Aparatoso incendio en este conocido edificio de Albacete

Un piso en llamas en el Edificio Mompó de Albacete

En la tarde de este martes, a eso de las 19.30 horas, bomberos del Ayuntamiento de Albacete, agentes de la Policía Nacional, de la Policía Local de Albacete, profesionales sanitarios del SESCAM y varias ambulancias se desplazaron al famoso edificio Mompó de Albacete capital; ubicado en la confluencia de la calle Estrella con el Paseo de Pedro Simón Abril. Justo enfrente del parque Abelardo Sánchez de Albacete capital.

Incendio en el Edificio Mompó – Albacete

Según han indicado a El Digital de Albacete fuentes oficiales, el incendio se ha originado en el balcón de un sexto piso y tras su llegada al lugar de los hechos, los servicios de emergencia comenzaron con las labores de extinción y de evacuación de los vecinos que fuese necesario.

Incendio en el Edificio Mompó – Albacete

Por el momento, las causas que han provocado este incendio son toda una incógnita. El aviso al 112 se ha producido a las 19.30 horas.

Incendio en el Edificio Mompó – Albacete

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/FOTOS: Ángel Chacón/

Mítico edificio de Albacete

Con sus 14 plantas domina su entorno inmediato. Este edificio de estilo moderno fue uno de los primeros en altura en construirse en la ciudad. Las fachadas, sabiamente tratadas, están distribuidas de acuerdo a su orientación. Al este, está constituido por amplias terrazas que se proyectan sobre la masa vegetal del parque Abelardo Sánchez. Al sur, los antepechos forman un juego geométrico ondulante.

Se trata del edificio ‘Mompó’, situado en la calle de la Estrella con Comandante Padilla, en los alrededores del parque, en el centro de la ciudad. Vicente Mompó, promotor de la edificación, nos cuenta que “donde ahora está el edificio había una huerta con un pozo árabe, en la que se cultivaban lechugas, tomates y pimientos. La huerta era de mi tío Antonio que, tras su traslado a Valencia, decidió cedérsela a mi padre. En esos momentos yo tenía 30 años, ya me había casado, tenía seis hijos, y había vuelto de Madrid tras terminar la carrera de Profesorado Mercantil. Cuando llegué a Albacete me puse a trabajar en la joyería con mi padre”.

Debido a la dificultad para encontrar una vivienda en Albacete a principio de la década de los 60, su padre le dijo que se quedara con la huerta para construir lo que quisiera. “Te la regalo, y tú te haces ahí un chalet o lo que sea”, apunta el promotor recordando las palabras de su padre, añadiendo que “era una zona en la que había muy poco construido, solo había algunos chalets alrededor y enfrente un solar. Las calles eran de tierra y no estaban iluminadas. Prácticamente, era como ir a vivir al campo, a las afueras de la ciudad”.

Aunque tuvo sus dudas, finalmente, Vicente Mompó se puso en marcha con el anteproyecto, con la idea de construir un chalet, pero no todo iba a ser un camino de rosas. “Me llevé una gran sorpresa cuando, una vez comenzados los tramites, la Caja de Ahorros decidió construir un edificio justo al lado. Como empezaron a construir alturas, ya no tenía sentido construir un chalet pegado a un edificio alto, ya que perdía, entre otras muchas cosas, la intimidad y la estética de la construcción. Por otro lado, la parte de abajo del edificio que estaban construyendo llegaba a mi medianería, con lo que se saltaban ciertas ordenanzas. Así que hice un recurso contra el Ayuntamiento y lo gané. En consecuencia de esto, recibí una llamada del alcalde y el gobernador civil de aquella época, para explicarme que el Ayuntamiento estaba actuando con benevolencia en función a la necesidad que había de viviendas. Su intención era convencerme para seguir adelante con el proyecto. A cambio me darían facilidades a la hora construir en mi terreno en las condiciones que quisiera”, relata.

Descartada la opción de hacer un chalet, cuando por fin se terminó de construir el edificio de al lado, llegó el momento de tomar decisiones importantes. El problema era que “no tenía dinero para afrontar la construcción de un edificio, así que recurrí a la empresa más fuerte que había por aquel entonces en Albacete, que era ‘Cubiertas y tejados’. Hablé con su director y llegamos al acuerdo de que yo ponía el solar y algo de dinero, y la empresa cubría el resto de la construcción”, revela.

A la hora de decidir quién iba a llevar a cabo el proyecto, Vicente Mompó tuvo claro que sería el arquitecto madrileño Roberto Puig, con el que le unía una gran amistad. “Conocí a Roberto en los momentos lúdicos de mi estancia en Madrid, estudiando la carrera, junto al pintor Godofredo Jiménez. Nos gustaba mucho ir a los clubs de jazz que estaban ubicados en sótanos, donde nos reuníamos los estudiantes a disfrutar de música en vivo. Roberto era un estudiante brillante, hijo de Pedro Puig Adam, un famoso matemático de la época. Cuando llegó el momento de hacer el edificio no dudé en contar con él. Aunque era joven y no había podido hacer muchas cosas todavía, lo poco que había hecho me encantaba. Era un arquitecto rompedor, con una visión muy diferente a todo lo que se estaba haciendo, por lo que me pareció interesante involucrarlo en el proyecto”.

