Tras más de tres décadas de entrega pastoral, el párroco de Casas Ibáñez y Abengibre se despide de la comunidad a la que ha servido de manera ininterrumpida desde 1992. Durante estos 33 años ha acompañado a generaciones de vecinos en los momentos más importantes de sus vidas, desde bautizos, hasta bodas, y fiestas patronales.
Carmelo De Lara, natural de Torre de Juan Abad, provincia de Ciudad Real, es muy querido en la zona de La Manchuela, y en estos días cuelga la sotana dejando una gran huella de fe y cercanía. “Los recuerdos que tengo de mi llegada a Casas Ibáñez y Abengibre son muy gratificantes, porque la gente de La Manchuela es muy acogedora. Tuve la suerte de que en estas dos localidades la gente es extraordinaria, muy serena y dedicada a la cultura, participativa, y dispuesta en los temas religiosos. Además, los vecinos y vecinas sienten una gran devoción por su patrón y patrona. En Abengibre al Arcángel San Miguel, y en Casas Ibáñez a la Virgen de la Cabeza. En Abengibre me he ocupado de los servicios religiosos como entierros, bautizos, comuniones, bodas, misas dominicales, novenarios, y fiestas patronales. Por otro lado, en Casas Ibáñez, además de todo eso, también me he encargado de la misa diaria de la mañana, de atender la parroquia, y de predicar el evangelio desde la gracia de la salvación. Algo muy especial ha sido poder hacerme cargo de la ermita de la Virgen de la Cabeza, la cual hemos ido engrandeciendo y acercando a la gente para que vivan y celebren a su patrona”, indica.

Una vida dedicada a la Iglesia
Don Carmelo ha dedicado toda su vida a la Iglesia, y una gran parte de ella ha sido en parroquias de la provincia de Albacete, donde se ha ido ganando la confianza de sus fieles. “A los 14 años me fui a estudiar a la Universidad Laboral de Córdoba, y de allí pasé al noviciado de los Dominicos. Después de ser ordenado, estuve de párroco en un barrio de Córdoba, y luego pasé a una parroquia en el centro de Madrid. Tres años más tarde me vine ya a la provincia de Albacete. Comencé en Munera, donde estuve 14 años de párroco de la localidad, y luego 4 años como párroco en Casas de Juan Núñez, La Felipa, y Pozo Lorente. Ya en 1992 llegué a Casas Ibáñez, donde he estado hasta ahora, momento en el que me jubilo después de 33 años maravillosos”, refleja.

Feliz en Casas Ibáñez
A pesar de la jubilación, Don Carmelo ha decidido quedarse a vivir en Casas Ibáñez, porque “soy muy feliz aquí. De momento quiero seguir viviendo en Casas Ibáñez, participando en la vida del pueblo, y en todo lo que sea posible. Además, en su día, la casa parroquial estaba en muy mal estado, con humedades y desperfectos en los tejados, y unos grandes amigos del pueblo, la familia Gómez González, me ofrecieron una casa particular dentro de su comunidad familiar, y aquí vivo desde entonces. Estoy muy a gusto, porque Juan Antonio Gómez es como un hermano para mí, y su mujer, María Mercedes González, me acogió y me hizo sentir desde el principio como uno más de la familia, por lo que les estaré siempre muy agradecido”, señala.

Con respecto a lo que ha sido el hogar de Don Carmelo estos últimos años, Juan Antonio Gómez, tesorero de la Cofradía de la Virgen de la Cabeza, añade que “la casa parroquial estaba muy deteriorada, los váteres estaban muy estropeados, y la cocina estaba muy mal, por lo que no reunía las condiciones para vivir. Nosotros teníamos una casa al lado de la nuestra, que antiguamente había sido el registro de la propiedad del pueblo, y en ese momento estaba vacía. Así que se la ofrecimos, la adecentamos un poco, y aquí lleva Don Carmelo 18 años como uno más de la familia”, asegura.

Ha puesto en marcha muchos proyectos benéficos
Desde que llegó a Casas Ibáñez, Don Carmelo ha hecho muchas cosas por el pueblo. Juan Antonio Gómez nos cuenta que “creó el grupo ‘Amigos de manos Unidas’, con el que se han organizado muchos proyectos benéficos en todos los continentes, a través de rastrillos, tómbolas, o cenas simbólicas. Todo ello con el fin de recaudar fondos para los más necesitados. Recuerdo con cariño varios proyectos, como en el que Carmelo demostró su destreza con los pinceles, pintando casi una veintena de cuadros para realizar una exposición y venta a beneficio de Manos Unidas. También recuerdo con especial cariño el proyecto para los damnificados por el volcán de la Palma, en el que hicimos estrellas de Navidad para colgar en los balcones. En estos años también revitalizó las actividades con Cáritas, y fundó hace 15 años, con savia nueva y gente joven del pueblo, la renovada Cofradía de la Virgen de la Cabeza, que con el tiempo se ha convertido en una organización muy importante para Casas Ibáñez. Con su ayuda hemos hecho infinidad de cosas, como la explanada nueva de adoquines, la rehabilitación de la ermita de la Virgen de la Cabeza, o la puesta en marcha del anfiteatro de la ermita, llamado ‘Juan Alonso de Rivas’, un proyecto muy enriquecedor de ayuda a jóvenes con problemas de adicción a las drogas. También se ha encargado de dirigir a un equipo, del que formo parte, para adornar la iglesia en fechas señaladas, como Navidad, Semana Santa, o fiestas patronales, con adornos que fabricamos nosotros mismos artesanalmente en nuestro pequeño taller, casi siempre con materiales reciclados de madera, cartón, plásticos, chapa, hierro, o telas”, explica.

Un referente espiritual en la zona de La Manchuela
Después de 33 años, Don Carmelo se ha convertido en un referente espiritual en la zona. “Mi objetivo ha sido mostrar siempre el rostro misericordioso de Dios, que la gente pierda el miedo a encontrarse con Él, y que lo descubran como padre en definitiva. Me voy en paz sabiendo que, durante estos años, he entregado el evangelio y la posibilidad de acercarnos a ese misterio amoroso de Dios, a través de la eucaristía, y todos los misterios que la iglesia celebra. Voy a echar de menos el día a día en la parroquia, pero es cierto que ya no me veo preparado para seguir ese ritmo, ni mi cabeza está para seguir adelante. Ahora me centraré en el mundo de la oración, de la lectura pausada, de la música, del cine, y de la pintura. En definitiva, de las cosas que me gustan”, concluye. Su jubilación marca el final de una etapa, pero también el inicio de un nuevo capítulo en la vida de la parroquia, que seguirá inspirada por el legado de fe y entrega que, Don Carmelo, deja tras de sí.
















