ASÍ SUENA | La capital de lo surrealista

Artículo de opinión de Humberto del Horno

(Bienvenidos a Bruselas // A primera vista, no es muy bonita // La capital de lo surrealista // Te daremos un manual    Ici Bruxelles – Jaune Toujours))

   No sé qué tiene el Delirium Café, un antro del centro de Bruselas que no puedo evitar visitar cada vez que la obligación del oficio me lleva a la capital continental a cubrir algún asunto europeo. Será por su carta de 3.000 cervezas distintas a la que nunca le podré dar la vuelta. O será, tal vez, por su morfosis laberíntica que une hasta cuatro locales distintos en uno solo con cientos de salas y habitaciones distintas entre sí pero con la misma atmósfera, capaz de parar el tiempo a una ciudad sin segundero en el reloj donde pasan tantas cosas en un instante que los minutos se convierten en horas, las horas en días, los días en semanas. Si Ted Mosby tenía su McLarens’ en ‘Cómo conocía a vuestra madre’ y Ross Geller tenía su Central Perk en ‘Friends’, ¿por qué no iba yo a tener un Delirium? Cuanto más viejo, más me gusta, culpa de ese aroma a eterno Erasmus donde todos los cuarentones que sobrepasan su felpudo vuelven a ser universitarios.

    Un lunes en el Delirium es un viernes en cualquier otro sitio. Hordas de ciudadanos de toda Europa transitan su suelo pegajoso entre barriles centenarios y bajo no menos de un millón de anuncios publicitarios de cerveza que se amontonan en las paredes. No son turistas. Pertenecen, en su mayoría, a todas las derivadas que implica que la ciudad sea el epicentro de los asuntos políticos que se tratarán a lo largo de la semana en cualquiera de las instituciones europeas que pagan el IBI bruselense.

   En lo que duran tres cervezas de lunes en el Delirium uno puede ver pasar por delante de sus ojos a un lobby del sector lechero, a un grupo de traductores de la Comisión Europea, al Gabinete de una consejería de un gobierno autonómico cualquiera, a una banda de coreanos empujados por su ‘Guía Routard’ o a una agrupación de folklore formada por treinta croatas que, a tenor de los 150 vasos vacíos que acumula en sus mesas, no debe de acordarse de que actúa al día siguiente.

   Así es el Delirium. Como aquella oficina de la película ‘Men in Black’ donde alienígenas de todo pelo compartían café y burocracia con humanos rasos. Una macedonia rara, pero nutritiva de algún modo.

   Y mientras el lunes se teñía de martes coincidiendo con la medianoche, caí en la cuenta de que el Delirium es la perfecta biopsia de la ciudad. Y la ciudad, el paradigma de lo que le ocurre a nuestro Viejo Continente. Bélgica, un país donde no existe el ‘Hombre del Saco’, porque quien viene a por los niños que se portan mal es, créanme, el Duque de Alba.

   Y es que Bruselas, como Bélgica, es un cajón de sastre indescifrable donde todo pasa y donde nada se queda. Capital de un país disfuncional, esculpido en su versión más moderna como puro amortiguador impuesto por Gran Bretaña ante posibles expansiones de Francia o Alemania. Un tapón tan efectivo que bajó las persianas en las dos guerras mundiales y blindoó el paso de ejércitos extranjeros.

   Esta criatura que a la postre fue clave en la creación de la Unión Europea nació deforme y deforme se quedó. Un país que, por obligación, tiene que ver representadas a todas sus comunidades en el Gobierno federal, lo que le lleva a lucir en su Ejecutivo hasta ocho partidos distintos. Una nación que luce como insignia gastronómica patatas fritas con mejillones. Si Bélgica fuera una película, se habría rodado a cuatro manos entre Nolan y Buñuel, con Tintín y Los Pitufos como protagonistas.

   Desde aquí les escribo, en plena cobertura de la Semana de las Regiones, cita anual al amparo del Comité de las Regiones, la hermana pequeña y malcriada de todas las instituciones europeas. Sin la solemnidad del Parlamento, sin la contundencia de la Comisión, sin ningún encanto, al fin y al cabo, sirve sin embargo como espacio para que los más pequeños suban el volumen a su vocecita.

   Y así lo está haciendo Castilla-La Mancha en una semana que parece en ocasiones el reflejo de la ciudad que la acoge, deslabazada y de colores. La Delegación del Gobierno de la región destacada en Bruselas, mimetizada con el semblante de la ciudad, ha invertido su semana en imitar ese «un poco de todo» que destila Bruselas. Vivienda, transporte a la demanda y políticas de digitalización han sido los caballos de batalla colocados por la representación regional en la cita. Una tarta donde la guinda la ha puesto la Agrupación Virgen de las Viñas de Tomelloso en una muestra de folklore continental. El mismo acto donde han compartido escenario con treinta croatas con sus treinta resacas. 


Humberto del Horno 

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