La elegancia de El Mene no salva una novillada en Albacete para votantes del Pacma

Los horribles animales de López Gibaja despiertan la ira de Albacete y lastran las ilusiones de la terna. Oreja para El Mene y cornada para Alejandro Quesada

Cuando despertó Pan y Toros, interrumpido por tercer día consecutivo por el himno de España, una tradición yanki bastante cuñada, más que de la novillada o del festejo del día anterior, de lo que se hablaba en los corrillos era de la intervención de Mariló Montero en el programa de Broncano, un cómico -bastante bueno tiempo ha- que ha derivado en una pelo whisky de la mamandurria sanchista. Se confesó profundamente antitaurino el gregario de Pablo Motos, aquel que disfrutaba corriendo en los encierros de Orcera (Jaén). Habrá cambiado de opinión, como su padrino. Aunque el verdadero problema no es que este charo hable mal de los toros. El lastre es que Mariló Montero hable bien de ellos. Los dos últimos portavoces que ha tenido la tauromaquia para el público no afecto han sido ella y Cayetano Rivera. Sería como poner a Negreira de jefe de los árbitros. O a García Ortiz de Fiscal General del Estado. ¡Oh wait! Qué país se nos está quedando. Encima van a prohibir fumar en los toros. Menudo disgusto le van a dar al Recio y al Bolas.

El mismo que se debieron llevar los aficionados viendo lo que pasó en la lidia del primer novillo de López Gibaja, un manso irredento, vulgar de hechuras y con las bolitas de billar bien pulidas, al que ni Rafael González pudo echar el lazo. ¡Cómo sería! Aunque el disgusto no fue por el comportamiento sino por las reacciones de los agraciados con una entrada para hoy, con la dosis de rigor a la altura de la invitada de Broncano. Se pidió la devolución de un manso y se abroncó al picador por sacar el caballo al tercio. El Mene llevaba un cabreo si cabe mayor. En el tercer muletazo le echó mano, aunque no terminó de hacer presa. El novillero, líder del escalafón, lo intentó sin éxito. Lo que dependía de él lo hizo perfecto. Un estoconazo letal.

El segundo llevaba por nombre ‘Zahareño’. Para el recuerdo, el toro de Santiago Domecq, ganadería que lidia aquí mañana, que cerró la feria de San Isidro 2019. En nada se pareció este de López Gibaja a aquel. Escurrido, sin perfil, con la cara muy torera y con manifiestas deficiencias de fuerza, casta y bravura. Esa movilidad chochona a la que solo saben sacar partido los toreros buenos. Dejó apuntes de ello Javier Zulueta, especialmente al natural, con varios muletazos de mucho poso y sabor. No brilló la faena por el ajuste, citando siempre desde los Jardinillos. El final, con trincherillas y pases de la firma fue verdaderamente bueno. Para entonces, la plaza estaba ya pitando y pidiéndole que lo matara. Y con razón. Hay limousines más bravos. Lo mató de una certera estocada en dos tiempos y ahí el público sí reconoció el buen gusto del joven sevillano.

El churro que hizo tercero jamás debió salir a la plaza. Si acaso en la sin caballos del sábado pasado. O en algún festejo para forcados portugueses. Para colmo fue otro manso infumable. Alejandro Quesada, manchego e hijo de Ulises, el delegado gubernativo, un tipo de los que, por desgracia, no abundan en los callejones. Serio, educado, amable y sin ningún afán de protagonismo. Pasaría un ratito cuando el torero le hizo salir de su burladero para brindarle la faena. Y otro peor cuando llegó la cogida. Estaba tratando de anticiparse y ganar el paso mientras vaciaba los muletazos para evitar que huyera. Se amontonó demasiado y el novillo no le perdonó. Cuando lo tuvo en el suelo, a placer, lo puso en vertical con el pitón derecho, que se perdió entre la chaquetilla. Se quedó sin aire Quesada, aunque el lío lo tenía en el gemelo izquierdo, que se le puso en segundos como un tomate de Liétor por una cornada interna, de las que no parten la piel pero destrozan por dentro. Lo intentó, con idéntico éxito, con la espada. Se acabó echando por aburrimiento y el torero, por el callejón, sin darse coba, se fue a la enfermería.

