LA REVOLERA | Nuevo modelo de la Policía Local de Albacete 

Artículo de opinión de Ángel Calamardo

A medida que se acercan elecciones –ya sean regionales o, quién sabe, quizá también generales a corto o medio plazo–, el avispero mediático vuelve a agitarse. Sin disimulo, todos se posicionan, y lo peor es que muchos creen que su credibilidad está intacta.

Uno comprueba que esto no va de individualidades; va de empresas y de direcciones comprometidas con determinadas causas. Dicho sea, en términos generales, con las excepciones que siempre existen –y que no me canso de subrayar–.

Por eso, desde distintos colectivos y asociaciones de periodistas, como la de Albacete, se organizan jornadas y charlas, buscando profesionales que, sin necesidad de ser “figuras de fama mundial”, aporten conocimiento y rigor. No tengo ninguna duda de que muchísimos periodistas sueñan, piensan e intentan imprimir un tono de seriedad y compromiso a su trabajo. He leído, por ejemplo, que contaron con la participación de la periodista albaceteña Elena Reina (El País), quien habló de “Periodismo de investigación y derechos humanos”, según anunciaron. Por lo que sé –aunque no la conozco personalmente–, ha trabajado en lugares difíciles, lejos de su casa, comprometida con los principios básicos de una democracia. En definitiva, estoy seguro de que lo hace cumpliendo sueños, enamorada de una profesión que, al mismo tiempo dignifica. 

No me cabe ninguna duda de que existen multitud de ejemplos como este. Por tanto, mi solidaridad, apoyo y afecto para todos aquellos profesionales que emprenden el camino de la honestidad, sin importar su nombre ni el grupo de comunicación para el que trabajen. Las etiquetas, en este caso, sobran.

Otra cuestión son los manejos y chanchullos a los que se ven sometidos muchos profesionales, que, por supuesto, pueden tener la ideología que deseen − ¡faltaría más! ─. En definitiva, se trata de una manipulación constante, una realidad que observamos a diario.

Realizar monográficos sobre Mazón, o más bien contra Mazón, cada día y durante horas, tiene otro nombre. Mientras tanto, se pasa de puntillas sobre el hecho de que el fiscal general del Estado se encuentre en el banquillo, algo que también merece atención.

Se dejan unas cuestiones aparcadas para abordar otras que en teoría puedan hacer más daño a un partido en concreto. Mazón ha hecho lo que debía, marcharse, ha tardado mucho, no ha sabido gestionar una tragedia, pero de ahí a llamarlo “el innombrable”, como escuché el otro día a Julia Otero en Onda Cero, va un abismo. Me gustaría que me contase Mazón, cuántos, y cuántas han pasado por su despacho, a pedirle que se “estire” con sus presupuestos de inversión publicitaría. Lo ven muerto políticamente y quieren darle el tiro de gracia. Seguramente los mismos que antes han doblado el espinazo, ahora lo devoran. La historia se repite y se repetirá.

Parece que ya no se conforman con la dimisión; quieren más. Tal vez deseen azotarlo en la plaza pública de su propio pueblo. Ya ha dimitido, dejará de ser presidente. Pero no, parece que eso no basta.

Es más, si Mazón se hubiera levantado de la mesa del Ventorro y se hubiera marchado a Utiel, por ejemplo, calzado con unas botas katiuskas y dejando una imagen para los medios y redes, muchos de los que hoy critican estarían diciendo otra cosa.

Incluso hay quien se permite afirmar que debería ingresar en prisión, sin detenerse un momento a pensar que eso corresponde únicamente a los jueces, en el marco de un proceso con sus instrucciones, pruebas y sentencias. Nadie va a la cárcel por el mero deseo de otro.

Estas tareas de manejo suelen ordenarse desde un despacho y, como quienes las ejecutan suelen estar bien remunerados, pocos se arriesgan a desobedecer. Además, en una estructura jerárquica y piramidal, casi todos acaban cumpliendo las instrucciones; y quienes no lo hacen, son apartados o directamente expulsados. Esa es la realidad, y todos lo saben.

VOX es considerado extrema derecha, pero Podemos o Unidas Podemos no reciben la etiqueta de extrema izquierda. Y si BILDU apoya al Gobierno, parece que no se le puede reprochar nada. Sin embargo, si alguien afirma que VOX es un partido legítimo, democrático y constitucional, se le tacha de fascista; y si menciona que BILDU arrastra un pasado conocido, aunque también sea constitucionalmente legítimo, se le acusa de extremista. Los extremistas son los que ponen etiquetas, mientras que muchos ciudadanos viven sin necesidad de ser encasillados.

Me ha llamado la atención recientemente el poco interés para la izquierda mediática, por un asunto atascado desde hace tres lustros, que vendrá a solucionar un grave problema de suministro eléctrico en la capital que impedía la construcción de viviendas e incluso la entrega de obras ya finalizadas. 

