La soldadura es un oficio tradicionalmente ocupado por hombres, en el que la tasa de inclusión femenina ha sido muy baja. Afortunadamente, los tiempos cambian, y en las últimas décadas las mujeres se han ido abriendo camino. Un ejemplo de ello es Susana María Sánchez, una albaceteña de 48 años que, tras 22 años en las fuerzas armadas, decidió estudiar un ciclo formativo de grado medio en Soldadura y Calderería.
Su paso por las Fuerzas Armadas
La historia de esta albaceteña con la soldadura viene de lejos. Susana nos cuenta que en 2002, cuando tenía 27 años, se fue a la academia militar de León para ingresar en las fuerzas armadas, en donde “había muy pocas mujeres, y las pocas que había estaban en oficinas, logística, o almacén. Tenía que coger una especialidad, así que, como me gusta mucho el metal y los trabajos artesanos manuales, me llamó mucho la atención la soldadura. Elegí tirar por esa rama, y comencé a adentrarme en un mundo que poco a poco me enganchó. En soldadura era la única mujer, de hecho, cuando llegué no estaban preparados, porque en el taller no había ni baños femeninos”.
En realidad hubo un periodo de adaptación mutuo. “Al final, después de estar mucho tiempo con mis compañeros, me convertí en una más. En mi experiencia, la primera impresión no es buena, porque no hay que olvidar que es un trabajo que siempre ha sido de hombres, y cuando llega una mujer es como que no se fían, y eso se nota. Luego, con el tiempo se van dando cuenta de que podemos desempeñar el trabajo tan bien como ellos, y se va normalizando todo. En realidad no hay distinciones, porque te subes al andamio igual, y haces exactamente lo que ellos, así que cuando se dan cuenta de que no pones pegas a nada, te empiezan a tratar como una más. Estuve cuatro meses en León aprendiendo el oficio, hasta que salió mi destino como soldadora en la Maestranza Aérea de Albacete, donde he estado más de 20 años, siendo la única mujer en el puesto”, revela.
Técnico en soldadura y calderería
Cuando Susana cumplió 45 años y ostentaba el rango de cabo, llegó el momento de promocionar para ascender a cabo primera, o retirarse. “Promocionar era muy difícil, y para hacerlo había que tener una serie de cursos y méritos a los que en aquel momento no podía acceder. Además de trabajar mucho, había sido madre de tres hijos, y no pude tener la oportunidad de prepararme para promocionar, así que nunca barajé esa opción. Así que, poco a poco, me fui haciendo a la idea de que a los 45 años saldría del ejército. Lo malo es que, una vez fuera, aunque tengas mucha experiencia en el sector, no sales con una titulación reglada, un título oficial que garantice que puedes desempeñar satisfactoriamente ese trabajo, algo indispensable para volver a la vida laboral. Al salir del ejército contaba con dos años de paro, así que decidí emplear ese tiempo en estudiar, y entré en el IES Don Bosco de Albacete, para estudiar un ciclo formativo de grado medio en soldadura y calderería, y así obtener el título de técnico”, señala.
En el curso 2023/24, los ciclos de grado medio de formación profesional del IES Don Bosco han contado con 386 alumnos, de los cuales, solo 8 han sido mujeres (alrededor del 2%). Concretamente, el ciclo de soldadura y calderería ha contado con 36 alumnos, siendo Susana la única mujer. “En todos los sitios en donde he estado de soldadora he sido la única mujer, y es algo que no entiendo. Está claro que es un oficio duro, y algo peligroso, pero a día de hoy hay un plan serio y estricto de riesgos laborales, y con la maquinaria actual ya no hay que mover tanto peso como antes. Es un trabajo muy bonito y artesanal que pueden llevar a cabo las mujeres igual que los hombres. Además, en reglas generales, las chicas somos muy perfeccionistas, pacientes, y cuidadosas, y es algo que viene muy bien a la hora de desempeñar este trabajo. Antes no se veían mujeres conduciendo autobuses, o camiones, o incluso trabajando en las obras, pero ahora afortunadamente sí”, celebra.
Vuelta a la vida laboral
Nada más terminar el ciclo formativo, una empresa le ofreció un trabajo como soldadora, pero una vez concluido el periodo de prueba la empresa decidió desistir del contrato. “Como era habitual, era la única mujer que había, y es difícil demostrar mi valía sin tener un periodo de adaptación más largo. Cuando llegas te miran con más detenimiento, y estás en el punto de mira. Los ojos críticos están en ti, en tu manera de trabajar y de hacer las cosas, pero cuando te dan tiempo se olvidan de todo eso, porque has tenido un recorrido para demostrarlo. En esta ocasión no me dio tiempo a ganármelos, que vieran como soy, y mi capacidad para realizar el trabajo. En solo un mes de prueba no tuve la oportunidad de hacerlo”, lamenta
“Aun así, estoy contenta de mi trabajo”, asegura Susana, que en un futuro quiere seguir formándose estudiando el grado superior de soldadura. “En un futuro, mi sueño es ser profesora de soldadura, porque cuando estaba en Maestranza muchas veces me mandaban a chicos de prácticas a los que tenía que enseñar el oficio. De este modo le cogí el gustillo a la docencia, y creo que se me puede dar muy bien. Así que mi meta es sacar mi título superior de estructuras metálicas para dar clase. Sé que va a ser complicado y costoso, porque necesito trabajar para vivir, y ver si puedo compaginarlo con los estudios, pero lo voy a dar todo para conseguirlo. Ahora estoy en la búsqueda de trabajo, con grandes expectativas, y muchas ganas de emprender nuevos proyectos”, concluye. Detrás de la máscara de metal y las chispas de soldar, nos encontramos a Susana María Sánchez, una mujer capaz de lograr todo lo que se proponga.