ASÍ SUENA | Yo tengo treinta y tres

Artículo de opinión de Humberto del Horno

Yo tengo treinta y tres, y tú eres casi una menor // es imposible que entre los dos // exista algo que dure un tiempo (La Costa Brava)

   Muchos se han atrevido a explicar qué es política a lo largo de la historia, y política termina por ser muchas cosas, tantas como definiciones merece dependiendo de quien las enuncie. Sin tener muy claro cuál es la más acertada de todas las acepciones, sí que me atrevo a acotar como añadido el concepto de ‘politiqueo’, más sobable, más elástico, más perverso, más incierto, más cruel a veces, pero mucho menos volátil y, ni qué decir tiene, más rentable en términos electorales.

    Politiqueo es el arte de confrontar cualquier propuesta, idea o argumento que venga del adversario, a cualquier precio, sin que medie razón, verdad ni sentido del ridículo. El politiqueo vive de sus propios frutos y solo es rentable si desgasta al de enfrente. Politiquear es embarrar el terreno, es una entrada sin balón a la altura de la rodilla, es sal en el café, pelo en la sopa, es china en el zapato del otro.

    El último de los ejemplos en esta región lo hemos tenido en la negociación del Estatuto de Autonomía a la sombra de la que pasará a la historia como ‘La enmienda 41’, aquella con la que el Partido Popular se desmarcó por sorpresa (o por accidente) para desdecirse del acuerdo previo y pedir ahora que no se amplíe el número de diputados, porque ‘no toca’ aunque sí tocó antes, y es que es algo que de tocar, tocará dependiendo de cómo venga el aire.

   Con las posiciones de uno y otro enconadas, entre el ampliar el número de diputados del uno y el mantenerlo en 33 del otro se exploró una escala de amplios grises. Y la solución ha sido ampliar el tamaño del Parlamento en una decisión que se queda en ‘stand by’, una ampliación de la puntita nada más, un ‘sí pero no’ que evocó a aquella independencia catalana de 30 segundos enunciada por Puigdemony y suspendida cuando apenas llevaba dos suspiros de vida, emulando entonces esa sensación de estar buscando aparcamiento en batería y, cuando encuentras por fin hueco, te das cuenta de que lo está ocupando un Smart que se había escapado de tu ángulo de visión. 

   Y es que PP y PSOE han acordado subir la horquilla de diputados hasta un máximo de 55 pero han blindado igualmente que jamás se cambiará la ley electoral si alguno de los dos no quiere, algo que en definitiva supone la victoria en el relato para el Partido Popular. 

   Con los equilibrios electorales entrando en juego, el PP vuelve a cruzar de un lado a otro del charco con el aliento de Vox en la nuca. Quizá nadie haya pensado que, caprichitos de la ley d’Hont, un escenario con una tercera fuerza política en juego cogiendo fuerza solo sirve para debilitar a la segunda y aupar a la primera.

   Tengamos en cuenta otra premisa, y es que con la ley electoral vigente, la que reparte 33 procuradores, habrá un notable cambio encima de la mesa, y es que la provincia de Albacete pierde un escaño en favor de la de Guadalajara, lo que dejará un tablero con tres circunscripciones pares (Ciudad Real, 8; Albacete, 6; y Guadalajara, 6); con Toledo manteniendo los 9 y Cuenca en sus escuetos 5. O el PP de Paco Núñez tiene muy claro que el desgaste de Pedro Sánchez, (que no de Page), es suficiente como para ganar la Presidencia de Castilla-La Mancha solo con hacerse el muerto, o no mover el número de diputados ahora terminará por ser un ‘hara-kiri’ más que una bendición. 

   Sea como sea, con el Estatuto ya vestido, casi peinado y listo para salir a pasear, la enmienda 41 salió de la ecuación para empezar a tramitar una nueva Carta Magna castellanomanchega que esconde detrás mucho más que el número de sueldos que se habrán de pagar en el Convento de San Gil. Bien está si sirve para dejar el politiqueo para la mesa de los niños y nos centramos, por una vez al menos, en hacer política. 


Humberto del Horno

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