((Sentado aquí, viendo pasar el tiempo Se tiene que acabar – Napoleón Solo))
Tic, tac, qué nos pasa con el tiempo, que o no lo apreciamos o no lo sabemos invertir; que o lo malgastamos o luchamos por comprar más a la primera de cambio.
Hoy, por aquello de estar formalmente (y por fin) de vacaciones, dejo los temas banales que acostumbro en este rincón para adentrarme en las profundidades de cada uno de nosotros. El paso del tiempo, como rascarse cuando a uno le pica, como ir al baño, nos iguala a todos, ya saben lo que dicen del Rey y del Papa. Tampoco del avance del segundero nadie se escapa.
Cosas de hacerse viejo, la elasticidad de la caída de cada hoja de los calendarios que nos están por venir y la viscosidad del recuerdo de las que cayeron antes nos desafían de forma distinta y dependiendo de las canas que contemos. Y es que la matemática del tiempo dicta que un puñado de minutos pesará más o menos dependiendo de las circunstancias de cada uno. Por eso un verano escolar de parvulario es eterno y por eso todo lo que a usted le ha acontecido desde las Navidades pasadas ha sido efímero.
Les contaré una historia de aeropuerto, no sé si los suelen frecuentar. En uno de mis últimos embarques, descubrí una puerta reservada para todo aquel pasajero que, a razón de un billete azul o dos rojos, pudiera saltarse la cola de los mundanos para acceder antes a la terminal y poder allí, ahora sí y con privilegio, llenar el tiempo que resta hasta subir al avión. Estúpido o no, semanas después aún no sé bien qué opinión me merece la maniobra.
Cabra que soy, que al monte me tiro, aparto el paréntesis vacacional para volver a ser el opinador al que pagan religiosamente una vez a la semana por aparecer brevemente en este espacio.
Que el tiempo es subjetivo lo dejó ya pintando Dalí. Cuanto menos queda, más se aprecia; cuanto más sobra, más se aborrece. Y al tiempo del político, como al tiempo de hijo de vecino, le viene a pasar lo mismo. Por eso a Paco Núñez se le hacen largos 10 años de oposición como a García-Page le parece que fue ayer cuando fue investido por primera vez en el Palacio de Fuensalida. Si al que aspira y espera le define la paciencia, al que aguanta y resiste lo hace la parsimonia. Dos maneras de asumir el tiempo que se miran de reojo pese a ubicarse cada una en las antípodas de la otra.
Como si de una cuenta atrás se tratara, quedan 5-4-3 días para las próximas elecciones autonómicas en Castilla-La Mancha, y a los dos aspirantes ya se les empieza a poner cara de manecillas. Al que no gobierna, porque se afana en intentar agrandar cualquier costura que se le salte al de enfrente, por pequeña que sea, para ver si es a la tercera cuando va la vencida. Al que manda, porque es capaz de tapar cualquier mínimo agujero por el que se le escapen los votos con la simple estrategia de ser, estar y parecer más a la derecha de lo que en teoría milita, para ya de paso quitarse de encima el lastre al que le somete el líder de su partido.
Si no se creen esto último, apunten la fecha del 3 de diciembre de 2025. En la víspera del semipuente de la Constitución, Emiliano García-Page compartirá con Alberto Núñez-Feijóo un evento público y vespertino organizado por el medio The Objective. Patrocinado, entre otros, por los gobiernos ‘populares’ de Murcia y Canarias. Una maniobra que, háganme caso, ha pillado desprevenido al PP castellanomanchego.
Es por eso que, en Castilla-La Mancha y en lo que a aspirantes a gobernar se refiere, uno es Flik y otro es Flak. Y es que uno de los dos del reloj da una vuelta cuando el otro ha dado ya doce. Lo que está por ver es si, llegado el caso, será suficiente para seguir dando la hora desde el palacio presidencial.
Humberto del Horno


