DESDE EL ACEQUIÓN | Un tiro en el pie duele el doble

Artículo de opinión de Antonio Martínez

Querido paisano;

Te escribo desde la cima de la Motilla del Acequión, verdadera joya de la cultura de las motillas manchegas, al decir de los entendidos en la materia, opinión que parece no compartir nuestro querido alcalde, a tenor de la escasa atención que le presta a uno de los once Bienes de Interés Cultural con los que cuenta nuestra ciudad, por lo que cada día que transcurre estoy más convencido de que para el inquilino del despacho rectangular de la Casa Consistorial, este yacimiento arqueológico no deja de ser, además de una molestia del quince, una quincalla o una pieza de bisutería baratera. Creo que no andarás muy equivocado si imaginas que lo que se rumorea en aquellas cuatro paredes con vistas, es que llamar a aquello joya, quizás sea un poco exagerado.  

A pesar de que te toque en lo más hondo de tu corazón, estoy seguro de que coincidirás conmigo en que si la desafección de nuestro primer edil local se circunscribiera exclusivamente a la Motilla, pues no quedaría más remedio que hacer de tripas corazón, plegar velas, valorar que igual estamos equivocados y a otra cosa mariposa. Pero es que resulta alarmante la falta de iniciativa y empuje para lograr que la ciudad cuente con algún elemento único que la haga brillar con luz propia en el mapa nacional de lugares de especial interés. Por desgracia, la apatía parece formar parte indisoluble de la manera en la que los actuales dirigentes populares entienden el gobierno de la capital, por lo que a la sufrida ciudadanía no nos queda otra que seguir dando la turra, hasta hacer de Albacete la tierra de las oportunidades, obviando para los restos la palabra “perdidas”, que hoy por hoy figura al final de la frase. Y mira que me jo…roba que sea lo que parece que es.

No creo que a nadie le pueda parecer ni un desatino ni un despilfarro, que se destinen dineros municipales a la mejora de aceras y calzadas, a adecentar los mercados de abastos, los centros deportivos o de ocio y a favorecer la movilidad de la ciudad, a fin de cuentas estamos hablando de algunas de las obligaciones que establece la Ley de Bases de Régimen Local para los municipios de nuestro tamaño. Vamos, que tampoco es para tirar cohetes cumplir con lo que la Ley te obliga.

Lo que ya no es imperativo legal pero sí muy aconsejable, es que nuestros gobernantes ambicionen una ciudad en color y más alegre, que sueñen con un futuro dinámico, que anhelen la excelencia y que se dejen las pestañas en el empeño. Triste y gris porvenir le espera a quien se da por satisfecho con insertar un anuncio de diez segundos en las marquesinas de la Gran Vía de Madrid, o se intercambia reportajes fotográficos con otros alcaldes y alcaldesas de ciudades limítrofes, curiosamente todos compañeros de partido, en un frágil intento de promoción turística de difusas expectativas, que más parece una reunión de colegas para cubrir el expediente que otra cosa.

Las oportunidades no se presentan solas, hay que crearlas, perseguirlas con ahínco, no dejar escapar aquellas que generosamente se dejan querer y sobre todo no aburrir a quien arrima el hombro. Faltaría más.

Y no me refiero solo a la renuncia de nuestro aguerrido alcalde a participar en la elección de la Capital Española de la Gastronomía en 2026, que tiene delito autoexcluirse de antemano a las primeras de cambio. Una falta de interés que puede llevar a pensar que desde el propio Ayuntamiento se pone en duda la capacidad de la ciudad y sus gentes para acoger un evento de esta envergadura. La verdad es que con amigos así, uno se pregunta que para qué necesitamos adversarios.

La nómina de vagones que se han saltado la parada albaceteña conformaría un convoy demasiado extenso, y ejemplos como las meigas, haberlos haylos, aunque hoy solo te citaré dos, que tampoco es caso de ponerme cansino. A saber; la valija que custodiaba el presupuesto preciso para transformar el antiguo edificio del Banco de España en el Museo Nacional de las Artes Circenses se perdió para siempre, sin que nadie haya entonado hasta la fecha el mea culpa, o se haya puesto una miaja colorao o colorá. Y ahí sigue el edificio, abandonado, acumulando óxido y polvo y criando palomas en pleno Altozano.

El colmo de la dejadez, la falta de empatía y empuje, lo hemos conocido hace pocos días, cuando la asociación Amithe anunció que se bajaba casi en marcha del tren que nos debía llevar hasta París, para presentar la candidatura del Teatro Circo a formar parte de los inmuebles calificados como Patrimonio Mundial de la UNESCO, y visto lo visto, mucho me temo que no van a ser los únicos que echen el freno de mano. Mal está no mover un esparto en meses, a pesar de que la empresa no resulte sencilla ni rápida, pero lo que no tiene perdón de Dios es hastiar a quienes hasta ahora estaban dispuestos a echar una mano a cambio de nada.

Y aprovechando que el Júcar pasa por Albacete, tanta dejadez imposibilitará que dentro de la información que ofrece a quienes nos visiten la nueva tarjeta de Imprescindibles, que se repartirá de forma gratuita en la Oficina de Turismo del Altozano, figure referencia alguna a la Capitalidad Gastronómica de España, al Museo Nacional de las Artes Circenses, o que junto al Teatro Circo se cite aquello de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Una pena ¿verdad?, pues ya sabes lo que toca cuando toque.

Antonio Martínez

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