Muy frío, como dormido, salió el primero de la tarde, un cárdeno con la panza blanca de La Quinta. Precioso. El toro del regreso de El Cid a Albacete después de una tarde antológica hace dos años con esta misma ganadería. La afición trató de sacarlo a saludar, pero el silencio del público hizo más ruido que las palmas. No sabían lo que tenía preparado esta grandiosa figura del toreo. La batalla del rigor está perdida. Hace tres siglos, los franceses se levantaron en armas reivindicando las luces, la libertad, la igualdad, la fraternidad y todo eso que estudiamos desde críos. Las dos últimas revoluciones en el mundo han sido en Nepal, protestando porque les han quitado el Instagram y el TikTok, y en España, reventando una Vuelta Ciclista porque lo ha dicho Pedro Sánchez. Su rival, Núñez Feijóo, el día después del escándalo, decidió que había que estar en la feria de Albacete y venir a los toros. La corrida de La Quinta, como siempre, fue para mayores de edad. No es la primera vez que el líder popular acude a ver toros de los Conradi. A los menores les prohibió el acceso a las plazas de toros cuando mandaba en Galicia. Los cambios de opinión son el único capital político de los dirigentes de esta época.
Lo primero que vio Feijóo, bien acompañado por Paco Núñez, que también tiene un turbio historial con los toros, y por Manuel Serrano, nuestro alcalde, taurino hasta la médula -gracias a Dios-, fue al toro coger por los pechos al caballo. Acabó derribándolo. Empotró contra las tablas al picador, hermano de Espartaco, y la puya salió lanzada al callejón. Estuvo rápido Luisma Garrido, el apoderado de Alejandro Peñaranda, para agarrar el palo casi por la cruceta. Si llega a estar despistado igual contamos una tragedia. Se fue agriando en banderillas, midiendo siempre a los toreros y quedándose justo frenado en el embroque, sembrando dudas. Hasta el más capaz de los toreros no se resiste a esa incertidumbre que da un toro orientado, que sabe lo que quiere el hombre, pero cuyo objetivo es ese hombre. Especialmente por el pitón derecho. Por eso El Cid empezó al natural. Muy templado, dándole sitio y esperando a tenerlo metido en la muleta.
Casi nunca lo consiguió, pero ahí reside el valor de los toreros, en aparentar confianza y seguridad cuando no tienes la certeza de que el toro va a embestir cuatro o cinco veces con el mismo ritmo y con el mismo recorrido. De las intenciones ni hablamos. Jugó perfectamente la muleta, escondiéndola con el toro parado y sacándola justo en el momento en el que arrancaba. Girando con gusto, aunque con poco ajuste, dado que el animal se abría tanto al final del muletazo que dejaba siempre fuera al torero. Fuera se quedó el toro, en realidad. El diestro de Salteras mostró una frescura formidable. Consiguió sacar algunos olés con un toro, casi cinqueño, que no tuvo nada, salvo esa emoción que da el peligro. Acabó mutando en sosería y el primer acto acabó aburriendo. Lo mató perfecto, aunque se resistió a morir.

















El cuarto hizo de salida lo mismo que el primero. Como si lo hubieran despertado de la siesta. Nada más aparecer por el toril se frenó y se puso a olisquear el ruedo. Pronto se estiró, desperezado, y ganó en volumen y trapío. Pasa muchas veces que el toro que se ve por las mañanas en los corrales nada tiene ver con el que sale al ruedo. Este ‘Hurón’ fue un ejemplo perfecto de ello. Qué nombre. Qué recuerdos. Uno de Fuente Ymbro con el que Diego Urdiales se consagró en Las Ventas. Aquel, también de La Quinta, que indultó Perera en Santander hace unos años. O aquel cárdeno precioso que el palco decidió quitar de la encerrona de Rubén Pinar en esta plaza para joder al torero. Luego se quedó como semental en el campo. Este ‘Hurón’ no fue de indulto. Seguramente tampoco de vuelta al ruedo, pero tuvo una categoría suprema y confirmó una máxima que hace poco descubrimos. Y es que, Alfonso Navalón, que en esta plaza ha sido hasta boxeador, contó que los famosos Graciliano tenían un récord. De cada 100 toros, a 7 les daban la vuelta al ruedo. Eso fue en los 70. La Quinta hace tiempo que superó esa estadística. Con este ‘Hurón’, vuelta al ruedo en nuestros corazones, la proporción pasa a ser de 10 por cada 100. ¡Qué pedazo de ganadería!
