ASÍ SUENA | Un mundo con justicia universal

Artículo de opinión de Humberto del Horno

((No vas a verme mirando atrás, no vas a verme hablando de ayer, quiero un mundo con justicia universal   Justicia universal – Dorian))

   España rural, España vacía, España vaciada, llámelo como quiera, pero todas las nomenclaturas que sirven para poner el acento en la dificultad de prestar servicios en esta tierra por la dispersión y la baja densidad poblacional vienen a querer decir lo mismo, y es que cuesta mucho más garantizar la igualdad de acceso a los servicios que en las grandes ciudades. 

   Sanidad, educación y servicios sociales son el ‘sota, caballo y rey’ cuyo soniquete se acomoda más allá de nuestros tímpanos cada vez que oímos hablar a un político de soluciones y problemas o de problemas y soluciones para retener a sus vecinos en sus pueblos. Pero poco se habla de la justicia y nada se escucha de la importancia de garantizar un buen sistema judicial sea cual sea el territorio como otra de las claves para que todos seamos iguales ante la ley. 

   Ya está en marcha la implementación de la llamada Ley de Eficiencia de la Justicia, que en tres actos busca ser el punto de inflexión en la organización de su sistema, un texto legislativo que surgió como respuesta a la necesidad de actualizar los recursos judiciales de todo el país, algo que no se hacía, ni siquiera se pretendía hacer, desde hace 40 años. 

   Una eficiencia que no lo podrá ser sin manos que la hagan eficientes, y es que hay un problema de fondo en este país que parece que solo retumba de puertas de juzgados para adentro: Faltan jueces. Un problema que en Castilla-La Mancha es, si cabe, más preocupante todavía. 

   Legislar sin presupuesto es como traer el mundo a una criatura con la confianza de que el pan que traiga debajo del brazo sea lo suficientemente grande como para alimentar a toda la familia, pero así no es como se hace Y así ocurre con este texto legislativo, que aunque se apellide ‘De Eficiencia’ estará lejos de cumplir su cometido por aquello de llegar con la hucha vacía. Y cuando el presupuesto es cero, el objetivo es imposible. 

   Castilla-La Mancha arrancaba 2025 con un total de 211 jueces en ejercicio, y dando por hecho que se cubrirán tres plazas más en juzgados especializados contra la violencia machista, todavía quedarían 45 para conformar una alineación con la que poder administrar justicia a un ritmo normal. 

   Desde el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha se vienen reclamando de manera prioritaria e imprescindible al menos quince más para que el metabolismo del Poder Judicial en nuestra región empiece al menos a soñar con alcanzar una velocidad de crucero medianamente efectiva para poder prestar este servicio esencial a todos nuestros vecinos. 

   Algo que no ocurrirá, ni aquí ni en el resto del país, hasta que los otros dos poderes que se sientan a comer a la mesa, el Legislativo y el Ejecutivo, adquieran verdadera conciencia más allá de discursos vacíos de que la seguridad jurídica y resolver litigios en tiempo son también mimbres para armar no solo la cesta de una una sociedad más justa,  también la del desarrollo económico. 

   La justicia no da votos y por eso no aparece en los programas electorales, ni siquiera en los debates parlamentarios, esos en los que gritar más te asegura el titular más grande. Pero de altura política sería constatar que mantener una estructura judicial que resuelva los conflictos en tiempo y forma es también garantizar un Estado de Derecho que debiera ser obligatorio. 

   Y todo esto no se lo digo yo, me lo contó María Pilar Astray, que hace 191 días tomó posesión como nueva presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha cogiendo los mandos que dejaba huérfanos Vicente Rouco tras más de dos décadas ocupando el sillón de Presidencia, veinte años en los que no dejó de reivindicar lo que reivindica ahora su sucesora. 

   Y María Pilar me lo contó un lunes a las 10.00 tras abrirme las puertas del Alto Tribunal para arrancar la semana con una de esas entrevistas de las que un periodista sale con la sensación de haber aprendido más que en muchas asignaturas cursadas durante la carrera. 

   Y como solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, solo lamentaremos nuestra escueta nómina de jueces cuando tengamos prisa por que nos resuelvan un litigio. No cabreen a la diosa Iustitia, no se vaya a quitar la venda de los ojos. 


Humberto del Horno

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