Luis Machí ha creado una fórmula mágica para hacer piezas en vidrio. Y es que, este artesano de Albacete,ha conseguido descifrar el secreto para hacer su propio cristal, y así desarrollar su artesanía basada en el vidrio soplado.
Luis Machí es uno de los pocos artesanos de todo el mundo que fabrica su propio vidrio, ya que su inquietud, más que artística, es científica y de investigación. Partiendo de la arena, consigue hacer vidrio añadiendo productos químicos, a través de una fórmula en la que ha trabajado mucho tiempo. El artesano nos cuenta que “el acicate para empezar a investigar fue el alto coste del vidrio. Como en España no hay, tenía que comprarlo en Suecia o Estados Unidos, donde los precios eran prohibitivos. Entonces me planteé: ¿y si hago yo mi propio vidrio? Algunos compañeros se rieron de mí, me decían que estaba loco y que no lo iba a conseguir. No hay que olvidar que la fórmula del vidrio es secreta, y requiere de unos tiempos determinados, y unas temperaturas altísimas”.
La constancia como método de trabajo
Por probar no perdía nada, así que “empecé a investigar y a experimentar con fórmulas que iba sacando de libros antiguos de siglos pasados. Poco a poco me fui encaminando hacia la composición del vidrio, mezclando la arena con algunos elementos que iba comprando. Estuve meses sacando basura del horno, una especie de barro o cemento que no se acercaba nada al cristal, porque no era ni transparente. Entonces lo tiraba y volvía a empezar, hasta que un día sonó la flauta”, señala.
Gracias a su constancia y empeño, con el método ‘prueba y error’ comenzó a obtener resultados. “Cuando vi que salió transparente, y que la luz pasaba a través del material, me di cuenta de que ya había conseguido algo muy parecido al cristal. Poco a poco fui perfeccionando la formula, hasta conseguir, sin exagerar, uno de los mejores vidrios del mundo, y te lo dice uno de Albacete. El vidrio que estoy haciendo está a la altura del de Murano, o el de cualquier otro lugar. Me costó mucho conseguirlo, pero ahora me siento muy orgulloso, porque es de una calidad muy alta. He logrado sacar un vidrio cristalino, brillante, blando, y perfecto para soplar, y lo bueno es que ya no tengo que comprárselo a nadie para hacer mis creaciones”, celebra.
Su pasión por el fuego
Hace ahora más de 20 años, alrededor del año 2000, comenzó su aventura con el vidrio, tras pasar por la Facultad de Bellas Artes de Barcelona. “Siempre me había atraído mucho el fuego, así que me matriculé en la ‘Fundació Centre del Vidre’, una escuela de Barcelona que era la única que tenía un horno de vidrio soplado. Técnica que, por aquel entonces, no enseñaban en prácticamente ningún sitio. Nada más entrar en la escuela, este horno fue precintado por el ayuntamiento por un tema de permisos. Un problema que, según dijeron, se iba a solventar con el tiempo. Mi idea de aprender la técnica del vidrio soplado tenía que esperar, así que mientras tanto, fui aprendiendo otras técnicas, como la de vitrofusión. Después de tres años en la escuela, ese horno nunca se volvió a poner en marcha, aunque la técnica de vitrofusión me sirvió para empezar a producir cosas que se podían vender, y así poder montar un pequeño taller en Albacete”, narra.
Persiguiendo un sueño
Empeñado en aprender la técnica del vidrio soplado, siguió investigando y viajando por su cuenta para conocer de cerca esta especialidad. “Me fui a una Escuela de Arte en Edimburgo, donde estuve tres meses, y pude vivir mi bautismo de fuego con el vidrio soplado. En ese momento tuve claro el camino que quería seguir. Sin embargo, cuando volví a Albacete me di cuenta de que no tenía medios económicos para ponerlo en marcha, así que, para poder continuar, tuve que seguir con la técnica de vitrofusión, que me estaba funcionando económicamente. Mientras, seguí viajando de vez en cuando por el mundo en busca de mi sueño. De este modo, recorrí países como Estados Unidos, Inglaterra, Francia, o México, en busca de talleres y escuelas donde perfeccionar la técnica del vidrio soplado”, revela.
