Las motos Guzzi han regresado, un año más, a la explanada de la Plaza de Toros de Albacete con motivo de la Feria. Este lunes 8 de septiembre, desde las 10:00 horas, decenas de vehículos clásicos han vuelto a ocupar el espacio junto a la Puerta Grande, en una exposición que ya es tradición.
Con su característico color rojo, su diseño robusto y su alma italiana, estas motos -algunas con más de medio siglo de historia- han vuelto a convertirse en uno de los puntos más fotografiados de la jornada.

Organizada por el Club ‘Los Manchegos’ de Albacete, la muestra ha reunido a modelos de entre 40 y 60 años de antigüedad, la mayoría de ellos restaurados con mimo por sus propios dueños. Cada vehículo expuesto es una pieza única, no solo por su valor histórico, sino por las historias personales que arrastran y por el trabajo artesanal que ha sido necesario para devolverles la vida.
Detrás de cada Guzzi hay muchas horas de garaje, herramientas, piezas difíciles de conseguir y, sobre todo, pasión. Y de eso saben mucho los integrantes del Club ‘Los Manchegos’, que desde hace más de tres décadas participan en los eventos de la Feria y que se encargan, año tras año, de mantener viva esta afición.

Una pasión compartida
Eduardo Jiménez, presidente del Club, lleva décadas restaurando motos y coordinando al grupo de aficionados que forman ‘Los Manchegos’. «Esto tiene que gustarte, porque lleva mucho gasto, tanto de restauración como de mantenimiento. Yo tengo 34 motos y es mucho dinero, pero es una tradición», comenta. La implicación del Club con la Feria viene de lejos: «Hace 35 años que empezamos a salir en la Cabalgata. Éramos 8 entonces, y ahora somos 30».

Mantener en marcha estas motos no es tarea sencilla. Requiere paciencia, conocimientos mecánicos y muchas ganas. «Hoy en día, los más aficionados somos los que tenemos más edad. Los jóvenes no se enganchan igual. Yo tengo a mi hijo que tiene una de estas y no la usa casi nada», explica Jiménez.
Aun así, la pasión por la marca Guzzi se mantiene firme entre los miembros del Club. «Estas motos son piezas de museo, pero, como te decía, esto tienen que gustarte, porque pasas horas muertas en el taller y son muy delicadas. Cada uno restaura las suyas, pero nos ayudamos entre nosotros y disfrutamos mucho», señala.

«Estaba para tirar y la dejé como nueva»
Entre los expositores también se encontraba César García, un aficionado que ya ha restaurado varias motos. «Tengo aquí 5 o 6. La que más cariño le tengo me la regalaron oxidada. Estaba para tirarla, pero me empeñé y la arreglé», cuenta. La restauración completa le llevó un año, y reconoce que lo más complicado es el motor. «Lo demás lo llevas a un pintor, pero el motor hay que desarmarlo entero. También radiar las ruedas. Es una faena larga».

Aun así, César disfruta del proceso, y aunque intenta mantener la estética original, siempre le da su toque personal: «La mía lleva un bocadillo liado en papel de periódico antiguo, como si fuera de la época. Son detalles que hacen gracia».
Pese a que no son motos para recorrer largas distancias, César asegura que el disfrute está en los trayectos cortos y en compartir la afición. «Estas motos no son para irse lejos. Sales a Aguas Nuevas y alguna se tiene que volver remolcada. Pero es un hobby que relaja. Una vez terminada, da gusto. Y la gente se interesa, te pregunta. Algunos te dicen que tienen una del padre y quieren restaurarla. Eso te anima», explica.

La satisfacción de ponerla a punto
Casildo Romero es otro de los apasionados que expone su moto cada año, aunque ha restaurado muchas. «Esta tardé unos dos años en dejarla como está. Lo más difícil es la pintura y el cromado. La mecánica es más sencilla si sabes desmontar y montar», asegura.
Él prefiere conservar la originalidad de las motos, sin modificaciones personales. «Me gusta tal cual eran», afirma. Y aunque apenas las usa para el día a día, encuentra satisfacción en tenerlas a punto: «Me gusta más tocarlas, montarlas y desmontarlas, que salir con ellas».

Con participantes como Eduardo, César o Casildo, la exposición de motos Guzzi en la Feria de Albacete sigue siendo mucho más que una simple muestra de vehículos clásicos. Es una celebración de la pasión, del trabajo artesanal, de la historia del motociclismo y de la vida misma sobre dos ruedas.
Aunque el futuro de esta afición es incierto -como bien reconoce el propio presidente del Club-, el espíritu Guzzi sigue vivo y rugiendo, al menos una vez al año, en plena Feria de Albacete.




































// Fotos: Miguel Ángel Romero //