Y qué decir de Manuel Jesús «El Cid». Qué escándalo de torero. Hace 21 años, en la feria en la que Caballero se despidió de los ruedos, el torero sevillano cuajó una de las grandes obras en la historia de esta plaza con un toro de Montalvo. Salió a hombros a pie porque llevaba una cornada más fresca que las latas de la plaza. 12 pinchazos le tuvo que poner Masegosa para quitarle los dolores antes de torear. La foto y el traje los tiene su gran partidario en esta tierra, Miguel Ángel Cuevas, en El Callejón. Me dijo el torero antes de irse que, aunque la de este lunes ha sido inolvidable, se sigue quedando con aquella faena de 2004. Aún así, convenimos ambos en que este traje, la cabeza de este toro y la foto de algún natural debe quedar para siempre colgado en algún rincón del restaurante. La banda de música decidió que no tocaba. El Cid, que pidió rápido la muleta y le prometió a José Luis Valiente, su histórico mozo de espadas, que le iba a cortar las dos orejas, se echó la muleta a la zurda y cuajó una obra que podría haber soñado Da Vinci. La mano izquierda de Manuel Jesús forma parte del alfabeto del toreo. Un soplo contra el viento viciado del escalafón. Sacó música de las manos. Se enfrentó a la banda y puso a todos de acuerdo.
Fueron cinco tandas al natural para quedarse a vivir toda la vida. Entró en trance el torero, que escogió como modelo la fantasía. Fue una cosa increíble. 20 muletazos que algunos no consiguen en 20 años. Él lo hizo en diez minutos. Cada uno mejor que el anterior. La plaza, un manicomio. De pie durante toda la faena. Fue El Cid hasta para matar. Pinchó una faena de rabo, pero vistió el espadazo a la segunda acompañando al toro en su muerte. Agachado junto a él, arropándolo. Con la pena de tener que despedirse de un animal que le permitió conseguir algo que la mayoría desconocemos: la felicidad verdadera. Cayó el toro y se encendió la luz. La oreja, lo de menos. Pidieron la vuelta al ruedo con más fuerza que el indulto del otro día. El toro era de gran ovación y, esta vez sí, Coy mantuvo el tipo. Dos vueltas dio el torero, que no perdonó el sorbo de ninguna bota. Esperemos que no tarde otros dos años en volver.
José Fernando Molina se enfrentó a su primer toro de La Quinta en Albacete y rápido descubrió las particularidades de este encaste Santa Coloma, uno de los más divertidos que hay en el campo bravo. Pasa una cosa con estos matadores tan nuevos y es que casi ni se rozan con animales que se salen del encaste Domecq, que monopoliza la cabaña brava. Es cierto que Molina ha tenido algún encuentro con los grises que proceden de la maravilla genética de Buendía. Ya lo hizo en Azpeitia con los de Ana Romero. A gran nivel, por cierto. Su primero, ‘Matablancas’, fue un toro importante. Más de público que de torero, seguramente, pero un toro con mayúsculas, al fin y al cabo.


















Con mucha transmisión, con ese picante que da la casta, pero con un recorrido y un ritmo para triunfar, pese a que a veces se movió sin terminar de entregarse, con la dificultad que eso acarrea para hacer el toreo moderno. Molina es, además, un muletero que se adaptará genial a estas embestidas cuando termine de formarse como torero, si es que uno lo consigue algún día. Pecó quizá de meterse demasiado en los terrenos del toro y por eso se vio sobrepasado muchas veces a la hora de ligar. También es verdad que tiene una herida abierta en la pierna derecha y que no está para muchos trotes. Un toro tan exigente, que requiere a veces de ese pasito largo de más al girar, no liga bien con una cornada grave. No todo el público lo sabría. No le perdió la cara Molina y suplió las carencias técnicas con el valor y la actitud. Cuando bajó la tensión repetidora del animal, el manchego consiguió relajarse y dejó varios naturales hondos y vibrantes. Para entonces, la plaza ya se había puesto de parte del toro. Lo mató de una estocada algo delantera, pero letal. Cortó una oreja muy sudada. La ovación en el arrastre a ‘Matablancas’, rotundísima.
