Emilio de Justo saca su vena flamenca y cuaja una faena inspiradísima

Corta una oreja que debieron ser dos, igual que un conformista Daniel Luque con una corrida interesante de Jandilla que mereció más y mejor trato

De blanco y oro, vestido de lujo. Como siempre en Emilio de Justo, que tiene una relación magnífica con esta tierra desde aquella soberbia tarde de 2019. Esta plaza le quiere, aunque no le regala nada. Fue severa con él en su primer turno. Sorteó un toro de Jandilla muy serio, astifino y algo descompensado. Un toro vulgar. Embistió como fue, con cierta potencia, pero con genio. Nada tiene que ver la casta con el genio, que es un defecto siempre. Le dieron zapatilla en el caballo, pero el toro salió de allí como si nada le hubieran hecho. El inicio de muleta del pacense fue otro puyazo. Poderoso por bajo, exigiéndole todo al toro, que se lo dio. Y ahí se acabó el animal, pese a que luego quiso empujar por el pitón derecho. Nada tuvo por el iquierdo. Faena muy gritada de Emilio, que tocó más fuerte al toro con la voz que con la muleta. Utilizando también el recurso del zapatillazo. Todo, con buen criterio. Faena más para aficionados que para el público de aluvión. Acabaron pitando al torero. Doctores tiene la iglesia. Costó terminar con él, que hasta para morir fue chungo.

Con el quinto, un toro con un trapío tremendo, acodado de pitones pero hacia arriba, encampanado hasta que embistió por última vez en la estocada, Emilio de Justo estuvo sensacional. Un animal, ‘Ganga’, muy encastado y que vendió cada embestida a precio de oro. No por su calidad sino por la dificultad. En banderillas fue un marrajo, pese al excelente trato de Morenito de Arles. De Justo valoró la transmisión y supo calibrar una máxima muy taurina: cuando los toros se orientan tanto en banderillas, pero embisten con codicia, suelen ir a más cuando se quedan solos con el matador. Y así fue. El prólogo con la muleta fue de una intensidad colosal. Por abajo, ganando terreno hasta salirse más allá del tercio, y coronado con un pase de pecho monumental. Ahí debió arrancar la banda de música, que perdió una oportunidad de oro para reconciliarse con la plaza. Porque arrancó tarde y paró muy pronto.

El torero supo dosificar las embestidas y las combinó con exquisita elegancia por ambos pitones. Profundísimas las tandas por el derecho y con mucho sabor al natural. Emilio es el más gitano de los toreros payos. Le pone nombres de flamencos a sus capotes. Tiene uno de Cepero y otro de Tomatito, aunque con el que mejor ha toreado ha sido con el de Moraíto. En 2025 le ha dado por la guitarra. Otros años los bautizaba con letras de Camarón, aunque a él le gusta vestirse por Duquende. Su oído tiene tanto gusto como sus muñecas. Cuando ya había cuajado al toro decidió que iba a dejarlo escrito, como decía Antonio Ordóñez. Una tanda con la muleta en la mano derecha sin la espada que fue una delicia. Bien colocado, cruzado, con la suerte como una repetidora trucada, todos los cartuchos en la recámara. La belleza verdadera nos hace olvidar muchas veces la superficie. Emilio hizo pasar por tremendo a un toro bueno, pero con ese defecto de rematar cada muletazo con la cabeza por las nubes.

El verdadero valor de un torero reside en esa espera en el embroque para que el toro, que debe embestir a un objeto en movimiento, se entregue y vaya de verdad. Y cuanto mayor es el valor de un torero, menos se aprecia. Qué vamos a decir de Morante. Emilio ha cruzado varias veces el Mississippi. Remató la faena con unas manoletinas muy limpias y lo mató con un espadazo perfecto, pero que no entró hasta la empuñadura. Cuando había aficionados, en el tendido y en el palco, no se juzgaba la profundidad de la estocada sino la eficacia y la colocación. Pero en Albacete, el que más larga la tiene más honda la mete. Fue faena de dos orejas rotundas y el espadazo fue perfecto. La petición no fue mayoritaria y el palco no quiso ser protagonista, aunque nada hubiera pasado si los dos pañuelos hubiesen salido del tirón. No ha salido a hombros Emilio de Justo ni tampoco salió El Cid, pero sus dos obras ahí quedan.

Daniel Luque no pudo estar mejor con el primero de la tarde, un animal serio y con calidad en la embestida, pero tan noble, descastado y blandurrón que no fue capaz de meter a la gente en la faena. Las cosas de abrir cartel. Lo fue haciendo con el capote, sin molestarlo, y lo cuidó en el caballo. Se complicó algo la lidia en banderillas porque el de Jandilla ya empezó a enseñar que a su familia de sangre no la eligieron por su vigor ni por su carbón. El toro moderno que sirve en otras plazas, pero no en Albacete. Luque estuvo técnicamente perfecto. Componiendo mucho para ligar muletazos profundos, pero siempre aliviándolos para evitar que el animal se echase. Lo que es tratar bien a un toro. Digamos que fue agradecido y al final le regaló un puñado de embestidas algo más reunidas que le dejaron a Luque explayarse con ese concepto suyo, tan a caballo entre la genialidad y el poder. La espada se quedó muy suelta y algo tendida y eso terminó por enfriar a la plaza.