Cuando presentaron la primera idea, el arquitecto municipal puso la pega de que tenía que ser un edificio exento, aislado, que no entrara en contacto con ninguna otra edificación, por lo tanto, que tuviera todas sus fachadas al exterior. Unas características que, según el promotor, “encarecían todo mucho más. No es lo mismo una medianería lisa, que una fachada al exterior con ventanas. Se plantearon varias ideas, pero faltaba capital para llevarlas a cabo. Fue entonces cuando otro amigo nuestro entró en el proyecto, dividiendo la sociedad en cuatro partes. Con esta sociedad me fui al banco, que me prestó el dinero suficiente para igualar el presupuesto inicial de construcción del edificio. Era todo un riesgo, porque, además de apostar por un arquitecto que no tenía mucho construido, me estaba metiendo en un berenjenal del que no sabía si iba a poder salir”.

De este modo, en el año 1963 se empezó a construir el edificio ‘Mompó’. Vicente Mompó pone de relieve que “a pesar de todos los riesgos que tenía que asumir, afronté el proyecto con muchísima ilusión. Roberto Puig fue una pieza clave para el éxito del edificio. El arquitecto puso mucho cariño en su trabajo. Era un auténtico personaje, una persona genial para todo. Recuerdo que se tumbaba en la arena, a la altura de donde está ahora el parquecillo de los pinos, a la izquierda de la casa, para ver desde esa perspectiva los pasos de la construcción. Así no se le escapaba nada, y hacía un seguimiento meticuloso del proyecto. Aparte, podía ver las modificaciones pertinentes que pudieran surgir sobre la marcha”.

Tres años después, en 1966, finalizó la construcción del edificio. Mompó hace hincapié en que “fue el primer edificio de Albacete en el que se utilizó piedra blanca, porque hasta entonces los edificios se hacían de ladrillo caravista y todos eran prácticamente igual. Tenía un diseño muy avanzado para la época, con esa fachada tan original, de balcones que se encuentran, tan peculiares y que le dan ese estilo único al edificio. Era mucho más moderno que todo lo que había. De hecho, es incluso más moderno que todo lo que se fue haciendo después. Lo que hizo Roberto aquí, arquitectónicamente hablando, fue un golpetazo, un salto hacia delante muy importante para la ciudad, y yo me siento muy orgulloso de haber sido el promotor”.

Una vez construido el edificio, ya que no había conseguido el chalet, Vicente Mompó se fue a vivir al edificio, al piso más alto, el cual “junté con el ático para tener habitaciones para todos. Una casa con espacios muy grandes y una terraza con unas vistas impresionantes desde donde se puede ver toda la ciudad desde diferentes partes, y donde podía cultivar y cuidar mis plantas. En definitiva, pude suplir el suelo con las alturas, y todo con el buen criterio del arquitecto”, recalca.

Además, en la parte baja, la edificación contaba con dos plantas de garaje, para que todos los vecinos tuvieran su plaza. Y es que, Roberto Puig, acostumbrado a viajar a Estados Unidos y ver lo que estaba pasando fuera, partió de un concepto distinto. Nada de locales comerciales, que era lo que se estilaba entonces. Mompó destaca que “en esos tiempos no había problemas para aparcar, ya que no había muchos coches, pero nos sorprendió con un concepto muy actual, adelantándose muchos años al problema del aparcamiento”.

El diseño del edificio era tan diferente a todo lo que había, que en un principio costó vender los pisos. La gente pensaba que era algo inalcanzable, pero lo cierto es que “los vecinos que entraron en su inicio, son los que han vivido en el edificio durante toda su vida. Se vino a vivir mi gran amigo, el pintor Godofredo Jiménez. También el director de ‘Cubiertas y tejados’, empresa que se encargó de la construcción, y hasta el jefe de obra, señal de que habían hecho un buen trabajo”, subraya.

El edificio ‘Mompó’ causó sensación en el Albacete de la década de los 60, y hasta le salieron imitadores. “Intentaron hacer algo similar en Alicante, pero Roberto hizo un recurso y lo ganó. A partir de la construcción del edificio ‘Mompó’, a Roberto le salieron más trabajos. Uno de mis socios tenía un solar en Albacete en el que quería construir un hotel y volvió a contar con él. Fue así como se construyó el Hotel ‘Albar’, en la calle Isaac Peral. A mi juicio, y lo juzgo con toda rotundidad, fue una auténtica maravilla. Con una fachada única, realizada a base de cuerpos y balcones volados angulares, que consiguen una gran expresividad plástica. Una fachada que, por cierto, ahora han quitado y la han dejado lisa, algo que de ninguna manera puedo entender. También le salió un proyecto de un hotel en Mojácar, que resolvió con su maestría, utilizando la geometría blanca, tan acorde con el entorno del pueblo. Un hotel con el que demostró ser un arquitecto visionario. Llegó a tener bastante prestigio, pero murió muy joven, cuando tenía por delante muchas cosas que hacer y un gran futuro. Era un arquitecto con una visión muy especial. Una persona que, como todos los genios, era muy complicada, tanto en su forma de ser, como de actuar, pero que recuerdo con mucho cariño”, concluye.

Roberto Puig también fue el arquitecto encargado del proyecto del popular hotel ‘Claridge’, situado en Alarcón (Cuenca), un hotel que quedó en desuso a finales de los 90 cuando desaparecieron los clientes. Ahora, totalmente abandonado, el ‘Claridge’ es un ejemplo de nuestra mejor arquitectura sesentera y brutalista. Tras la noticia de que se ha puesto a la venta, han saltado a la palestra las construcciones del arquitecto que lo construyó. Roberto Puig, el gran olvidado de la arquitectura del siglo XX. Él fue el encargado de cumplir el sueño de un joven Vicente Mompó, el de construir un edificio que ha visto cómo ha ido creciendo su ciudad desde las alturas, sabiendo que, aunque haya pasado el tiempo, sigue siendo el más moderno de Albacete.

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