“Ella no quería hablar, ni madre, ni padre, quería cavar el silencio, que el silencio fuera el hilo de costura negro con el que cerrar las heridas del tiempo”. Estas son las palabras de un poema de Charo Tébar, una catalana con raíces albaceteñas que, junto a su hija, Helena Tébar Fernández, han emprendido un viaje hasta la ciudad para descubrir la historia de su abuelo, Ángel Tébar, fusilado en la tapia del Cementerio de Albacete en 1940.
Helena Tébar Fernández tiene tan solo 16 años de edad y cursa 1º de Bachillerato en Barcelona. Para superar este período académico, la joven debe realizar un trabajo de investigación libre. Helena Tébar se ha decidido por rescatar del olvido la historia de su bisabuelo, Ángel Tébar, quien fue alcalde de Villalgordo del Júcar (Albacete), y más tarde fusilado por la represión franquista tras la Guerra Civil. Así, la joven estudiante ha sumado a toda su familia en un viaje que las ha traído desde Barcelona, donde reside la familia Tébar actualmente, hasta sus raíces en Albacete. Un trabajo de investigación, que más allá de lo meramente académico, está sanando las heridas de varias generaciones de esta familia catalana con raíces albaceteñas.

Charo y Helena han emprendido este viaje para recuperar la memoria de su abuelo y bisabuelo respectivamente, y estos días han pasado por varios archivos históricos de Albacete para conocer más sobre los últimos años de vida de Ángel Tébar, desde que fue arrestado para pasar a ser encarcelado, y finalmente fusilado junto a otras personas en Albacete. Volver al pasado no es fácil, y cerrar heridas también lleva implícito el hecho de cicatrizar, un proceso doloroso. Y eso es lo que han vivido durante estos días Charo y Helena, revisando los documentos que acreditan que Ángel Tébar fue arrestado y enviado a la prisión de La Roda (Albacete) tras el juicio que lo acusó de adhesión a la rebelión, para más tarde firmar la sentencia de muerte que lo llevó a las tapias del Cementerio de Albacete en mayo de 1940.

Regreso a las raíces en Albacete
“Yo no quise llegar hasta aquí, fue el azar quién me guió, quien dirigió mis pasos y me arrojó hacia esta fosa”. Son las palabras del poema ‘El azar’ de Charo Tébar. El viaje que las ha traído hasta Albacete, más allá de los kilómetros que unen la ciudad con Barcelona no ha sido fácil. Una aventura que arrancó gracias a la valentía de Helena y sus ganas de saber más, que pronto contagiaron a Charo y al resto de la familia, y que han servido a Charo para plasmar en un poemario este proceso de búsqueda con sus claros y sus sombras.
Helena Tébar explica a El Digital de Albacete que tras decidirse por recomponer en cierta manera los últimos años de vida de su abuelo hasta su ejecución, empezó “a buscar”, y pronto encontró respuestas. Así, señala que “primero se lo conté a mi madre, que habló con mi tía y después hablamos con mi abuela. A ella le hace mucha ilusión y se puso contenta, desgraciadamente mi abuelo, el hijo de Ángel, no está aquí para verlo”.

