Un día volvió a casa tan encantada con la vivienda donde se había alojado en la playa, que nada más llegar escribió a su anfitriona. «Le dije que quería volver dos semanas después, pero con mis padres. Y así fue». Ana Martínez, vecina de Albacete, lleva ya 80 intercambios de casa a través de HomeExchange, una plataforma global que propone algo tan sencillo como dejar tu hogar en manos de otros para poder viajar sin pagar alojamiento. «Fue la única opción que tuve ese verano, porque estaba en un ERTE y no cobraba casi nada», explica.
HomeExchange funciona como una red mundial de viajeros que se alojan en casas de otros miembros a cambio de intercambios recíprocos o de GuestPoints, un sistema de puntos que permite más flexibilidad. «Tú te registras, pagas 175 euros al año, publicas tu casa con fotos, camas, habitaciones… y la plataforma te da un valor en puntos. Luego puedes usarlos para viajar a donde quieras, sin necesidad de que el intercambio sea simultáneo», cuenta Ana a El Digital de Albacete.
Es decir, alguien puede venir a tu casa aunque tú no vayas a la suya, y tú usas esos puntos para alojarte en otro lugar. «La mayoría de las veces yo me he ido por puntos y han venido por puntos. Es muy fácil y muy de confianza», añade.
Cómo empezó todo
Ana descubrió HomeExchange en plena pandemia. Fue una necesidad, no una decisión planificada. «Fue a raíz del Covid. Estuve en un ERTE, y cobraba nada y menos. Me lo comentó un compañero mío», señala. Lo que empezó como una alternativa económica para poder veranear terminó convirtiéndose en su forma de viajar habitual. Más de 80 intercambios después, sigue entusiasmada con cada experiencia.
«Esa fue la única opción de vacaciones que tuve ese verano, porque no me podía permitir otra cosa. Pero ya me enganché», recuerda. Desde entonces ha recorrido media España y parte de Europa gracias a este sistema. «Hemos estado en Bélgica, Canarias, Pamplona, Valencia, Andalucía… Sobre todo, en sitios de costa», indica.
¿Dejar mi casa a un desconocido?
La pregunta que muchos se hacen es si cuesta confiar. ¿Y si me rompen algo? ¿Y si no cuidan mi casa? Ana lo reconoce: «La primera vez fue un poco raro». Pero también dice que el miedo desaparece rápido: «Primero fui yo a casa de otras personas que no me conocían. Me hicieron sentir muy a gusto y fue muy agradable. Luego ya, cuando me tocó dejar mi casa, me lancé».
No tiene grandes lujos en casa, dice. «Yo tampoco tengo una casa de súper mega lujo, ni tengo cosas súper valiosas. Al final lo más valioso son los recuerdos, y eso a la gente no le interesa», explica. Desde entonces, ha aprendido incluso a disfrutar del acto de ceder su hogar: «Te crea adicción también lo de dejar la casa. Cada vez intentas dejarla mejor para que la gente se lleve una buena idea».
Lo que Ana más valora de esta forma de viajar no es solo el ahorro -que también-, sino la experiencia auténtica. «Estás como en casa, porque la gente te dice sitios donde ir en la ciudad donde estás, y no son los típicos sitios turísticos que te pueden aconsejar en Instagram o en las guías, sino lugares dónde van ellos a desayunar o a comer».
Además, en la plataforma se pueden afinar los filtros según las necesidades de cada uno: «Puedes elegir si quieres ir a una casa que tenga juguetes, o cómics. Hay casas que son una flipada. Yo he estado en algunas que no me podría permitir económicamente, pero es que te abren las puertas y estás en primera línea de playa o en la montaña, con piscina…».
Una plataforma en crecimiento
Ana forma parte de una comunidad que no deja de crecer. En 2025, HomeExchange ya suma 38.069 miembros en España, de los cuales 323 viven en Castilla-La Mancha, y 61 solo en Albacete. Durante este año, en esta provincia se han registrado 2.055 pernoctaciones, un 13,5 % más que en 2024, con un verano especialmente activo: 818 pernoctaciones y 41 intercambios solo entre junio y septiembre.
Y es que, en un contexto de inflación, encarecimiento del alquiler vacacional y saturación turística, el intercambio de casas se presenta como una alternativa sostenible y real. «Viajar muchísimo sin dejarte el sueldo», como lo resume Ana. «Yo me he ido a la playa un montón de fines de semana, y he tenido vacaciones que a lo mejor no me hubiera podido permitir de otra forma».
Cuando algo sale mal
¿Y si hay un problema? Ana solo ha tenido uno en 80 intercambios. «Unos me estropearon la colcha y se portaron bastante mal conmigo, fueron muy maleducados». Pero la plataforma respondió bien. «Me puse en contacto con HomeExchange y enseguida se pusieron manos a la obra. Contactaron con los inquilinos, les retuvieron dinero y me compraron otra colcha nueva. Todo se solucionó muy rápido».
La tranquilidad que le da la plataforma también está en los detalles: cancelaciones de última hora, daños o imprevistos están cubiertos por el sistema de garantías que ofrece HomeExchange con la suscripción. «Te da confianza. Al final, igual que yo voy a tu casa, tú puedes venir a la mía. Lo que no quiero que me hagas a mí, no lo hago yo en tu casa».
La diferencia con los pisos turísticos tradicionales es clara. «No estamos hablando de negocio. No pagamos, en ese sentido. Esto es compartir». Ana lo explica con naturalidad: «Nosotros siempre intentamos dejar para el desayuno, o unos Miguelitos, o algo típico de la zona. Siempre intentamos algo de la tierra, y somos de llevar vino».
Con el auge de la economía circular y una conciencia más crítica hacia el turismo masificado, este modelo ha ganado peso. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, los intercambios subieron un 72,3 % este verano respecto a 2024. Los viajeros manchegos eligieron destinos como Andalucía, Comunidad Valenciana, el País Vasco, Cataluña o Madrid. Y recibieron a personas de toda España y de países como Francia, Holanda, Portugal e Inglaterra.
Más que viajar, descubrir
«Hay veces que tú dices ‘quiero ir a París’, y en París no hay nadie disponible… pero te aceptan en Nantes. Y dices: ‘oye, pues venga, voy a ampliar el rango’. Y descubres una zona a la que no habrías ido». Esa es una de las claves que Ana destaca del intercambio de casas: la apertura a lo inesperado. «Estamos descubriendo sitios que no habríamos conocido de otra forma».
¿Y lo recomendaría a otros? «Sí, sí. Lo que pasa es que nos queda confiar más y quitarnos el ‘es que mi casa, con mis cosas…’. Tú también vas a casa de alguien con sus cosas. Al final es una buena forma de conocer mundo y bastante barato».
Hoy, Ana no se plantea volver a reservar un hotel. Para ella, viajar ya no es solo cambiar de lugar, sino también abrir su casa, conocer otras formas de vida y, sobre todo, compartir. «Es que al final te das cuenta de que hay mucha más gente buena que mala», dice. Y con 80 intercambios a sus espaldas, puede decirlo con conocimiento de causa.

