Este miércoles, 6 de agosto, se cumplen 80 años de una de las mayores atrocidades que el ser humano ha podido cometer a lo largo de la historia: el lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, donde se estima que murieron 166.000 personas a consecuencia de la explosión y del hongo de radiación que ‘Little Boy’, pues así llamaron los americanos a la bomba, ocasionó en esta localidad nipona. Lo que ni te imaginas, querido lector, es que Albacete está más relacionado de lo que jamás pudiste imaginar con la bomba atómica que asoló Japón tras el lanzamiento de dos de estas sobre la citada Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, y sobre Nagashaki, tres días después.

Oppenheimer, Katherine Vissering, Joseph Dallet y Albacete
Dicha relación queda patente en la película ‘Oppenheimer’, un film del británico Christopher Nolan estrenado en 2023 que fue un fenómeno de masas desde antes incluso de que se proyectara en pantalla por primera vez, y que narra todo lo que envuelve al ‘Proyecto Manhattan’ y a Robert Oppenheimer, el padre e inventor de la bomba atómica. Y ahí es donde sale a colación Albacete, ya que la que fue esposa de Robert, la activista Katherine ‘Kitty’ Vissering, antes de casarse con Oppenheimer lo hizo con Joseph Dallet, un comunista norteamericano que se enroló en las Brigadas Internacionales y que fue destinado a Albacete.
Así lo recoge el periodista natural de Albacete José Fidel López en su web ‘Cuentos de Cine’, donde añade que en ‘Oppenheimer’ se rescata dicha historia de amor entre Joseph y Katherine, que además quedó reflejada en una serie de cartas que Joseph le envió a ‘Kitty’ desde Albacete y otros puntos de España y que se recogen en un libro de 1938 cuyo título es ‘Letters from Spain by Joe Dallet -American Volunteer- to his wife (Cartas desde España de Joe Dallet -Voluntario Americano- a su esposa). En dicha publicación se recoge también el recorrido de Joe por Europa para enrolarse en las Brigadas Internacionales desde marzo de 1937 a octubre de ese mismo año, cuando fallece en el frente.
Nacido en Nueva York, Dallet puso rumbo a Europa en 1937 para cruzar el Atlántico e incorporarse a la guerra que se libraba en España, la Guerra Civil, pensando que podría hacerlo sin dificultades a través de Francia. Sin embargo, cayó preso y tras 21 días privado de libertad volvió a intentarlo, consiguiendo esta vez sí entrar en territorio español a través de los Pirineos y llegando a Albacete tras pasar por Barcelona y Valencia antes.

En Albacete comienzan las cartas a su esposa
Ya en Albacete, Dallet comenzó a escribir las citadas anteriormente cartas de amor a su amada Kitty, en las que le narraba a su chica todas las vivencias que iba acumulando por Albacete desde que llegó a Tarazona de la Mancha para vivir un periodo de formación como brigadista hasta que fue enviado al frente, donde perdería la vida en Fuentes de Ebro (Zaragoza) tras ser alcanzado por las balas del ejército nacional.
Además de por Tarazona, pasó también Dallet por la Escuela de Formación de Oficiales y Suboficiales, ubicada en Pozo Rubio, un espacio que consideraba ideal por su pinada y por la cercanía al Júcar, un lujo en el que anunciaba que se iba a bañar «varias veces a la semana», consiguiendo así «lo que es una de las cosas más difíciles de lograr en España, un baño”; recoge José Fidel López en ‘Cuentos de Cine’.
En sus cartas, Joe recuerda también sus visitas al Altozano o cuando vino a Albacete a propósito para fotografiarse y mandarle esa foto a su esposa. “Ayer estuve en Albacete para hacerme una foto e, incluso, me afeité para lucir lo mejor posible para ti, pero no hay película disponible, tendrás que esperar”, recoge López en ‘Cuentos de Cine’.
Tras muchos meses separados, Joe y Kitty tenían previsto reunirse en España pero ese encuentro nunca se dio, ya que primero la joven tuvo que retrasar su viaje desde Inglaterra debido a una operación quirúrgica por motivos ginecológicos y después, las balas y la muerte sorprendieron a su amado en tierras zaragozanas.
Y ahí acabó su historia de amor, regresando entonces Kitty a Estados Unidos y comenzando tiempo después su relación amorosa con Robert Oppenheimer, quien fue el padre de la bomba atómica que en 1945 arrasó las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y cambió la historia del mundo por completo.

