(Se lo llevó la tormenta y el tiempo, nadie se pudo salvar / Solo quiero una chispa de luz, suspira por volver a empezar Saharabbey Road – Vetusta Morla)
La vida de un observador, más todavía si escribe lo que observa, está plagada de recuerdos en forma de fotografía que son solo capturas de películas de todo tipo, buenas, malas y regulares. Esta función nuestra no es otra que la de radiografiar lo mejor posible la actualidad de la manera más neutra y aséptica para que el consumidor de la información tenga todas las herramientas posibles para atreverse con un diagnóstico fiable. Pero hay veces que la imagen que queremos ofrecer se difumina. Y no siempre es culpa de periodista.
Si usted lee esta entrega en el contexto para la que fue creada, aún caliente, se ubica usted a 29 de octubre de 2025. Ese día en el que todos los medios de comunicación que tenga a su alcance estarán plagados de álbumes de lo que ocurrió 365 días en Letur.
Cuando el agua ya era lodo todo se llenó de medios nacionales, menos que en la provincia de Valencia por cuestiones obvias de magnitud. Pero los primeros en llegar nunca son los que salen de Madrid. Aquella noche del 29 de octubre, Marta López con la libreta y Miguel Ángel Romero con la máquina, ambas herramientas con la pegatina de El Digital de Albacete, se abrieron paso para dar voz. Consiguieron hospedarse y avituallarse lo suficiente para no bajar el volumen en ningún momento.
Una cobertura que empezó cuando tocaba y no terminó hasta que no debía. Con el apoyo de toda una redacción (Nacho, Noelia, Javier) alerta en el cielo de Tesifonte Gallego, las noticias fueron fluyendo para poder retratar una de las crónicas más negras de la provincia. Cuando la obligación del oficio manda, no se le hace caso a nada de todo lo demás.
En Toledo, a la redacción de Europa Press, el primer aviso llegó de la mano de César Martínez, comunicador con décadas de experiencia en prensa local a la espalda, hoy director de Objetivo Sierra de Albacete. «Se está liando en Letur», fue el pie que acompañaba una decena de vídeos de la avenida de la Guardia Civil aplastada por la riada. Eran las tres de la tarde.
En ese mismo instante, en la capital albaceteña, Víctor, fotógrafo y camarógrafo colaborador de la agencia, recibió la orden de poner rumbo a Letur al mismo tiempo en el que el Gobierno de Castilla-La Mancha elevaba el grado de alerta a través del Meteocam hasta el nivel 1. El reciente cambio de hora hacía que a esas alturas de las cinco de la tarde la noche ya empezara a coquetear con el horizonte de la Sierra del Segura. Las cuentas a esa hora ya apuntaban a dos desaparecidos, saldo que se fue a seis antes de la medianoche. Ya nunca aparecieron con vida.
Eran los primeros compases de una noche que, solo de recordarla, parece no haber terminado todavía. Llamadas cruzadas, testimonios de vecinos, noticias oficiales de todas las instituciones disparadas desde la trinchera del luto y la preocupación.
Fue el primer día de los muchos que duró una cobertura tan dolorosa como emocionante, donde simplemente lanzar al aire los testimonios que se caían en la grabadora era suficiente para dar fe de cómo afecta a un pueblo de mil habitantes la peor de las catástrofes a la que nunca antes se había enfrentado.
Antonio, Juan y Jorge se sumaron al equipo que encendió la luz informativa desde la agencia hasta donde se pudo en los primeros compases. Mientras lo peor de la DANA se cebaba con Valencia y ya con las ediciones de los periódicos nacionales cerradas, fue la cámara de Europa Press la que brindó las fotos de portada en todos los papeles del día siguiente. Y allí, con la pluma de unos y los objetivos de otros, empezó a fluir el periodismo de agencia en uno de esos momentos donde también es necesario.
Y fue ahí, hace un año, cuando Carlos nos contó cómo había cerrado el estanco un segundo antes de que el torrente desbordara su calle. El ciclón casi lle lleva por delante, y sin avisar a nadie, se resguardó en una esquina mientras rezaba y lloraba a partes iguales. No quedó nada de su pequeño comercio.
Un matrimonio extranjero que rondaba los 60 años estaban recién llegados a España. Tras visitar Valencia en los días previos, la pareja se decantó por el senderismo en Letur para dar continuidad a su aventura, que terminó pernoctando en el colegio de la localidad, ya desposeídos de todas sus pertenencias.
Irene y Jesús, vecinos de Letur, contaban entonces a duras penas la experiencia de ver a su pueblo sucumbir a la naturaleza. Los pocos testimonios que pudieron recabarse cuando el barro todavía no había conseguido asentarse.
Una cobertura que fue posible por la pericia y vocación de un equipo de personas que se la jugó para dar voz allí donde estaba el foco de la noticia. Y que lo fue, también, por la buena voluntad de la gerencia del Hotel Moreno, de Elche de la Sierra, que a la llamada de este director abrió las puertas de su pequeño establecimiento para que los enviados especiales pernoctaran.
Y contar esto un año después no tiene la intención de desviar la atención, que debe de estar donde estará en la tarde de este miércoles, que es en Letur, en el acto funeral por la memoria de las víctimas. O apretando a las instituciones para que no dejen que la riada se lleve las promesas de reconstrucción; o que no se olviden de que el pueblo tendrá que volver a amanecer sí o sí mañana, como lo ha hecho pese a todo en los últimos doce meses.
Contar esto solo pretende poner en valor el periodismo local por encima del ruido que viene del escenario capitalino. Que los que se mancharon entonces, como El Digital de Albacete, como la Delegación castellanomanchega de Europa Press, aún tienen barro en las botas. Y ni uno, ni diez años después, dejaremos de lucir con orgullo que estuvimos donde tocaba. Y por eso firmo la de hoy con el orgullo de prestar servicio en ambas marcas.
Humberto del Horno

