Pinar, Galván y Ginés Marín, esfuerzo titánico frente a una montaña rusa averiada de Victorino

Pinchan una oreja cada uno con una corrida muy desigual de presentación y vacía por dentro

El primero de la tarde, a uno de los 550 kilos, se despistó con los papelitos, que bailaban una danza con ese viento que se cuela siempre en el ruedo. Este año, del Sáhara. Un calor asfixiante. Esa fue la excusa para dulcificar ese carácter frío de salida. Bufándole a la arena, con ese miedo de más que impone un toro cárdeno. Se emplazó en el tercio y dijo: «el que quiera que venga». Rubén Pinar, que tiene más oficio que InfoJobs, se fue a por él, le espero y le acabó ganando la partida en una especie de skipping intensísimo. El profe Ortega se emocionaría viéndolo. Se fue con él hacía los medios poniendo el capote a modo de pantalla, dejando a veces que tocase los vuelos. Dámaso siempre nos decía que cuando un toro o una becerra sale con esa frialdad, no está de más dejarle alcanzar las telas en alguno de los lances para que coja celo e identifique la presa. El toro sale a la plaza y no sabe a qué. Hay que enseñarlo y Rubén lo hizo con esa facilidad milagrosa. El cárdeno derribo al caballo por derecho, empujando y ganando la pelea. El puyazo, bueno de verdad. Hizo sudar a Raúl Ruiz con el capote y puso en aprietos a Iván García con los palos. Que pase lo primero es difícil. Que suceda lo segundo es encontrar a Bin Laden. ¡Viva Victorino! Esto también es el toreo. En la muleta no tuvo ninguno, aunque Pinar lo engañó para robarle algún pase muy templado y con una limpieza igualmente milagrosa. Labor sobre las piernas de una capacidad a la altura de muy pocos. En efecto, esto también es el toreo. La afición de Albacete estuvo a la altura. Lo cazó con la espada en otro lance más que meritorio.


Con el cuarto hizo un esfuerzo formidable. Después del descanso, que se hizo eterno, salió a demostrar que no quiere seguir viviendo solo de una oportunidad en Albacete y lo que rasque por ahí. El Victorino, imponente y descarado, perdió varias veces las manos y obligó a Pinar a sacrificar el lucimiento para que llegará a las muleta con un mínimo de garantías. Brindó al público y comenzó una batalla encarnizada. Un toma y daca constante. Le tenía que ganar el torero siempre la acción para evitar la colleja. Llevándolo muy tapado y siendo más rápido que él para girar y quedarse listo para el siguiente. Tuvo más emoción que transmisión. Pinar ayudó a ello. Se quedó quieto y, cuando pudo, robó alguno largo y enjuto. Acabó dándolos de uno en uno y vendiéndolos al público. Inteligente y capaz. Lo mató muy bien, pero al segundo intento. Perdió una oreja de las que pesan.

Muy serio David Galván en su regreso a Albacete tras la dura tarde del año pasado. Se dobló con el capote para imponerse a un cárdeno tremendamente astifino, pero muy bien hecho. Sin excesos, un toro de Albacete. Pronto en el caballo de Daniel López, que dejó el mejor puyazo de la feria. Donde hace vaguada el morrillo, sin pasarse de frenada y midiéndolo para no cargárselo. Qué importante es un buen puyazo. Brindó Galván al doctor Masegosa una faena de torero hecho y maduro. Todo tuvo importancia. Por la temperamental embestida del Victorino y por la capacidad del torero para imponerse y ligar tandas de una profundidad sideral. Encajado, todo empaque. Llevando al toro siempre embebido en los vuelos y con esa tensión a la que obliga siempre el toro de Albaserrada. Toque suaves, casi inexistentes, pero dotando al embroque de mando y poderío. Al natural se sintió muy torero. Dejando la muleta más muerta y girando solo con la cintura, codilleando a veces. Aunque a estos hay que llevarlos más en línea, se ha demostrado que también se pueden hacer ochos con ellos. Galván lleva solo cuatro de Victorino en su carrera, pero ha sabido entenderse con ellos. La espada se le fue contraria y muy trasera. Un accidente, ya que el toro se desvío demasiado en el muletazo final por un ligero tropezón. El fuerte calor hacer que la tierra se seque antes y se suelte. El toro pisó justo en el boquete que dejó el caballo. El colmo de la mala suerte. A la segunda no estuvo tampoco acertado y tuvo que rematar con el descabello. Perdió una oreja rotundísima.

