MAR ABIERTO | Secuestrados

En el contexto de un mundo saturado de información y de calor, a estas alturas del verano, el concepto de «secuestro de la verdad» describe la manipulación, distorsión o supresión deliberada de hechos objetivos en favor de narrativas que sirven a intereses específicos y, este fenómeno, se ve amplificado por, un mecanismo psicológico que influye en cómo las personas perciben y procesan la información. Mecanismo no solo del que hemos oído hablar en los últimos 5 años hasta la saciedad, sino que también hemos padecido: el primado negativo.

Concepto derivado de la psicología cognitiva y que se refiere a la tendencia de las personas a prestar mayor atención y otorgar más peso a la información nociva o amenazante en comparación con la positiva o neutral. Este sesgo tiene raíces evolutivas: nuestros antepasados sobrevivían al estar más alerta ante peligros que ante oportunidades. En el mundo moderno, este mecanismo se activa cuando nos exponemos a titulares alarmistas, imágenes impactantes o narrativas que refuerzan el miedo, la desconfianza o la indignación.

Cuando se nos señala con el dedo por tener nuestro propio criterio y se trata de arrinconarnos y cambiar los hechos con sutiles giros del verbo “como si no hubiéramos entendido” y ahí empieza a generarse el caldo de cultivo en el que prospera la desinformación basada en la confusión y la verdad es secuestrada en el proceso. Es su cómplice necesario.

Esto ocurre impepinablemente cuando los hechos objetivos son reemplazados por narrativas manipuladas, ya sea por agendas políticas, intereses comerciales o algoritmos de redes sociales.

Se amplifican y priorizan los contenidos escandalosos porque producen un mayor impacto y se produce entonces una distorsión de la percepción y lo que sí se sabe a ciencia cierta es que la exposición constante a narrativas de este tipo cambia la visión que se tiene del mundo, polariza y genera desconfianza, nos sitúa mediáticamente en un “nosotros contra ellos” que no es lo mismo que estar en un “ellos contra nosotros”. La sobrecarga de este tipo de contenido, falseado con el foco en narrativas simplistas que por el mero hecho de serlo poco se cuestionan, no sé si generan ansiedad pero agotarnos, eso, hasta el final. Nos abrumamos y tendemos a desconectarnos y a aceptar cualquier cosa con tal de frenar. Es como si la verdad quisiera hacerse oír en un concierto de los Sex Pistols .

Estamos desbordados, literalmente y ese extraño matrimonio que forman el primado negativo y el secuestro de la verdad, tiene consecuencias profundas: desconfianza generalizada, comportamientos reactivos que llevan a la adopción de decisiones y acciones impulsivas basadas en el miedo o la ira y todos sabemos que la venganza ha de servirse en plato frio, cuanto más frio más rico, o eso cuentan; erosión del diálogo porque cuando la narrativa nociva domina, el debate racional se desvanece. Es un poco como dejar nuestra vida en la barra de un bar, donde todos los resultados apuntan desastrosos, sí, claramente todos para finalmente no hablar de ese concepto complejo llamado ansiedad social que a mí me parece inestabilidad, esa que se produce cuando uno vive en un estado de  alerta perpetua. Chi lo sa.

Así que sí, mi conclusión es que el primado negativo es cómplice formidable y necesario en el secuestro de la verdad, porque aprovecha nuestra predisposición psicológica a enfocarnos en lo adverso para deformar la realidad. 

Les voy a dejar en este mar abierto de narrativas turbulentas y en el que el secuestro de lo real quisiera hundir el barco de unos hechos que saben nadar. Valor para cuestionar, cada vez encuentro infinitamente más y, lo sé, la verdad siempre guarda un as bajo la manga; siempre encuentra la manera de brillar y de sacarnos de la trampa del “y tú más”.

Buen fin de semana y ojalá que les sea de mar.

Amelia F. Fernández-Pacheco

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