida: los políticos –ellos, en general– buscan refugio en medios que hasta hace poco eran los más críticos con su propio partido o con su antiguo jefe. Ella tratará de salvarse de lo que pueda venir, y si te he visto no me acuerdo.
Koldo y Ábalos siguen el mismo patrón: se apoyan ahora en los medios que antes no dudaron en fiscalizarles con dureza. Los ejemplos de este comportamiento son numerosos y, en algunos casos, muy relevantes, sin necesidad siquiera de salir del ámbito regional. La conclusión, a bote pronto, se impone: cuesta confiar en ninguno. Son “aprovechateguis” que, mientras dura la mamandurria, agachan la cabeza y, cuando termina, se proclaman los más íntegros del universo.
En paralelo, en determinados sectores se han desatado unas prisas inusitadas por conocer la sentencia del Tribunal Supremo contra el fiscal general del Estado. El fallo ya se ha hecho público, aunque todavía faltan conocer los argumentos que lo acompañan. Entre tanto, los ataques y los intentos de desprestigiar al Supremo resultan desproporcionados.
Desde la vicepresidenta segunda del Gobierno, en la sala de prensa del Palacio de la Moncloa y rodeada de varios ministros, llamando a la movilización, es decir, a salir a la calle para protestar contra los jueces por un fallo ya conocido y, quizá de paso, socavar la credibilidad de uno de los poderes del Estado. En paralelo, las tertulias de la llamada izquierda mediática se han empleado a fondo, contribuyendo a aumentar la polarización y a empujarnos –prácticamente a la fuerza– hacia una división que, lo preocupante, empieza a calar.
A ello se suma la difusión de informaciones sobre cursos impartidos por magistrados del Supremo en actividades formativas para abogados, asuntos de escasa relevancia que, sin embargo, se presentan como si encerrasen algún tipo de irregularidad. Sigo defendiendo que, al margen de la sentencia, lo más valioso que ha demostrado el Tribunal Supremo es su independencia frente a presiones externas y a los dictados editorialistas.
También se destaca ahora la trayectoria brillante de la nueva fiscal general del Estado, y es positivo que así sea. Pero, más allá de los méritos profesionales, lo esencial es que ejerza el cargo con independencia, porque eso es lo que otorga verdadero prestigio a la Fiscalía.
Vuelvo al punto de partida: en una democracia no cabe movilizarse contra los jueces ni contra el Tribunal Supremo, del mismo modo que no cabía rodear el Congreso de los Diputados, como ya sucedió en el pasado. Hay líneas rojas que, cuando se traspasan, indican que algo serio está ocurriendo.
“Toda noche, por larga y sombría que parezca, tiene su amanecer”. (William Shakespeare)
Ángel Calamardo
X: @AFCalamardo