Con esfuerzo, finalmente consiguió costear la infraestructura de un pequeño taller de vidrio soplado que fue creciendo poco a poco. “. Era complicado, porque tenía un producto y una clientela para la vitrofusión, pero la pasión superaba todos los números. Empecé haciendo mis pinitos, hasta que pude dar el paso de la vitrofusión, una técnica más sencilla y económica, a la de vidrio soplado, mucho más cara y difícil de trabajar. Así que, paulatinamente fui cambiando, y a día de hoy me dedico casi exclusivamente al vidrio soplado, que requiere mucha disciplina, entrenamiento diario, y muchas horas de práctica y constancia. Llegar a hacer una esfera es muy complicado, porque el vidrio no te da facilidades para modelar, y hay que trabajar el material a muchos grados de temperatura. Salir de mi zona de confort era muy arriesgado, pero valía la pena intentarlo, y ahora estoy muy contento de haberlo dado ese paso”, asegura.
Coreografía alrededor del fuego
Ver trabajar a Luis Machí en su taller es una auténtica maravilla. Como si se tratara de una coreografía, se mueve alrededor del fuego para crear piezas de vidrio únicas. Machí explica que “el vidrio soplado requiere concentración absoluta, porque no te permite pensar en otra cosa mientras estás trabajando. Tienes que anticiparte a lo que vas a hacer, porque los tiempos de intervención son muy cortos, y no puede haber errores. También requiere de una habilidad que solamente se consigue con la repetición, como un algoritmo que se va implantando en tu cerebro, hasta conseguir que salga solo, de forma automática. Cuando se logra esa habilidad, es cuando realmente todo fluye. El vidrio es un líquido, y hay que fluir con él. Tus movimientos tienen que ser líquidos también, hay que bailar al ritmo de la fluidez que tiene el material, y acompañarlo. De este modo lo puedes ir dominando, para acabar la pieza con éxito”
Aplicaciones con la técnica del vidrio soplado
Las piezas que crea Luis Machí en su taller son únicas, no hay dos iguales. El artesano aclara que “al no trabajar con moldes, cada una es distinta. La forma de trabajar es al aire, con mucho control, dándole el aire que necesita a cada pieza, para luego manipularlas y crear algo exclusivo. Mi gran demanda es la iluminación, piezas únicas que se valoran más porque añaden funcionalidad, ya que además de decorar son luminosas. Pero también hago elementos de decoración, jarrones, platos o vasos. Además, estoy haciendo muchas piezas de joyería, que al ser un formato más pequeño y manejable, se convierte es una aplicación muy interesante. Todas estas aplicaciones están teniendo mucha demanda en vidrio soplado”.
Una técnica en peligro de extinción
El vidrio soplado es un oficio milenario reducido en España a unos cinco profesionales, siendo Luis Machí el único en Castilla-La Mancha. El artesano indica que “es una técnica en peligro de extinción, pero sobre todo en España. A nivel mundial no creo que se pierda, solo hay que pensar en La Isla de Murano (Italia), conocida por su larga tradición vidriera. También hay partes del mundo como Estados Unidos o Francia, donde existen numerosos talleres. En estos lugares se aprecia la disciplina del vidrio soplado, a la que han dotado de un rol de arte y exclusividad, y sobre todo de emoción, porque la artesanía es emoción”, concluye.
Mucho calor, horno, fuego y un espíritu apasionado que contagia. Así es Luis Machí, el único artesano de vidrio soplado que existe en nuestra región, de los pocos que quedan en España realizando esta técnica, y el único que formula y funde su propio vidrio, desde su taller artesano en Albacete capital, desde hace 20 años.