Albacete cuenta con un importante patrimonio arquitectónico compuesto por edificios destacados llenos de historia. Así, el centro de la ciudad guarda decenas de ellos de diferentes épocas que destacan por su valor tanto arquitectónico, como cultural e histórico.
Entre los escenarios que presumen de contar con conjuntos arquitectónicos como la calle Ancha en la que se encuentran varios edificios emblemáticos de la ciudad, destaca un espacio, en el que en apenas unos metros conviven el Ayuntamiento de Albacete, la Catedral de San Juan Bautista y el Museo de la Cuchillería, que representan tres grandes pilares de la sociedad albaceteña.

En esta ocasión, nos adentramos en el actual Museo de la Cuchillería, también conocido como la Casa del Hortelano, de la mano de la guía turística de Albacete, Amelia González.
La Casa del Hortelano
La Casa del Hortelano se ha convertido en uno de los edificios más representativos de la ciudad por su contenido, y es que este inmueble en la actualidad alberga el Museo de la Cuchillería, y entre sus paredes pervive una de las tradiciones y oficios clave en el desarrollo de la capital albaceteña, ya que hablar de Albacete es hablar de navajas.

El edificio está situado en un entorno privilegiado, entre el Ayuntamiento de la ciudad y la Catedral de San Juan Bautista, lo que antaño era la llamada Plaza del Hospital. Pues bien, en ese momento, allá por 1876, en este edificio se depositaban “los diezmos”, es decir, los impuestos”, tal y como señala Amelia González, guía turística de Albacete.

Un edificio que a principios del siglo XX pertenecía a Joaquín Hortelano, quien “hizo el cambio de la fachada del inmueble”, como señala la guía, que indica que fueron las ideas de Daniel Rubio, arquitecto municipal de Albacete, las que permitieron que hoy contemos con esta joya arquitectónica en el centro de la ciudad, que guarda uno de los tesoros más preciados de Albacete. Además, en esa época, el arquitecto “acababa de estrenarse con el Templete de nuestro Recinto Ferial”.

De impuestos a cuchillos
El hecho de que Joaquín quisiera cambiar la fachada puede responder a la idea de “no recordar ese pasado en el que se pagaban impuestos en el edificio, ya que albergaría un nuevo negocio”, como manifiesta Amelia González, que detalla que era una forma de “darle una aire nuevo y actualizarla para que resultase más coherente con la época”.

Cabe destacar, que el edifico no estaba aislado como en la actualidad, sino que “formaba parte de varios edificios situados en la plaza, y por lo tanto, lo que hace Daniel Rubio es enmarcar toda la fachada, con una especie de torretas a los laterales”, comparte, y añade que cuando desaparecieron el resto de inmuebles, “se refuerza esa idea de que ese lugar ha quedado de alguna manera en el centro de la zona verde, como si se tratase de un castillo que aguanta en medio de un bosque”.

Por otro lado, en 1892 se pone en marcha un proyecto para “la urbanización de la plaza por lo que caen los edificios laterales, ya que en esa zona iba una zona verde”, por lo que el actual Museo de la Cuchillería ha quedado como “el único que consiguió subsistir”.

En cuanto a la temática, a principios del siglo XX en el panorama en el arquitectónico nacional dominaba “el eclecticismo”, como señala la guía de Albacete, por lo que solo faltaban por definir algunos aspectos. En esta ocasión, Daniel Rubio se decantó por “una fachada de estilo neogótico”, indica.
Una joya arquitectónica en el corazón de Albacete
En lo relacionado a la fachada del inmueble, cabe mencionar que está enmarcado por “dos torretas o bastiones, destacando especialmente el espacio de la derecha, ya que es la zona de acceso”, manifiesta Amelia González, que puntualiza que en esta zona se encuentra un “arco lobulado y justo encima un mirador decorado con una pequeña tracería”. Una técnica para “destacar esta parte del edificio”, donde se encuentra la entrada al mismo, sostiene.

Por otro lado, la zona de la izquierda se une con “la parte central con la balconada del centro, donde también se pueden apreciar una columna que se fusiona con la fachada”, señala, y subraya el énfasis del arquitecto por “darle la importancia a la zona de la derecha del edificio”. En lo relacionado a la parte central, en su piso inferior podemos ver “un zócalo de piedras donde se integran las ventanas, y dos escudos, el de Albacete y otro protagonizado por una navaja”.

En cuanto al tejado, éste es “de pizarra”, y llama la atención su pendiente, que “recorre toda la zona del cuerpo principal entre los bastiones y se corona con una característica crestería de hierro”, subraya.

Finalmente, con el paso de los años, el edificio ha contado con diferentes usos hasta convertirse en el Museo de la Cuchillería de Albacete, donde pervive uno de los legados más emblemáticos y representativos de la ciudad.


















































