((Esta sensación será mejor calmarla con un poco de aire, porque en esta asignatura llevo más de un su su su su su, un su su su su su suspenso Supersubmarina – Supersubmarina)
Cuatro chicos de Jaén empezaron a coser sus primeros acordes justo hace 20 años, y entre la torpeza del novel y el talento de quien lo tiene, el póker de ases mezcló en la marmita de su primera maqueta la inspiración de un arreglo musical que les recordó al sonido que hace el mar cuando mece con la idea del submarino que Los Planetas ya habían manoseado en su mítico álbum ‘Súper 8’. Los jiennenses se bautizaron entonces y tras esta suma de fuerzas en el campo de las ideas como ‘Supersubmarina’, nombre homónimo de lo que terminó de ser su gran himno y que ahora me ofrece un hilo del que tirar para ilustrar mi espacio de los miércoles en este ilustre periódico.
Y es que septiembre sabe a inicios y a reencuentros, pero también a suspensos en el caso de que quien los relate después no haya sido el mejor de los estudiantes. Y este noveno mes del año que ya nos ha dado la bienvenida tiene, en el plano estrictamente político de lo que está por venir, ese sabor de los septiembres que nunca nadie quiso ejercer.
Arrancó ya, sin darnos cuenta, un curso político que volverá a ser lo mismo que fue el curso pasado hasta el mes de julio, donde la tónica de trifulca política habitual solo se autoimpuso un paréntesis con agosticidad y alevosía para convertirse en trifulca política excepcional a cuenta de los incendios, de su gestión y de sus culpas. Con los fuegos ya apagados y los bosques humeando, toca ahora prender la mecha de las próximas bombas que estallarán en este colegio en el que se ha convertido el tablero político nacional.
Y como no hay colegio sin sala de castigo, también las hay en la metáfora que ahora planteo, las que representarán los juzgados que verán desfilar por delante de sus banquillos a alumnos de todos los tipos. Desde los torpes que se merecen cualquier pena que les caiga; hasta aquellos pardillos que estaban donde no debían. Para contar los ejemplos de los que van de primeros de la clase se nos queda corta una mano; pero los eternos segundones, aquellos del grupo rival de los primeros, tampoco se quedan cortos.
Y es que en ambos bandos hay fauna de todo pelo. Hay espabilados, llamémoslos Santos Cerdán o Koldo, que se han hinchado a robar bocadillos. Hay algún incapaz vigilante de pasillo, ponga aquí Mazón, que no fue capaz de salvar de la riada que pasó por sus dominios las vidas de muchos compañeros. Por quedarse comiéndose el bollycao. Por estar, está en esta línea de fuego hasta el novio de la jefa de animadoras, coloque aquí a Alberto González Amador, que ya dijo que hizo lo que luego dijo que jamás hizo. De Leire Díez al Delcygate; de la Kitchen a la Gürtel, la sala de castigo estará este curso, qué duda cabe, más interesante que nunca, y plagada de actores.
Y como no hay colegio sin patio de recreo, tendremos al Congreso, ese lugar donde ya no importa tanto lo que se aprueba como lo que se escenifica. Con una escueta mayoría parlamentaria que no legisla y con una oposición instalada en el boicot, lo que está por venir en este escenario seguirá siendo más de lo mismo: peleas entre unos y otros, sainetes del ‘Y tú más’ y alguno que llorará porque el profesor le tiene manía.
Y como no hay colegio sin abusones, tendremos también a aquellos a los que les da igual ocho que ochenta. Los que gritan más fuerte, a los que les han salido antes los pelos pero más tarde la altura de miras, eternos repetidores que intentarán imponer su voz a base de aspavientos. Los más peligrosos, esos que a base de testosterona arrastran a los pusilánimes, que a base de silencios y de asentir con la cabeza, darán alas a los matones.
Me atrevo en este punto a vaticinarles las notas del boletín del próximo mes de julio. No habrá presupuestos aprobados, no habrá adelanto electoral, y Pedro Sánchez habrá anunciado que no se presenta a delegado de la clase el próximo curso. Guarde este párrafo en algún lugar de su memoria y pídame cuentas si al final me he equivocado.
Humberto del Horno