((Si yo me voy, me voy matando, echándole una guerra al tiempo Morir matando – Tremenda Jauría))
Yo era de esos a los que el profesor tenía manía, no se crean. Buen estudiante, mal alumno, una tormenta perfecta para que cualquiera de los profesores que tuvieron entre sus manos la responsabilidad de darme forma llegara a sentir cierta inquina por mi figura. Ojalá me perdonen. Por eso entiendo la puesta en escena del todavía presidente valenciano Mazón, ahora en funciones, que se empeña en ser otra víctima más del empedrado, el que le hizo tropezar en la más larga de sus sobremesas, ese que el barro arrastró en su tierra hace mas de un año y del que se resguardó en un restaurante sin saber que se resguardaba.
Dimitir o que te dimitan es una eterna cuestión en las salidas abruptas en política. En la que nos ocupa ahora, lo que tiene mérito es irse por la puerta de atrás entre gritos de ‘Hasta nunca’ sin que parezca ni que te has ido ni que te han echado, ninguna de las dos cosas.
La estrategia de morir matando no la ha inventado Mazón, en todo caso, pero sí es inédito que un cargo político le dé la vuelta a la premisa y, además, haya conseguido matar muriendo. No me refiero a las víctimas de la riada. A quien mata de verdad con el fondo y con las formas es al propio líder de su partido y de la oposición, Núñez Feijóo, ese que quiere gobernar España.
Y es que con esta dimisión del presidente valenciano, una renuncia de solo la puntita y nada más, se abren muchos escenarios, y todos ellos pintan en bastos para el gallego. Después de un año de besos y abrazos al dimitido, de ‘Carlos, sé fuerte’ y de todo lo demás, ahora el presidente saliente lleva la patata hasta su punto de fusión antes de servirla en bandeja incandescente para su ingesta al desfigurado líder de su partido.
Ya sabemos lo que pasó. Falta ahora saber qué pasará. Pero no me resisto a regionalizar la polémica. En un momento histórico en el que cualquier asunto parece ser monetizable en estrictos términos políticos y electorales, es habitual a nivel local intentar dimensionar el ruido nacional para transformarlo en murmullo de terruño, y a mí me da pena. A una semana de que el Congreso de los Diputados tenga que dar luz verde a la tramitación del Estatuto de Castilla-La Mancha, me preocupa, casi me aterra, que los asuntos de extrarradio se cuelen en el debate político de la región.
Me explico. No sería justo comparar lo que ocurrió en octubre de 2024 en la provincia de Valencia, a solo unos kilómetros de Minglanilla, con nada de lo ocurrido en Castilla-La Mancha. El agua no entiende de fronteras y llovió donde la isobara quiso que lloviera.Y en la linde del vecino, llovió y de qué manera. Pero forzar un espejo de cómo gestionaron unos y otros no debiera tener cabida aquí, no por falta de hueco, sino porque de nada sirve.
Imagine usted ser alcalde del PP en Villa de Ves, el pueblo más pequeño de la provincia de Albacete, y que un vecino le venga a pedir cuentas de que si Mazón estaba en El Ventorro con no sé quién cuando pasó no sé qué. Y que ese vecino ni caiga en la cuenta de si ese alcalde le ha arreglado o no la farola que no lucía en su calle. No sería justo.
Más allá de lo institucional, a nivel político en esta región, enredarse en intentar retratar al adversario por lo que ocurrió en Valencia no es solo descortés e inoportuno, es además es ineficaz y contraproducente. Manosear la tragedia del de al lado no debiera ser argumentario político, ni de unos, ni de otros.
Y es que mal ejemplo han dado PP y PSOE en nuestra tierra al intentar atizar políticamente con la desgracia valenciana, algo que ha ocurrido de manera bidireccional entre quien gobierna y quien aspira a gobernar.
No se entienden las críticas ‘populares’ a la ausencia de García-Page en el homenaje de Letur, –coincidía en día y hora con el Funeral de Estado de Valencia–; y no se puede comprender la réplica socialista empeñándose en llamar a Paco Núñez «el Mazón de Castilla-La Mancha».
Nadie sabe qué ronda en la cabeza de los estrategas políticos de uno y otro lugar, pero me cuesta pensar que una vecina de Balazote o Beteta tenga realmente interés en estas escaramuzas de tablero nacional a la hora de decantarse por una u otra papeleta para elegir quién presidirá la región. Y si así fuera, si estuviera equivocado, desde luego, no he acertado con mi vocación de periodista local.
Humberto del Horno

