((No sé lo que me pasa últimamente, no dejo de espiar a mi vecina de enfrente Espiando a mi vecina – Un pingüino en mi ascensor))
No sé si la forma de titular la entrega de hoy se acerca a eso que llaman ‘clickbait’, pero si ha llegado hasta aquí empujado por lo atractivo que resulta la letra de la canción del grupo ‘Un pingüino en mi ascensor’ que hoy me sirve como bandeja para presentar esta entrega, quédese hasta el final. No hay vecinas, pero sí hay espías. O eso dicen. Yo les cuento.
Van trece (para catorce) años en los que paso cierto tiempo dando cobertura a todo lo que acontece en el Parlamento de Castilla-La Mancha, sobre todo sesiones plenarias. Parece poco hasta que uno cae en la cuenta de que son más de uno de cada cuatro de todos los que se han suscitado en la sede de la soberanía regional. He visto de todo, desde diputados de la oposición protestando cacerola en mano contra el gobierno de turno; partidos bisagra torpedear una tramitación presupuestaria en el último momento; y hasta al perro de una de las parlamentarias de la bancada minoritaria interrumpir por videoconferencia uno de los plenos telemáticos a los que nos obligó la pandemia.
Y aunque con estos tres botones de muestra pareciera que ser cronista parlamentario en esta tierra es algo divertido, no se crean, que en la atmósfera del Convento de San Gil reina un aburrimiento digno de pelusa de rincón. Incluso, les confesaré, la tradición del Gabinete de Comunicación de las Cortes de dejar caramelos sobre la mesa de los periodistas de la sala de prensa para endulzar las sesiones está empezando a perder alegría. Que ya peino alguna cana, y por aquella letanía de que ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’, les puedo asegurar que yo he llegado a comer Sugus o Picotas mientras debatían sus señorías, liturgia que en los últimos tiempos ha cambiado estas chuches premium por mentolines y caramelos de café. Habráse visto.
Lo último que ocurrió entre el estrado y los escaños del salón de plenos fue, en dos turnos y por más de una docena de horas, el Debate sobre el Estado de la Región, DER para los amigos. Con el Reglamento de las Cortes en la mano y yéndonos a su artículo 196, esta sesión en tres actos viene a ser la cita anual en la que, en primer lugar, el presidente autonómico expone su libro, y lo hace sin límite de tiempo. Tras esta introducción, el nudo pasa por aquello que llamamos ‘cuerpo a cuerpo’, tablero donde los líderes de los grupos de la oposición afilan el cuchillo contra el que manda mientras plantean su alternativa. El desenlace final son, como así fueron el pasado viernes, tres monólogos, uno por cada uno de los grupos parlamentarios, que turnando portavoces van pasando en carrusel por la tribuna de oradores a plantear soluciones que solo acabarán votando ellos mismos. Y es que el Parlamento ya no es ese foro a donde se va a convencer al adversario desde el uso de la palabra.
El resumen de este último DER podría quedarse en estas premisas aderezadas de bostezos si no fuera por algunos brochazos de letra pequeña que dejaron los discursos de Emiliano García-Page, el presidente; y Paco Núñez, el aspirante, en los que me centraré ahora en orden inverso para ir terminando el planteamiento.
El ‘popular’, líder de la oposición, verbalizó desde el estrado sus dudas al respecto de la tramitación del Estatuto de Autonomía que ya está llamando al timbre del Congreso de los Diputados para continuar con su camino parlamentario. «Me da en la nariz que Sánchez y el PSOE no nos van a dejar que aprobemos el Estatuto», espetó cuando le tocaba. Y es que esa Carta Magna castellanomanchega que tanto costó blindar por la vía del consenso entre los dos grandes partidos tiene ahora que echar la puerta abajo de la Cámara Baja, para lo cual necesita imperiosamente que en el plano nacional, tanto PSOE como PP levanten el pulgar hacia arriba. La insinuación de Paco Núñez tiene aura de verosimilitud, y es que cualquiera daría por bueno el argumento de que Pedro Sánchez quiera darle al presidente castellanomanchego una bofetada en la mejilla que más le pueda doler.
El socialista, de su lado, dejó una mina en el campo de juego. A ‘sotto voce’, y casi pasando desapercibido para una sala de prensa donde el bostezo general ilustraba el ambiente, llegó a asegurar que fue espiado por uno de los cinco subdelegados del Gobierno de Pedro Sánchez que operan en las provincias de la Comunidad Autónoma. «Hemos tenido a un subdelegado buscando y escarbando a ver si encontraba cosas sucias de este presidente», deslizó. Un extremo desmentido por el paladín de Sánchez en la región este mismo lunes. «No nos consta», dijo, escueta, Milagros Tolón.
Termino la historia de espías hablando, además, de aquellos que espiaron poco o muy poco, que de todo hay. Y es que algún diputado de la tercera de las bancadas, esa que pertenece al partido minoritario en cuanto a representación parlamentaria, se ahorró el tramo final del debate cuando solo restaba el PSOE por interlocutar con el presidente. «Me voy ya, que hasta mañana no intervengo», se llegó a escuchar en los pasillos a algún que otro parlamentario de Vox al que se le hacía larga la sesión y abandonaba la casa a la carrera. Supongo que a estas alturas ya habrán devuelto a la caja la parte proporcional de la dieta que se les asigna por representar a quienes en su día les votaron.
Humberto del Horno