En esa mezcla entre la genialidad sevillana y ese poder que tiene cosas de Juli, si los pusiéramos en una balanza, pesó más en Luque con el cuarto la versión genial, pese a que el toro requería más poder y capacidad. Sólo lo mostró el matador en un quite por chicuelinas intenso y ceñido. El toro fue siempre a más y el torero no es que fuera a menos, pero no sacó esa versión suya que asusta a sus colegas de gremio. Ese Luque que rompe a los toros a embestir con un cintura de avispa y un brazo que parece que se estira como el del Inspector Gadget. Ligó muchas tandas con facilidad, pero sin tensión. Parecía que estaba en un tentadero. Conseguir esa sencillez es algo complicadísimo, pero cuando delante hay un toro que sí quiere embestir y que tiene transmisión hace que la gente tenga dudas. Toro de dos orejas en Albacete. Faena de oreja, sin más. Rematada por esas luquesinas que tanto gustan al público y que tan lejos quedan del mejor Luque, pese a ser de su invención. ¿Se imaginan a El Cid haciéndolas? Pues eso. La oreja la cortó por luquesinas y con un espadazo tremendo al segundo intento. El toro, bravísimo, terminó de demostrarlo aguantándose una muerte que fue bellísima.

El tercero de la tarde salió con mucha energía al ruedo y con una mancha blanca en los pitones sospechosa. Quizá de pelearse contra el yeso de los corrales. O quizá no. No dudó Tomás Rufo, que se quedó quieto para torearlo por delantales a pies juntos. El remate, una especie de trincherilla con el capote, espectacular. Espero que Robaina pillara la foto. Fue precioso. Tanto o más que el tercio de varas, que fue bonito porque fue descontrolado. El toro vio al caballo y se fue directo a por él, desobedeciendo al torero. ¡Qué osadía!. Se arrancó de largo y desde la segunda raya lo empotró contra las tablas. Empujando con los riñones, romaneando y con el rabo como el de un caballo árabe. Se entregó y se dejó ahí gran parte de su vigor. Cuando lo sacaron y se quedó en los medios, ‘Velador’ con V, volvió a poner al caballo en la diana, pero Rufo le negó a Albacete otro puyazo que hubiese puesto en pie a la gente. Es la generación de toreros con menos afición de todos los tiempos. A partir de ahí no le echaron cuentas. Empezó de rodillas, la gran pandemia de los toreros modernos. Ayer El Cid demostró que lo que gusta es el toreo de toda la vida. 20 muletazos de verdad. De pie y sin forzar la figura. Lo demás es travestir el toreo. Ni rompió el toro, que acuso un inicio terrible ni rompió el torero, que sufrió varios sustos, llegando incluso a perder pie. Lo mató de un bajonazo.

Con el sexto, nada de nada. Lo intentó Rufo, pero el toro no le dejó expresarse. Aunque por lo que intentó, casi mejor. Con la pierna retrasada y sin apostar. La culpa siempre es del toro para estos toreros que, dicen, torean mejor que nunca. Pendientes siempre más de la foto que de lo que sale en la foto. Me recuerda. Mucho a lo que me dice siempre Pedro en su Rincón Gallego. En casa de Pedro, y en general en esta España de capullos influencers, nadie ganaría una batalla en el Oeste. No desenfunda ni Dios. Lo bueno se paga. Pedro tiene lo mejor del mundo. Esa ostra empadronada en las Rías, ese langostino que sesea y esos percebes con cadáveres en los armarios. Y esos arroces que hace Maruja -el de nécoras parece hecho por José Tomas-. Todo, en general. El mejor producto que hay en España. Nada más hay que comparar. No hay dinero mejor gastado que el que se invierte en comer bien. Y el que haya hecho rutas y conozca este oasis sabe de lo que hablo. Dice el patrón que el mejor día del año es cuando torea Manzanares porque vienen los de Alicante y la gente guapa a verlo. Y saben que el sitio de máxima calidad de Albacete está en Teodoro Camino con la calle del Tinte. Y se gastan la leña en comerse lo mejor. Porque hay sitios más taurinos y hay cocinas mejores, pero lo mejor de lo mejor está aquí. Y la filloa para rematar, te caes de culo. Albacete, en general, es para caer redondo comiendo. O para salir rodando. Con la banda sonora de Julio Iglesias, por si acaso. Esta feria hemos hablado de tres imprescindibles. O he hablado de mis tres imprescindibles. El Callejón, Las Rejas y el Rincón Gallego. Hay más, pero no los hay mejores. Y no hablo de Albacete. Si estuvieran en Madrid temblaría el pelo pincho. Viva Albacete. Mañana rematamos con Victorino, que trae una corrida de Madrid.

FICHA DEL FESTEJO
Martes 16 de septiembre de 2025. Albacete. 9ª de la feria de la Virgen de Los Llanos. Más de 3/4 de plaza. Toros de Jandilla, bien presentados y de juego variado. 4º y 5º, emotivos y encastados. El 1º, con mucha clase y poca casta: y el 2º, con genio y transmisión.
Daniel Luque: ovación y oreja.
Emilio de Justo: silencio y oreja.
Tomás Rufo: silencio en ambos.

/Fotos: Nestor Robaina/

FOTOS | Las mejores imágenes de la tarde de Daniel Luque, Emilio de Justo y Tomás Rufo en Albacete

FOTOS | El ambiente en la de Jandilla en Albacete

Julio Martínez Romero

Julio Martínez Romero (1995). Periodista, director de El Toril de Onda Madrid y editorialista en Buenos Días Madrid. Antes, en esta casa, redactor en El Enfoque, junto a Félix Madero. Se inició en Cadena COPE, primero en información local (Albacete), y posteriormente en la redacción nacional, como editor de informativos, colaborador en toros y redactor en programas magazine. Pasó también por la sección de Economía de Servimedia.
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