Alto, desgarbado y serio era el cuarto, al que pusieron guapo en la peluquería para pisar Albacete. Ana Romero, cuando me corta las puntas, me dice que lo que hace es darme forma. A este también le dieron forma. Forma y media. «Que nos devuelvan el dinero», reclamó un aficionado en el alto del 5. Le dieron cera en el caballo y llegó a la muleta sin fuelle ninguno. Tan agrio como un aduanero. Otra mierda. El Mene lo intentó para quitarse el sinsabor del primer turno. Algún natural al ralentí le pudo robar, pero fue para nada. La ira de la plaza estalló. Rizó el rizo un bajonazo demencial.

Continuaron las protestas tras la salida del quinto, otro anoréxico cornudo al que le dieron forma. De mejor hechura, más armónico, pero sin ganas de embestir. Otro domecquito manso. La presidenta lo echó al corral entre un mar de protestas después de que perdiera las manos. Salió un sobrero con el mismo hierro, bastante más uniforme y proporcionado de hechuras. Se correspondió luego en el juego en la muleta. Todo nobleza, bien aprovechada por Javier Zulueta, que brindó al empresario Lucas Belinchón. Con ese gusto tan sevillano que le imprime al toreo al natural. Se arrancó la banda a tocar Plaza de la Maestranza. Allí tomará la alternativa el próximo 28 de septiembre, con Morante y Roca Rey. Tiene condiciones y le han caído bolitas. Le queda todavía camino por recorrer. A corregir, la colocación. Toreó muy despegado toda la tarde.

El sexto fue más toro por tamaño. Hecho cuesta arriba y con algo más de prestancia al acudir a los cites. Se lució con el capote El Mene, que lo domina con poderío. Tuvo que matarlo él porque a Quesada lo estaban operando. Le brindó la faena, dejando la montera en la puerta que va camino de la enfermería. Antes, José María Arenas saludó la ovación más rotunda de la tarde tras dos pares de banderillas imponentes. Lo dosificó a media altura con un híbrido entre estatuarios y ayudados de mucha enjundia. El Mene, Iker de nombre, cumple lo de la mujer del César como torero. Lo parece. Aprovechó la boyantía del toro y ligó derechazos bien profundos. Después del tostón, que sumaba ya dos horas y media, aquello fue como una explosión de vida salvaje. El animal fundió los plomos muy pronto, pero el torero aragonés no se aburrió. A base de sobarlo y consentirle miradas, acabó toreándolo por el pitón derecho con mucha transmisión. Con alguna intermitencia, pero eso nunca será un defecto en un novillero. Lo cuajó. Y remató aquello con una estocada muy bien interpretada, aunque algo trasera de colocación. No se echó el novillo y hubo que descabellarlo. El Mene le sacó la espada al toro y trató de rematarlo con ese mismo estoque, como hizo Dámaso tantas tardes. La gente le increpó por ello. ¿Qué han hecho contigo, Albacete? Acertó con la cruceta y cayó una oreja merecida. La de más peso de la feria.

FICHA DEL FESTEJO
Miércoles 10 de septiembre de 2025. Albacete. 3ª de la feria de la Virgen de Los Llanos. Media plaza. Novillos de López Gibaja, muy mal presentados, mansos y descastados. Infumables. El único bueno, el 6º, con mucha transmisión.
El Mene: silencio, ovación con protestas al saludar y oreja en el que mató por Quesada.
Javier Zulueta: ovación y ovación tras aviso.
Alejandro Quesada: silencio tras aviso.

FOTOS | Las mejores imágenes de la segunda novillada de la Feria Taurina de Albacete 2025

FOTOS | El ambiente en la novillada de El Mene, Javier Zulueta y Alejandro Quesada en Albacete

Julio Martínez Romero

Julio Martínez Romero (1995). Periodista, director de El Toril de Onda Madrid y editorialista en Buenos Días Madrid. Antes, en esta casa, redactor en El Enfoque, junto a Félix Madero. Se inició en Cadena COPE, primero en información local (Albacete), y posteriormente en la redacción nacional, como editor de informativos, colaborador en toros y redactor en programas magazine. Pasó también por la sección de Economía de Servimedia.
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