Van Gogh se enamoró de una ciudad francesa allá por el 1888 y en ella estableció su hogar, llegando en esa estancia una prolífica época del pintor. Ahora, 2 siglos después, esa ciudad a orillas del Ródano está muy unida a Albacete gracias a su pasión por la tauromaquia.
El concejal de Asuntos Taurinos Alberto Reina ha recibido en el Ayuntamiento a un grupo de aficionados de la ciudad francesa de Arles, que en estos días están visitando la ciudad acompañados por Ángel González Puértolas, destacado aficionado y secretario del Club de abonados de la Plaza de Albacete.
Reina ha dicho a los aficionados franceses que “la ciudad de Albacete os acoge con los brazos abiertos, porque nos une la pasión por la tauromaquia como un evento cultural e histórico que es parte fundamental de nuestra idiosincrasia y trasciende incluso las fronteras nacionales”.
La delegación francesa ha visitado ganaderías de la zona y las instalaciones de la Escuela Taurina, “que es un orgullo para Albacete y una gran apuesta por el futuro de fiesta”. Según el concejal, “este grupo va a poder comprobar en su visita que somos una ciudad donde los toros son importantes, como se ha puesto de manifiesto con la Feria taurina, que sigue siendo una de las más importantes a nivel internacional. Además, la nuestra es una ciudad con una gran calidad de vida que merece la pena conocer”.

Van Gogh en Arles
Vincent van Gogh arribó a Arles el 21 de febrero de 1888. Durante su estancia en la ciudad, desarrolló una profunda fascinación por los paisajes provenzales, lo que se tradujo en la producción de más de 300 obras entre pinturas y dibujos.
Este periodo resulta fundamental en la trayectoria artística del genio holandés, pues en él se gestaron algunas de sus creaciones más emblemáticas, como Café de noche, La casa amarilla, Noche estrellada sobre el Ródano y L’Arlesienne.