Querido paisano:
Te escribo desde la cima de la Motilla del Acequión para ponerte los dientes largos, y recordarte que desde esta privilegiada atalaya enclavada en medio de la llanura manchega que tan bien conoces, ya se puede observar en el horizonte el reflejo multicolor de las luces que dan vida al ferial y que cuando el viento reinante es favorable, hasta se pueden escuchar los ecos de la alegría desbordante de la ciudadanía albaceteña celebrando su Feria. Pero como una cosa no quita la otra, no nos olvidamos de que el que fue tu hogar durante tantos y tantos años sigue abandonado de la mano municipal, haciendo caso omiso al refranero popular que afirma que en el pasado está escrita la historia del futuro.
Pero volvamos al presente. Quizás estos días no hayas tenido ocasión de escuchar a nuestro apreciado alcalde afirmar, mientras repartía a diestro y siniestro y con una sonrisa de oreja a oreja los primeros programas de Feria, que estamos a las puertas del mayor evento inclusivo que se haya visto en nuestra ciudad y ya puestos a exagerar, no sé si en el mundo mundial. Reconocerás conmigo que, como declaración de intenciones, poco hay que reprocharle, salvo por el pequeño detalle de que a continuación no nos ilustró con alguna medida en concreto que avalara lo dicho. Pero ¡ay amigo!, los hechos son tozudos, y lo cierto y verdad es que por los ejidos del ferial hay que andarse con mil ojos, no sea que tropieces en alguno de los múltiples desniveles que jalonan el recorrido, especialmente dificultoso para aquellas personas que tienen problemas de movilidad. Lo que me lleva a pensar, querido alcalde, que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace.
Pero lo que más me llamó la atención de esas primeras palabras de ambiente ferial, fue aquello de que estamos ante una Feria que será el epicentro nacional de la participación, cuando lo cierto es que este mismo año, el concejal del ramo, que también lo es de Consenso, Espacios de Acuerdo y Tolerancia, vamos lo que viene siendo el Concejal de Llevarnos Bien, desechó sin despeinarse una iniciativa de la oposición, en concreto del grupo socialista, en la que se proponía la creación de un Consejo Asesor de Feria, en el que estuviera representada la ciudadanía albaceteña en la forma en la que se acordase, para que pudiera participar de forma efectiva en la elaboración, creación, desarrollo y posterior evaluación de nuestra Feria.
Negativa que vino a confirmar una vez más, la curiosa forma de entender la participación ciudadana en los asuntos públicos que tiene la actual Corporación, mucho más propia del Despotismo Ilustrado del siglo XVIII, que de aquellos que presumen hoy de ser más constitucionalistas que la propia Constitución, pero que a la hora de la verdad se pasan los artículos que les resultan molestos por el arco del triunfo de la Junta de Gobierno y a otra cosa mariposa, ya que para eso tienen casi mayoría. Y si el asunto se pone un poco tenso, siempre se puede echar mano del dúo tránsfuga de VOX, que seguro estará presto al quite, que para eso disfrutan de un estatus de especial protección.
Pero no te engañes, que esta forma de hacer política en nuestra ciudad no es patrimonio exclusivo de este o aquel concejal o concejala, no. Según se comenta entre quienes deambulan a diario por la planta noble de la Casa Consistorial, quien así actúa no lo hace porque yo lo valgo, sino por seguir la estela marcada por el primer edil, desde el mismo día en el que se agarró a la vara de mando de la ciudad, cuando inició su discurso con una frase que, al menos a mi juicio, define lo que desde entonces ha sido su mandato: “Espero no haber perdido la práctica, y si no, con el rodaje pues uno la volverá a recuperar”.
Llámame mal pensado, pero dicho así, sin más preámbulo, a mí me dio a entender que el despacho de la alcaldía lo consideraba de su propiedad y no como un mero inquilino con un contrato revisable cada cuatro años. De ahí que me atreva a sugerirle a nuestro apreciado alcalde que este año, en el desfile que cierra la cabalgata de apertura, se haga acompañar de un propio que le recuerde su mortalidad, como si se tratase de un victorioso general romano, y así poder evitar verse acosado por la soberbia. Como tampoco es el caso de dar el cante, la corona de laurel no es necesaria.
Afortunadamente la Feria trasciende a todos nosotros, pobres mortales y rueda sola desde hace muchos años. Sería de necios no reconocer que es el Ayuntamiento el que pone los mimbres con mayor o menor acierto según los casos. Ahora bien, la urdimbre es cosa de la ciudadanía que la hace posible, de los feriantes que plantan sus tenderetes año tras año, de los empresarios en general y de los hosteleros en particular que trasladan sus bártulos al ferial, de los cientos de trabajadores que apenas descansan mientras que los demás disfrutamos, de los sanitarios, policías y bomberos, que cuidan de nuestra salud y vigilan nuestro descanso, y en definitiva de todas aquellas personas, que de una manera u otra, colaboran para que el éxito esté garantizado casi de antemano. Esa y no otra es la grandeza de nuestra Feria, con sus virtudes y sus defectos, que como las meigas, haberlas, haylas.
PD Lo que es bueno para la colmena es bueno para la abeja. Gracias por permitirme disfrutar de los éxitos y de los reveses, que de todo se aprende.
Antonio Martínez