En un primer momento, Helena hizo una sencilla búsqueda, tan solo con el nombre de su bisabuelo, Ángel Tébar Lázaro, en Internet. “Me salió una ficha en la que salía como Ángel Tébar Lozano, y aunque el segundo apellido no coincidía todos los demás datos sí”, manifiesta. En ella se pueden leer datos como su profesión, jornalero y alcalde de Villalgordo del Júcar, casado, y otros datos como la fecha y el lugar de su muerte o el delito por el que cumplió condena. “Después descubrimos que en el lugar donde está enterrado pone Lozano en vez de Lázaro, suponemos que por un error”, indica Helena. Algo que ha supuesto un obstáculo a la hora de buscar más información sobre este caso.
Delito: adhesión a la rebelión, Sentencia: Pena de Muerte
Desde el pasado lunes, 14 de abril hasta el miércoles, 16 de abril, madre e hija se han desplazado hasta Albacete con la finalidad de buscar respuestas. Unas respuestas que han llegado gracias a la documentación de los archivos históricos de la ciudad, que les ha permitido conocer más sobre los últimos años de vida de Ángel Tébar. “Hemos encontrado la sentencia”, explica Helena Tébar, mientras que Charo señala “la dureza” de estos días, especialmente tras leer de qué se le acusa y su condena a muerte. “Hemos encontrado procedimientos judiciales que confirman que había sido alcalde de Villalgordo del Júcar y un documento en el que firmaba una expedición de aceite a Valencia”, señala Charo Tébar, que explica que este documento recoge que aquel envío “no era legal y lo metieron en la cárcel en 1938”. Así, oficialmente y en un primer momento se le acusa de “circulación de aceite sin guía legal”, tal y como recoge este documento.

Pero la historia no acaba ahí, ya que Helena Tébar ha dado con otro documento que cambia la historia. “El pueblo pidió su liberación por escrito”, señala, y manifiesta que finalmente “lo sacaron de la cárcel y en 1939 lo metieron de nuevo”. Según se desprende del expediente de prisión, Ángel Tébar entró en la cárcel el 15 de mayo de 1939 y salió el 14 de mayo de 1940 con destino al cementerio de Albacete, donde finalmente fue fusilado junto a 20 personas más.
La ejecución en Albacete
“La de mi abuelo duele imaginarla. Sería más sencilla: en pelotón, en las tapias del cementerio, un simple tiro, y del oscuro reino de la muerte, la tortura, el silencio”. Son los versos de Charo Tébar de ‘Ejecución’, en el poemario que está construyendo en este viaje a sus raíces.
“Cuando entró a prisión por segunda vez lo hizo con el objeto de cumplir la pena de muerte como queda detallado en el Expediente de Prisión de La Roda”, explica Charo Tébar, que señala que “estuvo justamente un año”. Exactamente, un año menos un día, del 15 de mayo de 1939 hasta el 14 de mayo de 1940. Gracias a este documento, han podido saber que el objeto de la acusación es por “adhesión a la rebelión y por estar afiliado a partidos izquierdistas”, señala, además, detalla que también lo acusan de “profanación de imágenes y de haber ordenados asesinatos como alcalde”. Además, Charo apunta que generalmente, «acusaban a personas de hechos como éstos para justificar su ejecución en simulacros de juicios militares que carecían de pruebas».
En otro documento, Charo y Helena han encontrado las órdenes que siguieron aquellos que lo fusilaron, tan solo un día antes. “(…)Debiendo ser ejecutados en virtud de la sentencia en el día de mañana, tiene usted las órdenes oportunas de que sean enterrados, cavada la fosa en la que han de recibir sepultura”, detalla el manuscrito, que añade que “si algún familiar desea recoger el cadáver lo autorice, y sin pompas fúnebres, pueda ser enterrado por los familiares”. Una información con la que “se nos han puesto los pelos de punta”, como indica Charo, que aclara que “nunca nadie supo en mi familia que se podía ir a recoger el cadáver”.

