David Jiménez, enfermero de 27 años de Almansa (Albacete), terminó su formación universitaria en Alicante justo en plena pandemia. Como muchos de sus compañeros, vivió meses de agotamiento en hospitales españoles, hasta que él y su pareja, también enfermera, tomaron una decisión crucial: emigrar. Su destino fue Noruega.
Cuatro años después, David trabaja en un centro de corta estancia en el norte de Europa, donde ha vivido en cinco ciudades diferentes. Su experiencia refleja la de muchos jóvenes sanitarios españoles que buscan en el extranjero mejores condiciones laborales y reconocimiento profesional.
«Recién llegado, sin experiencia, ya cobras unos 45.000 euros brutos al año. Si trabajas con una empresa de trabajo temporal, te pagan la casa, la luz y el agua. Solo te tienes que preocupar de la comida y el ocio, lo que te permite ahorrar mucho», explica a El Digital de Albacete.
¿Por qué Noruega?
David lo resume con una palabra: facilidad. Empresas noruegas visitaban su universidad para ofrecer empleo a enfermeros españoles, facilitando la convalidación del título y ofreciendo cursos de idioma. «No sabíamos si irnos a Holanda o a Noruega. Elegimos Noruega porque todo era más sencillo, y además, nos apetecía cambiar de vida después del desgaste de la pandemia», recuerda.
Aunque el idioma fue un desafío inicial, asegura que el sistema sanitario facilita la integración. «Aquí hay tanta demanda de enfermeros que encuentras trabajo rápido. Si no te gusta un sitio, puedes cambiar. Nosotros lo hemos hecho varias veces», añade.
Salario y condiciones laborales
En Noruega, un enfermero trabaja 37,5 horas semanales y cobra como mínimo 2.500 euros netos al mes, con pluses por turnos de tarde, noche o fines de semana. Los turnos extra se pagan al doble, y los profesionales con experiencia pueden ganar entre 60.000 y 70.000 euros anuales. «Es cierto que los impuestos son altos, a mí me retienen el 34 %, pero aún así, el salario neto es el doble que en España. Y con muchas más facilidades», afirma.
La jornada laboral también es más manejable. «Aquí las noches las hace un equipo distinto. No hay esos turnos de ‘mañana-tarde-noche’ tan locos de España. Además, tienes tres pacientes a tu cargo, no quince. Y si necesitas un día libre, hablas con tu jefe y te lo cambian sin problemas», explica.
Adaptación y vida cotidiana
David y su pareja viven en una ciudad mediana, pagando unos 1.000 euros mensuales por un piso en el centro. Durante los primeros años, al trabajar con una empresa de trabajo temporal, tenían cubiertos todos los gastos de vivienda y suministros. «Eso te permite ahorrar muchísimo. Para quien está empezando, lo recomendamos», señala.
En cuanto a la vida social, el estilo de vida es similar al español, aunque adaptado al clima y al alto costo de salir a comer fuera. «Entrenamos, quedamos con amigos, nos reunimos en alguna casa… Salir a cenar fuera es carísimo, te puede costar 40 euros una hamburguesa y una cerveza. Aquí los planes son más caseros», cuenta. El mayor desafío sigue siendo la distancia de la familia y los amigos, y la oscuridad en invierno. «Eso no te lo quita nadie», admite.
El desencanto con España
David asegura que su decisión no fue por aventura ni solo por dinero. «Estudias cuatro años un grado universitario y te pagan como si tuvieras una diplomatura. No se reconoce nuestra categoría profesional y estás encadenando contratos. Es frustrante», lamenta.
«Cuando me preguntan por qué no vuelvo, les digo que si en España las condiciones se parecieran un poco, volvería sin dudar. Pero no pueden igualar ni el salario ni las condiciones. Aquí, tu vida personal está por encima del trabajo. En España, es al revés», añade.
Futuro incierto, pero abierto
Aunque no descarta regresar, David no pone fecha a su vuelta. «Claro que quiero volver. No me veo toda la vida en Noruega, pero ahora mismo no puedo ponerle fecha. No sé si volveré en dos años o en diez. Cuando me canse de esta etapa, volveré», asegura.
Su consejo para otros sanitarios que piensen en emigrar es claro: «Que prueben. No todo es tan bonito como lo pintan, no vas a cobrar 10.000 euros por no hacer nada. Hay sacrificios. Pero si lo pruebas y no te gusta, te puedes volver. No pierdes nada», concluye.

