DESDE EL ACEQUIÓN | Mucho, mucho ruido y una enorme decepción

Artículo de opinión de Antonio Martínez

Querido paisano:

He de reconocer que desde la cima de la Motilla del Acequión, la vista que tendrías hoy de nuestra ciudad sería magnífica. Lástima que durante tantos y tantos años, tú y tu clan fuerais las únicas personas que habitabais estos lares, que por cierto siguen tal y como te informé la semana pasada, porque como podrás comprender, nuestro apreciado alcalde tenía otras cosas más importantes en la cabeza, como por ejemplo animar a sus huestes a ir de domingueo a Madrid a quejarse de lo mal que está España y señalar con el dedo acusador al Presidente del Gobierno, olvidando que cuando apuntas con un dedo, hay otros tres que te señalan a ti. Haz la prueba y verás.

Permíteme que en esta ocasión me salte el protocolo y comience hablándote del ruido atronador que venía provocando lo insustancial que todo lo envolvía, de tal modo que nos impedía prestar atención a lo que realmente debería importarnos. Los altísimos decibelios que pontificaban sobre lo vacuo, lamentablemente enmudecían las crónicas de lo relevante. Y así nos lucía el pelo.

Y digo que comience, porque el final, lamentablemente, lo han dictado las acciones de otra persona.

Pensaba informarte de que tenemos al jefe del primer partido de la oposición diciendo a quien lo quiera escuchar que no es presidente porque no quiere, mientras una voz de chulapa madrileña le susurra en el oído del extremo derecho que se deje de blanduras y que al felón de Sánchez lo que hay que hacer es atizarle sin piedad y donde más le duela hasta que convoque nuevas elecciones, que ya está bien de que gobierne su España un indocumentado izquierdoso propalestino, y para colmo preocupado por el cambio climático, los derechos de los trabajadores, la memoria democrática y ¡la igualdad!. Eso sí que no, la igualdad no, hasta ahí podíamos llegar.

Inocente, o solo bienqueda, el que decía hacer política para adultos a los mandos del timón del yate de su amigo Dorado, pregunta si con tanto ruido también se impedirá que se escuchen sus propuestas. Por el pinganillo, que ahora sí usaba, la emperatriz de las cañas, o de los dobles que es lo único que te ponen ahora en cualquier bar de la capital, le respondía con una media sonrisa de gata castiza, que por eso no se preocupe, que total, para lo que tiene que decir, bien estamos así, y que mejor dejarse ya de romanticismos pueblerinos, que lo que toca ahora es que el pueda hacer que haga, como bien dijo en su día el ser supremo. 

Y desde luego bien que han hecho y hacen a favor de la causa del omnisciente quienes atendieron su llamada, ya sean políticos, periodistas profesionales o pésimos aprendices de gacetilleros, tertulianos todólogos, altos magistrados que no dudan en destapar un ojo a la justicia para rebuscar entre la basura algo con lo que condenar al más pintado y que convierten meras sospechas prendidas con alfileres en hechos incuestionables, medios de comunicación prestos a rendir pleitesía a quien generosamente alimenta su cuenta de resultados, falsos sindicatos sin escrúpulos y una larga lista de asociaciones con una sola idea en la cabeza pero con muchos recursos.

Andaba yo en estas disquisiciones tan sublimes, cuando de repente un duro golpe de realidad, y además de la mala, me dejó con el ánimo por los suelos, la digestión a medio hacer y con un cabreo del quince. Y no exagero

 Supongo que tú no los conoces, pero el PSOE ha tenido la desgracia  de que sus dos últimos Secretarios de Organización se han pasado al lado oscuro de la fuerza sin decir esta boca es mía, olvidando que fueron puestos ahí para servir a su partido y a su país, o viceversa, que el orden de los factores no altera el producto, a pesar de que juraron o prometieron en su día que no engordarían su cuenta corriente amparándose en el poder que otorga el cargo. Pero es que además se creían impunes, que es lo que más me molesta.

Quien me conoce sabe que soy de los que piensan que el que la hace que la pague, y si al final se demuestra que hizo algo que no debía, que caiga sobre él todo el peso de la justicia, y si resulta que no hizo nada reprochable, pues que se le devuelvan todos sus cargos y a pelillos a la mar, cosa que sabemos que nunca ocurrirá, porque el daño, mucho, ya está hecho, y no solo para los supuestos infractores, sino para el partido, y eso sí que no lo remedia ni una ni mil dimisiones, por muy voluntariamente forzadas que estas sean.

Si resulta que dos, tres, diez o una docena de personas que en su propio beneficio traicionan a quien los nombró, a la organización a la que pertenecen y por extensión a la sufrida ciudadanía, no queda más remedio que apartarlos de nuestro lado y que sea la justicia la que se encargue de evaluar sus actuaciones y actuar en consecuencia. Al partido no le corresponde juzgar, pero si actuar. Y actuó, vaya si actuó. 

Lo que más me duele en este tipo de chorizadas, es que al final los paganos de las tropelías de estos tres pueden ser los cientos o miles de concejales y concejalas, alcaldes y alcaldesas que tienen sus despacho en la sala de estar de su casa, que se dejan la vida por sus vecinos y que puede ser que reciban en su cara una bofetada de desprecio, porque es el rostro que la ciudadanía tiene más a mano y porque no se la puede dar a los Koldos, Abalos y Cerdanes de turno.

Por último, quiero pensar que está en lo cierto el Presidente del Gobierno cuando afirma que ésta no es una crisis de gobierno sino de partido y que la casa habrá que limpiarla desde dentro, pero cuidado, porque ya es tener mala suerte, o tener mal ojo para elegir, que tus dos último secretarios de organización te hayan salido ranas.

Me temo que la cosa no terminará aquí, así que te seguiré contando lo que vaya sucediendo, pero la mala leche que se me ha puesto hoy va a tardar tiempo en desaparecer.

PD. Si consigues que alguien haga algo que tú quieres porque él quiere hacerlo, estás en la senda correcta.

Antonio Martínez

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