Finalmente Ángel Tébar fue fusilado en la madrugada del 14 de mayo de 1940, a las 05:30 horas, en la tapia del cementerio junto a Manuel Cortijo Arribas, Joaquín Cuenca Costa, Juan Julián Fernández Piqueras, José Fierrez Ibáñez, Bernardo Gabaldón Alarcón, Jesús Gabaldón Alarcón, Víctor Gabaldón Martínez, Florentino Jiménez Serrano, Manuel Jiménez Serrano, Emilio López Carretero, Antonio Lucas Escribano, Florencio Lucas Escribano, Aurelio Lucas Escudero, Carlos Lucas Picazo, Víctor Martínez León, Vicente Martínez Palencia, Homobono Moreno López, Gerardo Olmos Cortijos, Francisco Sáez Yubero, Alejandro Serna Agraz, según los datos del Mapa de la Memoria Democrática de Albacete.
Lo que desconocía completamente la familia, y ha podido saber 85 años después, es que en 1948 fue exhumado y enterrado en el Patio de Santa Catalina del Cementerio de Albacete, tal y como indican desde el Mapa de la Memoria Democrática de Albacete y como han comprobado Helena y Charo. “No teníamos ni idea, hemos visto que después han añadido a dos personas más además de los nombres que aparecen inscritos, todos de edades comprendidas entre los 20 y los 40 años”, aclara Charo Tébar.
“He llegado para saber, sabiendo nada, para creer, descreyendo todo”
Uno de los aspectos que más han impresionado a Charo y Helena es saber quiénes fueron las personas que acusaron a su abuelo y bisabuelo respectivamente. “Hemos tenido acceso a la Causa General de La Roda, ahí están las declaraciones de las personas que lo acusaron”, indica Helena. Una información que ha valido para que Charo entienda cosas que le decía su padre que ahora cobran sentido. “Cuando íbamos al pueblo, mi padre no quería pasar por ciertas calles y evitaba cruzarse con algunas personas”, manifiesta, y asegura que “nunca nos dijo nada pero sabía perfectamente quienes eran estas personas que acusaron a mi abuelo. Nunca me había planteado conocer algo así y me dio un escalofrío al leer el documento”. “Mi padre tenía unos 5 años cuando mataron a su padre, y su madre lo llevaba a verlo a la prisión, él recordaba verlo entre los barrotes y siempre nos decía que era totalmente inocente”, recuerda.

Estos días Helena y Charo han vivido muchas emociones, y han sido días complicados para ellas, aunque tienen claro que “siempre es mejor saber”, como señala Helena.
La zanja
“Como se cava una zanja, grande y profunda, para enterrar a los muertos, lanzamos allí la guerra, la cubramos de tierra, y de ella nunca más hablemos”. Son versos del poema ‘La Zanja’ de Charo Tébar, que reflejan a la perfección el silencio que ha reinado en muchas familias españolas que perdieron a sus seres queridos como la familia Tébar.
“Cuando decidimos investigar y lo compartimos con la familia hay quien no quiere saber, ni recordar”, explica Charo, que aclara que “de alguna manera, si el dolor lo llevas, yo prefiero saber, enterarme y ver todo esto. Te hace acercarte a él, a su historia y a lo que le pasó”, asegura. “Es doloroso pero es ir buscando tus raíces y recomponiendo la figura de mi abuelo”, sostiene.

“Nos han dicho que dejásemos la cosas, que lo zanjáramos”, explica Charo, mientras que Helena manifiesta que “entiendo que no quieran buscar, ni hurgar porque ha sido una etapa muy complicada para los que la vivieron”. A pesar de ello, madre e hija, con mucha valentía, han sabido seguir hacia delante y no han parado de buscar, en una carpeta que cada día se iba llenando más y más, a pesar de que cada vez que recibían noticias “nos daba un vuelco el corazón”, como explica Charo.
Todo este proceso ha servido para tratar de cerrar, en la medida de lo posible, las heridas de toda una familia. Un proceso que además Charo Tébar ha plasmado en sus poesías, reflejando todo lo que ha sentido en este viaje desde Barcelona, donde reside actualmente, hasta lo más profundo de sus raíces albaceteñas junto a su hija.

Finalmente, tras conocer más detalles de los que se esperaban encontrar sobre los últimos años de vida de Ángel Tébar, Charo y Helena han colocado una placa en el nicho donde está enterrado, con su nombre escrito correctamente en su memoria. Además, han colocado algunas flores en la tapia del Cementerio de Albacete en la que, como Ángel, perdieron la vida cerca de 800 personas. Así, y gracias a la valentía de Helena, que con tan solo 16 años ha decidido investigar sobre su bisabuelo, empiezan a cicatrizar las heridas de cuatro generaciones de esta familia catalana, que no olvida que sus raíces perviven para siempre en Albacete.