No he entendido que se pida la dimisión del alcalde de Letur por lo sucedido hace un año por la Dana. Suena raro, como si el alcalde que está teniendo una actitud ejemplar con su pueblo fuese el responsable de las obras que no se hicieron hace muchos años.

Otro asunto controvertido de los últimos meses ha girado en torno al exjefe de la Policía Local de Albacete, Pascual Martínez –creo que el cargo formal es el de intendente–, en cualquier caso, la máxima autoridad de un cuerpo de servidores públicos esencial para la ciudad. Vaya por delante mi deseo de felicidad plena en un momento vital tan relevante como es la jubilación. 

Quisiera subrayar, por tanto, algunas cuestiones que no es opinión, aunque en un artículo quepa combinar información y punto de vista. 

He leído con atención e interés, dos informaciones: una publicada en este mismo medio, El Digital de Albacete y una entrevista en La Tribuna. Ambas aportan detalles relevantes, lo cual siempre es de agradecer.

Titulaba El Digital: “La Justicia da la razón al Ayuntamiento y avala la jubilación forzosa del anterior intendente jefe de la Policía Local de Albacete. Otra noticia daba cuenta del archivo de la causa penal contra el exjefe de la Policía Local. Archivo que al parecer está recurrido. 

La polémica previa, los enfrentamientos internos con el sindicato policial y la relación tormentosa que mantuvo con el colectivo el anterior equipo de gobierno socialista –ya escribí en su día que ni la concejala del área ni el propio jefe policial contribuyeron a normalizar la situación– forman parte de un pasado quizá aún no del todo superado. En este contexto se celebró un homenaje al exjefe policial al que, si no estoy confundido, solo acudió un exalcalde, en este caso Casañ, el de menor recorrido político de la coalición PSOE-CIUDADANOS. Un acto legítimo, como su presencia, aunque marcado por un aire forzado y un cierto ánimo de desagravio que no terminó de producir el efecto deseado. 

En La Tribuna, el exjefe, afirmó que “turnar la jefatura de la policía local es una aberración”. Tiene, por supuesto, todo el derecho a opinar. Pero conviene recordar que el sistema de rotación entre tres mandos es provisional, ha sido aceptado con agrado por todas las partes y se concibió como una solución de consenso. Cuando proceda, habrá un intendente jefe y dos intendentes: un jefe principal y dos responsables de apoyo. Políticamente se ha resuelto bien; internamente de forma satisfactoria. Y no es necesario que agrade a un exjefe –ni se le va a consultar–, porque su opinión es eso, una opinión.

Su jubilación no fue arbitraria, sino ajustada a la normativa y respaldada por los informes correspondientes, incluidos los de la Junta de Comunidades. Y lo más importante: el clima interno de la policía local es actualmente el mejor de los últimos tres decenios. La cercanía a la ciudadanía tampoco había sido tan evidente en ámbitos como la prevención, la presencia en colegios y asociaciones o la atención directa. 

Naturalmente, si estacionamos mal deberán multarnos, y si incumplimos la normativa de movilidad tendrán que actuar. Pero, por numerosos motivos que no detallaré aquí, los cambios internos han sido claramente positivos. Esa es la realidad, aunque cada cual sea libre de no compartirla. 

No entraré hoy en cuestiones de coordinación con otras instituciones o administraciones. Podría hacerlo, pero prefiero no abrir más frentes.

En la entrevista, Pascual alude también a Ramón López y dice no saber por qué no forma parte del grupo de mandos que se turnan. Seguro que conoce que Ramón está en segunda actividad –o como proceda llamarse– y que, además, no ha querido participar en ese sistema rotatorio. Sobre este asunto, añade: “Es una decisión de alguien que creo no sabe muy bien lo que hace”. Sinceramente, creo que sí saben muy bien lo que hacen. 

No lo sé porque no les he preguntado, pero me temo que los tres mandos actuales desean trabajar con tranquilidad, mantenerse alejados del foco mediático y, sobre todo, pasar inadvertidos. La discreción forma parte de su modo de entender el servicio público, y así lo demuestran en todo momento. 

Las informaciones publicadas han sido oportunas para dejar claro que el exjefe –se lo digo sin acritud– se equivoca al reactivar cierto resentimiento. A uno puede caerle mejor Casañ que Serrano…claro, y también hay quien prefiere el camino “cómodo”, lleno de pequeñas torturas voluntarias. Pero incluso así, todos sabemos que el primero firmó la versión en modo oscuro de la política local”. 

Entiendo que no es fácil apearse del poder, pero así es la vida: no asumirlo conduce a vivir permanentemente frustrado. Desconozco si es el caso, pero apunta a parecerse.

Repito: nadie lo ha jubilado por capricho; todo se ha ajustado a la ley. Y él sabe –como deberíamos saber todos– que echarse en brazos de la política, y más aún de un partido concreto, rara vez beneficia. Suele añadir tensión, ruido y un mal ambiente que siempre termina perjudicando a los mismos: a la ciudadanía y al propio colectivo policial.

“El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto”. (José Luis Borges)

Ángel Calamardo

X: @AFCalamardo 

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