Molina salió a por todas con el quinto, tremendamente astifino. Fue otro toro boyante y con mucha transmisión. Aunque quizá tuvo también ciertos matices que complican el toreo fundamental. Benditos sean estos toros que nos recuerdan que esta es una profesión para héroes. Para privilegiados. Todo el que se pone delante de un toro lo es, pero no todos son capaces de vivir de su sueño. Molina tiene condiciones para hacerlo. Estuvo a la altura de las potentes embestidas del cárdeno y consiguió meter a la gente en la faena. La música se arrancó y la gente se echó encima de la banda. El torero les pidió que dejaran de tocar. Arreado al máximo, Molina estiró la faena buscando ese último resquicio para amarrar la puerta grande. Lo consiguió, pero a cambio sacrificó esa última embestida que se necesita en la suerte suprema. Lo pinchó y el animal se orientó. A alguno que otro se le hubiera ido vivo al corral. Le costó matarlo y perdió otra puerta grande ganada a ley. Puede estar muy orgulloso de la feria que ha echado.
El tercer toro entró con pinzas en la corrida. Se rechazaron dos de los ocho que llegaron de la finca y este podía perfectamente haber sido el tercero. De trapío insuficiente para Albacete, pero con una hechura armónica y con una expresión de bravo. Un toro guapo. Parafraseando a Belmonte, se embiste como se es. Y este fue un toro excelente. Embistió con dulzura en la muleta de Alejandro Peñaranda, que consiguió templarlo por momentos, pero se quedó en la frontera del triunfo. No terminó de cuajar al toro, pero se le puede aplicar la misma máxima que a Molina, no tienen todavía ese grado de experiencia que da el tiempo y las horas de vuelo. El torero de Iniesta conoce lo de La Quinta. Fue el primer torero que triunfó en La Mancha después de la pandemia. En Munera, con un eral antológico. Aquel fue más vibrante que este toro, al que le faltó ese carbón para la vuelta al ruedo. Porque empujó también en el peto.








Para rematar la faena, Peñaranda tiró el estoque y se quedó con la muleta en la mano derecha. Pensé que haría luquesinas delante de su creador, Daniel Luque, sentando en un burladero junto a los ganaderos, padre e hijos. Pero optó por torear al natural con la derecha, con elegante plasticidad, como tantas veces hizo Sergio Martínez, que estaba justo a la izquierda de Daniel Luque. Las casualidades del toreo. Falló con los aceros y perdió una oreja que, igualmente, habría sabido a poco.
Con el sexto no hubo historia alguna. Un toro muy serio, el que más. ‘Abejaruco’, de nombre. Dicen que en Alcurrucén son los músicos los más seguros. En la casa de La Quinta salen muchos pájaros de categoría. No fue el caso. Un animal muy manso y complicado que echó por tierra las ilusiones de Peñaranda. Ojalá siga teniendo oportunidades, porque es otro torero con buenas maneras.
FICHA DEL FESTEJO
Lunes 15 de septiembre de 2025. Albacete. 8ª de la feria de la Virgen de Los Llanos. Dos tercios de entrada. Toros de La Quinta, muy bien presentados, astifinos y de gran juego, en general, salvo el imposible 6º. Al 4º, con un pitón izquierdo de cortijo, se le pidió la vuelta al ruedo. El 3º fue excelente y el 2º, muy bravo.
El Cid: ovación y oreja tras aviso y dos vueltas al ruedo.
José Fernando Molina: oreja y ovación tras aviso.
Alejandro Peñaranda: silencio y ovación.
/Fotos: Nestor Robaina/
FOTOS | Las mejores imágenes de la tarde de El Cid, Molina y Peñaranda con la Quinta en Albacete

