Las personas que esta tarde paseaban por la peatonalizada calle Ancha de Albacete se han topado con una desagradable sorpresa. Un excremento de gran tamaño, ubicado en todo el centro de la calle, degradaba tan mítico punto de la capital manchega y ponía de relieve un problema que no sólo ocurre en Albacete: lo cerdos que son algunos dueños de perros. Sean vecinos de la ciudad que sean.

Y la culpa no es de los canes, sino de sus dueños. Cerdos de dos patas que con el incivismo por bandera se hacen los despistados cuando sus perros defecan en la vía pública, y se marchan del lugar obviando su obligación de retirar el excremento de la calle; como así obliga la Ordenanza Cívica y debería obligar su educación. Pero carecen de ella. Y de vergüenza.

Cerdos en Albacete
Este ejemplo es tan solo uno de muchos, ya que hay calles de Albacete en las que los viandantes deben ir sorteando excrementos de perro como si de una gincana o una pista americana se tratase. Y ojo, no es porque los empleados del servicio municipal de limpieza no realicen bien su trabajo y no las retiren, o porque el Ayuntamiento no ponga todo el empeño en que se limpien los excrementos, campañas de concienciación incluidas, sino que en ocasiones el incivismo de muchos dueños de perros es tal que es imposible ponerle puertas al campo y da igual lo que se haga; son cerdos, y punto. No hay más. Son auténticos cerdos.

En el caso de esta deposición, ha sido una empleada municipal del servicio de limpieza la que ha tenido que retirarla para evitar cualquier tipo de incidente con ella y para que dejara de degradar el entorno en tan mítico punto de Albacete. ¿Se ha puesto el dueño del perro en cuestión en el puesto de esta mujer y se ha imaginado limpiando él un excremento de tal calibre que hubiera dejado el perro de la señora? No. No lo ha hecho. Como tampoco se ha parado a pensar qué podría pasar si alguien se la hubiera llevado puesta en sus zapatos. O en las ruedas del carrito de un bebé. Los cerdos de dos patas no piensan.