((Tendré que ser más convincente // tú sabes que lo hago por los dos // ¿Y qué mas da si siempre están pensando todos diferente? // Descubrirán que no es como antes // por una vez, disfrutarán del presidente — Presidente – Molina Molina)
Cuando algo nace muerto deja de militar automáticamente en la posibilidad de enfrentarse a una crónica de muerte anunciada porque ya no tendrá la oportunidad de llegar a ella con algo de vida, y eso le ha pasado a la Conferencia de Presidentes que se celebra, si se ha de celebrar, este viernes en Barcelona. Voy a intentar contarles en este pequeño espacio y mientras remato la maleta para poner rumbo al Palau de Pedralbes las razones que me llevan a pensar que la criatura que allí se alumbrará no llegará en ningún caso a exhalar alguno de los objetivos por los que debía venir al mundo.
Tengo 48 horas por delante antes de que el Rey Felipe VI corte la cita de la reunión y yo ya puedo ir escribiendo los teletipos del viernes. Si no los titulares, al menos me veo capaz de atisbar por dónde vendrán los fracasos colectivos y las pequeñas e insignificantes victorias que se intentará apuntar cada uno, mientras todos miran, mientras todos miramos.
Le pasa a esta Conferencia de Presidentes lo que le pasaría a usted si intentara comerse una sopa con un tenedor. Que el tenedor no le sirve. Hagamos memoria.
Fue el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero quien hace más de dos décadas encofró las normas que han de regular este tipo de reuniones, en una génesis en la que quedó grabado a fuego que las citas se fraguarían para generar «estabilidad territorial» de cara a «gobernar el país con diálogo». No me digan que esto no les ha provocado una leve sonrisa etrusca.
Un cónclave que, desde su creación, debiera haberse convocado dos veces al año, algo que jamás ocurrió. Este invento de la era Zapatero sumó con el presidente socialista cuatro convocatorias, por cierto, las únicas que no he tenido la oportunidad de cubrir como periodista.
Que a Rajoy no le gustaban estos encuentros (ni siquiera cuando su rodillo parlamentario gobernaba este país) lo atestigua el hecho de que solo la convocó dos veces, una en octubre de 2012 y otra más en 2017, cerca de casa, en el Senado, para así digerirla pronto hasta el punto de que dio tiempo de hacer siesta.
Lo que pasó entonces vino en forma de pandemia, de miedo y de necesidad de tomar medidas, y en cada una de las sucesivas conferencias de presidentes convocadas de forma telemática por Pedro Sánchez tuve la oportunidad de comprobar cómo estas citas mutaron su idiosincrasia desde las primeras en las que todos pensaban que «saldríamos mejores» hasta las últimas en las que el PP, con Ayuso como ariete, olió sangre y encontró aquí una nueva plataforma para hacer oposición, descubriendo que entonar un ‘no’ por sistema e ir a la contra es, hoy por hoy, una herramienta más infalible que un ‘sí’ con condiciones.
Con la ‘nueva normalidad’ haciéndose hueco como concepto y con los cajones del tresillo llenos de mascarillas se convocó la primera de las conferencias presenciales de esta era moderna. Fue en San Millán de la Cogolla, en un contexto impregnado de aquél julio de 2020 en el que España daba por amortizada la pandemia y empezó a llenar playas y terrazas con el optimismo que daban los datos sin que nadie avisara de que omicrón empañaría el otoño posterior.
Al margen de dos nuevos careos telemáticos mediante, se repitió la fórmula un año y un día después en el Convento de San Esteban de Salamanca, preludio de una nueva convocatoria en La Palma que se vio frustrada (y aplazada) por aquello del volcán. En todas estas convocatorias de la era moderna, el PP aún no aglutinaba tanto poder territorial, por lo que, a falta de grandes acuerdos, el paripé mediático de unos y de otros acabó en tablas.
El equilibrio del poder territorial cambió en 2023, lo que condicionó la penúltima de estas conferencias sin contar con la de esta semana. Y es que en el Palacio de la Magdalena de Santander ya se escenificó la figura de Pedro Sánchez como la de un conejo cayendo a una pecera llena de pirañas. En el caso barcelonés, será solo un aperitivo, y es que más de una decena de barones del PP se adornarán de sonrisas para posar en la foto junto al rey y al presidente 48 horas antes de afilar los cuchillos para manifestarse contra todo bajo el lema ‘Mafia o Democracia’ en Madrid.
Cepillo de dientes, cargador… maleta lista. Marcho a Barcelona, les cuento a la vuelta.