Querido paisano;
Un día más te escribo desde la cima de ese mirador declarado Bien de Interés Cultural que es la Motilla del Acequión, y un día más me pregunto para qué querrá nuestro apreciado alcalde disponer en la ciudad de este tipo de joyas, si no las valora como se merecen. A fin de cuentas, representan una parte importante de nuestro particular acervo cultural. La falta de atención y mimos por parte de nuestro Ayuntamiento son tan dolorosos como evidentes y ejemplos como las meigas, haberlas haylas. Y no me refiero solo a la que fue tu morada durante cientos de años, sino también, y por citar tan solo un ejemplo, al Pasaje de Lodares, que tiene guasa que no haya merecido por parte de nuestros ¿responsables? municipales el más mínimo reconocimiento a sus primeros cien años de vida. Por no hablar del Banco de España, que sin ser un BIC, sigue durmiendo el sueño de los justos. Debe ser que esto de cuidar de lo nuestro, aunque venga de antaño, no forma parte de la Marca Albacete, o lo que es lo mismo “Mucho te quiero perrito, pero pan poquito”.
Quizás no sepas que durante los últimos días se ha estado hablando en los habituales mentideros municipales acerca del contrato de mantenimiento de las zonas verdes de las que dispone la ciudad y sus pedanías. Pero no solo de la nueva adjudicación, que todavía no se ha formalizado a pesar de que la fecha límite para la presentación de ofertas finalizó hace más de cuatro meses, sino del antiguo contrato, que aunque te cueste creerlo lleva caducado desde el mes de mayo del año pasado, prórrogas incluidas. Lo que ha llevado a que el todavía adjudicatario no tenga más remedio que ir presentando facturas mensuales por los trabajos comprometidos contractualmente, aunque estos dejen mucho que desear. Solo hace falta darse una vuelta por los parques, zonas ajardinadas o la propia vía verde hacia el paraje de El Palo, para darse cuenta de que su mantenimiento y conservación no superarían ni por asomo la prueba del algodón, ni la de la suegra.
Las alarmas se han disparado cuando han ido apareciendo facturas por importes sensiblemente superiores a los que venían siendo habituales en más de un 20%, sin que aparentemente existan mejoras en las condiciones laborales del personal contratado, o hayan supuesto un aumento en las frecuencias de ejecución de determinados trabajos. Un misterio digno de un expediente X de esos que tanto gustaban desentrañar a los agentes Mulder y Scully.
No es preciso tener el pelo blanco para suponer, colegir o adivinar que a alguien se le ha ido el santo al cielo con esto de los plazos y ya puestos pues se está aprovechando este periodo de transición entre un contrato y otro, para ajustar cuentas y poner al día la letra pequeña del contrato. Y conste en acta que esto no es información, es suposición.
La oposición, en su papel y haciendo lo que debe, pregunta el porqué de esta situación y cómo es posible que se haya llegado a estos extremos. El gobierno, en el papel desabrido al que nos tiene acostumbrados, contesta arramblando como elefante en cacharrería arremetiendo contra Tirios y Troyanos, acusando a los demandantes de información que querer torpedear los acuerdos y como no, de ir en contra de los intereses de los trabajadores de la contrata, de Albacete y ya puestos hasta del mundo mundial. Frase éstas, que como los grandes éxitos del verano de los 40 principales, siempre salen a relucir cuando no se tiene otra cosa mejor que decir, o cuando lo que realmente se debe decir no conviene ni siquiera pensarlo, cuanto menos decirlo. Y mentir, aunque según el PP no sea delito, está muy feo.
A los más viejos del lugar este tipo de peripecias, lagunas, vacíos e interpretaciones varias, seguro que no les son ajenas. Existe una especie de déjà vu que envuelve todo lo relacionado con el dichoso contrato de mantenimiento de las zonas ajardinadas municipales. Y lo digo, porque hace unos años, cuando se adjudicó el ahora caducado contrato, prórrogas incluidas, curiosamente se encontraban al frente de la gestión municipal los mismos y las mismas personas que ahora. Y como yo no creo en las casualidades, todo lo acontecido me lleva a pensar que una cosa es presumir de ser buen gestor y otra serlo de veras, especialmente cuando pintan bastos.
No es que me quite el sueño ni mucho menos, pero me gustaría que nuestro apreciado alcalde satisficiera mi curiosidad y corroborase mi suposicion, eso sí, en petit comité y fuera de micrófonos, acerca de la identidad del viejo rockero curtido en mil batallas periodísticas que ahora forma parte de la extensa nómina de asesores que le rodean, y que parece ser el encargado de poner en boca de los demás sus propias desdichas y miserias. Porque solo así se entiende que se tilde a la oposición de tener poca catadura moral, por el simple hecho de preguntar por algo que a simple vista no tiene mucha explicación y sobre la es que difícil hasta especular. Es tal el disparate y la exageración que no merece mayor comentario, porque arrogarse para sí el papel de medidor oficial de la moralidad de los demás, utilizando como unidad de medida tus propias reglas y criterio, además de ser un despropósito mayúsculo solo te conduce a la melancolía y a la añoranza de tiempos pasados que ya no volverán. Amén.
PD. No siempre es bueno recitar a pies juntillas lo que pone en el papel que te han puesto delante, como tampoco lo es prestar tu nombre para suscribir lo que otros escriben con más o menos bilis en el bolígrafo.
Antonio Martínez
 
				