En quinto lugar, ‘Cobradiezmos’. No hace falta decir nada más. Gustaba más esta mañana en los corrales. Salió encampanado, algo más vulgar que sus hermanos. Embistió siempre con importancia y con la cara por abajo. Se lo sacó con facilidad Galván a los medios para lucirlo en el caballo. No fue alegre el toro y el puyazo quedó muy trasero. No rectificó el picador y el animal se quedó dormido en el peto. Le hubiese venido de cine un puyazo bueno, delantero. Como no se lo dieron, el victorino mutó en victorina. Como una vaca vieja. Se lo llevó todo dentró al desolladero. Galván pasó un ratito con él. Lo intentó de todas las maneras. En paralelo y en perpendicular a las tablas. Más allá del tercio y al cobijo de las tablas. En ningún sitio se entregó. Un toro duro, de los que también salen en casa de Victorino, aunque cada vez se vean menos. Gran estocada para rematar una tarde de preparación para el gran examen: otra de Victorino en Las Ventas el mes que viene.

Al tercero de Victorino, ovacionado de salida, se le quedó la puya dentro. Se soltó de la vara y allí en lo alto, con las cuerdas dentro, se quedó. Imaginen tres filos como los de un cuchillo jamonero que acaban en punta, como una pirámide de acero toledano, sin parar de moverse por dentro del cuerpo. Una masacre. Hubo cierta zozobra y debate entre Ginés Marín y la cuadrilla. Había que tomar una decisión rápida. Sacarle o no sacarle la puya. La democracia optó por dejársela dentro. La sangre manaba por el orificio de la vaina y dejaba ese aura de calor como el que escala por las dunas en un desierto. Burbujeante y sin descanso. Una imagen impactante y tremendamente lesiva para el toro, que se fue apagando en cada embestida. La casta lo mantuvo en el combate que le planteó Marín, debutante con lo de Victorino. Lo quiso hacer todo muy suave y muy para el toro, pero no terminó de llegar el acople. Alargó en exceso un trasteo condicionado por el error inicial. Esa puya había que sacarla. Con un descabello habría sido lo suyo. El toro se quedó durante varios segundos parado frente a un burladero justo después del tercio de banderillas. Se podría haber hecho y no se hizo. Lo mató perfecto Ginés en la que opta a estocada de la feria. Ni diez segundos tardó el Victorino en fundir a negro.

El sexto, negro fundido en cárdeno. Entrepelado. Gigante. Una mole de Victorino de 611 kilos. En una corrida donde había otro de 460… Para entonces la corrida ya había fracasado. Lo quiso lucir en el caballo, montado por su padre, que lo picó fenomenal en la primera entrada. A la segunda se le fue algo más trasero. No quiso dejárselo crudo. Al Victorino hay que picarlo. No lo acusó en la muleta, pero sí el peso y la enormidad. No embistió dos veces iguales y puso en aprietos a un gran Ginés Marín. Por segunda o tercera vez en su carrera decidió hacer la faena con la montera calada. Hubo esperanzas en el inicio, especialmente después de un cambio de manos de lujo, pero no pasó de ahí el toraco. Tuvo que llegarle mucho el pacense hasta meterse entre los pitones. Templado y valentísimo, salvó el percance casi una decena de veces. Acabó pegándose un arrimón que rara vez se ve delante de un Victorino de ese tamaño. La espada se llevó otra oreja que valía su peso en cárdeno. Un truño de corrida.

Otra feria y otro año taurino que pasa en Albacete y nadie se acuerda del maestro José Gómez Cabañero, el matador de toros vivo con más años de alternativa, solo por detrás de Julio Aparicio. Ni el toreo ni las instituciones están a la altura de una leyenda viva. Tiene 92 años y sigue con una vitalidad envidiable. Esperemos que la ciudad esté a la altura de su figura.

FICHA DEL FESTEJO
Miércoles 17 de septiembre de 2025. Albacete. 10ª de la feria de la Virgen de Los Llanos. Tres cuartos de entrada. Toros de Victorino Martín, bien presentados, astifinos y de nulo juego, salvo el encastado 2º.
Rubén Pinar: ovación y vuelta al ruedo.
David Galván: ovación en ambos.
Ginés Marín: silencio y ovación.

/Fotos: Nestor Robaina/ ((HABRÁ AMPLIACIÓN GRÁFICA))

Julio Martínez Romero

Julio Martínez Romero (1995). Periodista, director de El Toril de Onda Madrid y editorialista en Buenos Días Madrid. Antes, en esta casa, redactor en El Enfoque, junto a Félix Madero. Se inició en Cadena COPE, primero en información local (Albacete), y posteriormente en la redacción nacional, como editor de informativos, colaborador en toros y redactor en programas magazine. Pasó también por la sección de Economía de Servimedia.
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