Salvadora y su organillo no se han separado en sesenta y seis años. Su fiel compañero la ha acompañado en miles de jornadas de trabajo. Ella toca la rueda de este instrumento y al sonar su melodía, el ambiente cambia.
La organillera traslada a El Digital de Albacete, que “nací en 1953, desde los cuatro años junto a mi padre salía con el organillo en Madrid y desde entonces me he dedicado a ello. Cuando mi padre murió, heredé el instrumento y siempre que puedo salgo con él, suelo tocar la canción de la calle Alcalá porque me gustan las canciones alegres”.
Salvadora es muy querida en Albacete y en su Madrid Natal, así transmite que “todo el mundo me conoce, me quiere y me aprecia y soy bienvenida donde sea, aunque en un día suelo recaudar poco dinero, pero estoy muy agradecida con todos”. De este modo, cuando los transeúntes caminan por las calles y se encuentran a Salvadora, en numerosas ocasiones, se detienen a escucharla y disfrutan con su melodía.
Su vida ha transcurrido en Madrid, sin embargo, todas las Ferias de Albacete viene a esta ciudad junto con su inseparable compañero de aventuras, “desde Madrid me trae mi hijo en una furgoneta”, traslada Salvadora.
Esta mujer es la última organillera en Albacete y en Madrid, así lo confirma, “no hay nadie que toque más el organillo que yo y siempre salgo a tocar”. Con Salvadora se mantiene una tradición antiquísima, pero sin ella, el famoso órgano dejará de escucharse en las calles de ambas ciudades. Salvadora confiesa que “para mí el organillo es como si fuera un hijo”.
La organillera tiene una amplia familia con catorce nietos y cinco bisnietos y le encantaría que alguien de su familia siguiera esta tradición, sin embargo, transmite que “le quiero enseñar a un nieto a tocar el órgano, que es el que me ayuda a veces a llevarlo a los sitios, pero no quiere dedicarse a esto”.
El instrumento, macizo y ajado, refleja el paso del tiempo, de tantos años caminando por las calles y alegrando a los ciudadanos con su música. Salvadora no se separa de su acompañante y confiesa que “hasta el último día que pueda seguiré tocando el organillo”.