‘Hiroshima, testimonios de los últimos supervivientes’, el libro que recoge la dureza de los hechos
Escrito por Agustín Rivera, este libro es el relato de las vidas en las dos ciudades japonesas, convertidas en símbolos de la paz, justo cuando regresa el miedo global a las armas nucleares. A través de entrevistas, y de su experiencia en Japón como corresponsal, Agustín Rivera recoge las voces, en primera persona, de las víctimas de una tragedia que marcó su existencia para siempre.
La maestría del autor como reportero en sus reportajes en Hiroshima y Nagasaki, y las fotografías de Toñi Guerrero incluidas en este volumen, sumerge al lector en una experiencia de incalculable valor humano y periodístico. Una obra para descubrir el ruido eterno de los muertos y la capacidad de superación, sin olvidar que somos memoria. En Hiroshima, la angustia de las víctimas de las bombas atómicas, los hibakusha, se mezcla con la compasión y cierta dosis de ternura.

Sergio del Molino, en el prólogo del libro, indica que esta crónica ensayística, este ejercicio de ventriloquía (como lo es todo buen periodismo, que se mete en el cuerpo de los personajes), esta novela río sobre las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, entronca con la gran tradición reportera española, ese género literario que nace en papeles volanderos pero madura en libros magníficos, haciendo algo más que capturar el instante: lo eleva a obra perenne”.
Del Molino añade que “es Agustín Rivera heredero y continuador de los grandes cronistas del periodismo español, como podrá comprobar cualquiera que se asome a las páginas emocionantes de Hiroshima, y comparte con ellos la delicadeza en el mirar, la humildad de quien sabe que nunca comprenderá todo y la maestría de quien sabe borrarse como narrador para que los narrados se narren solos. Esto es lo más difícil: dejar que las voces se expresen y entrelacen, que de las largas entrevistas se destile una historia trenzada y única que nos permita compadecernos del sufrimiento de los hibakusha. Hablo de una compasión etimológica, sufrir con ellos, acompañarlos como si fuesen nuestros amigos”.
El propio autor del libro indica que «en el ochenta aniversario de la bomba atómica, el acontecimiento que marcó el siglo xx, llega el momento, como decía Kapuściński, de comprender al otro, de asimilar esas experiencias ajenas y propias y de interiorizar lo vivido, leído y visto en dos lugares asociados a la memoria colectiva mundial: Hiroshima y Nagasaki. Estas palabras también quieren constituir un homenaje a las víctimas, a los hibakusha, a quienes jamás deberíamos olvidar. Este Japón deja huella. Soy un hijo de Hiroshima y Nagasaki”.

Sobre el autor
Agustín Rivera, Málaga, cosecha del 72, supo a los cinco años que sería periodista cuando escuchó a unos señores por la radio cantar goles. «Papá, yo quiero ser como ellos». «¿Futbolista, hijo?». «No, los que están al lado de los futbolistas». No sabía que ese oficio que no sabía nombrar le llevaría a estar treinta años trabajando en periódicos: Diario 16, El Mundo, donde fue corresponsal en Japón, y El Confidencial. Ha sido enviado especial a quince países de cuatro continentes. Doctor en periodismo, enseña su vocación y alienta las carreras de futuros reporteros en la Universidad de Málaga. Es devoto de Leila Guerriero, Tom Wolfe y Chaves Nogales. Fue galardonado con el Premio Manuel Chaves Nogales por el reportaje «Hiroshima: la superviviente de la bomba atómica y el fantasma de la niña que le pidió agua», publicado en El Confidencial y recogido en este volumen. Por Hiroshima recibió una mención especial del jurado del Premio Rodolfo Walsh.






















/ Fotos: Toñi Guerrero – Cedidas a El Digital de Albacete /