Toda una vida dedicada al tambor

Juan Martínez se jubila definitivamente tras 55 años al servicio del tambor

Tras 55 años dedicados a la construcción de tambores, el artesano hellinero Juan Martínez deja su taller. A sus 74 años se jubila de manera definitiva, dejando atrás una intensa vida entre aros, tornillos, bordones y parches. 

El artesano hellinero Juan Martínez / Foto: Juan Martínez

Nacido en Hellín, abandonó su pueblo natal a los 5 años, trasladándose con su familia a Valencia, donde su padre había encontrado un trabajo de camionero. Juan Martínez nos cuenta que “eran tiempos difíciles, y mi padre tuvo que buscar trabajo fuera, aunque siempre volvía al pueblo en Semana Santa para tocar el tambor. Tuve la suerte de hacer algunos de esos viajes con él, hasta que en 1966, cuando tenía 17 años, tuve una revelación. Estaba en la zona del ayuntamiento, en la parte alta de la plaza de la iglesia, que lucía abarrotada de gente tocando el tambor, y empecé a preguntarme cuántos parches se podían romper en un día como ese. Pensé que si se rompía un tambor de cada diez, ahí podría haber negocio”. 

Tambor / Foto: Juan Martínez

“Lo hago todo, o no gano nada”

Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de meterse de lleno en el mundo del tambor, emprendiendo así su gran aventura. Comenzó comprando tambores para desmontarlos, con el fin de ir apuntando todas sus piezas, y lo que hacía falta para hacerlos sonar. “Haciendo cálculos, me di cuenta de que si compraba las piezas ya hechas para su posterior montaje, no me quedaría margen de ganancia, por lo que decidí que tenía que hacerlo todo. No quería ir a ningún sitio a pedir material, sino hacerlo desde cero de manera artesanal. Poco a poco fui aprendiendo a fabricar aros de madera, cascos, parches, cuerdas y bordones. Reflexioné: lo hago todo, o no gano nada, y me lié a hacer tambores como pude”, revela.

Dos años después, en 1968, cuando tenía 19 años, Juan Martínez ya tenía claro que quería dedicar su vida a la construcción de tambores. “Mi padre me dio 1.000 pesetas, que en aquella época eran muchas pesetas, y me dijo que me apañara como pudiera, y así comencé con el negocio. Con ese dinero compré material, y me puse manos a la obra. Los inicios fueron en una habitación de mi casa, donde levantaba la cama, la arrimaba a la pared, y me ponía a hacer tambores hasta que llegaba la noche, momento en el que bajaba la cama para dormir”, narra.

Taller / Foto: Juan Martínez

Unos comienzos que no fueron nada fáciles. “El primer tambor que hice no me salió muy bien, y mi padre, que era todo un experto tamborilero, me dijo que lo tirara a la basura. No me rendí, y seguí adelante hasta que lo tuve claro. Tras unos años aprendiendo, un buen día, mi padre, después de probar una de mis últimas creaciones, me dijo que ya estaba preparado para salir a vender. Cogí entonces 10 tambores, los metí en el coche, y me fui a Hellín y a Tobarra para ver si podía venderlos. Enseguida los vendí, y entendí que había negocio, y que me podía dedicar a eso. De este modo, el dinero que gané con las ventas, lo invertí en comprar más material para seguir haciendo tambores”, refleja.

Con el boca a boca como estrategia de marketing, la cosa empezó a funcionar, por lo que Juan Martínez decidió que era el momento de formalizar el negocio, y buscarse un sitio más grande para poder trabajar. “Mi padre tenía un terreno en Valencia, en donde construimos una nave y, poco a poco, a modo de ‘ensayo-error’, fui fabricando artesanalmente la maquinaria necesaria para montar ‘Tambores Martínez’, mi aventura empresarial. Trabajaba entre semana, y los fines de semana salía de viaje con el coche a vender lo que me habían pedido, invirtiendo todo lo que ganaba en volver a hacer nuevos tambores. Seguí este ritmo hasta que, con 21 años, me casé y quise formar una familia, momento en el que empecé a destinar una partida de dinero para la casa, y otra para seguir invirtiendo en el negocio”, explica. 

Parches, túnicas y calendarios de la Semana Santa de Hellín / Foto: Juan Martínez

De la piel de cabrito al poliéster

Uno de los hallazgos importantes de este artesano del tambor fue la utilización del poliéster como nuevo material para la fabricación de los parches. Martínez indica que “hasta el momento, los parches se solían hacer con piel de cabrito, pero se estropeaban mucho. Entre otras cosas, no se podían mojar, y cuando llovía la gente se tenía que meter en los bares para evitar que se mojara el tambor. Dándole vueltas y probando materiales, coloqué en un molde el plástico de una botella, y lo estiré hasta que estuvo lo suficientemente tirante para que se pudiera tocar, descubriendo así, que el poliéster podía ser muy buena opción. Lo fundamental era saber quién fabricaba ese material, por lo que me fui a Inglaterra, a una fábrica de poliéster, llené medio contenedor y me lo traje a España. Fue a partir de entonces cuando empecé a levantar cabeza”, reconoce. 

En el año 2007 abrió una sucursal de ‘Tambores Martínez’ en Hellín. El artesano pone de relieve que “la temporada fuerte era la de enero, febrero y marzo, meses previos a la Semana Santa, días en los que se vendían muchísimos tambores. El resto del año me dedicaba más a vender y arreglar parches, desmontar tambores para su reparación, o poner bordones nuevos. Como había negocio, decidí buscar un local en Hellín para montar una tienda. De esta manera, se abrió una sucursal, de la que se encargó mi hija Mónica en cuanto cumplió la mayoría de edad, en la conocida calle del Rabal, en Hellín”. 

Tambor / Foto: Juan Martínez

El momento de parar

Hace cuatro años, cuando Juan Martínez cumplió 70 años, decidió que era el momento de parar. “Estaba ya muy cansado de viajar, y dejé el negocio como tal. Si es cierto que, como soy un apasionado del tambor, seguí haciendo tambores, pero a nivel personal, solo para familiares, amigos muy allegados y sobre todo, por afición. Hay que tener en cuenta que es lo que he estado haciendo toda mi vida, y es difícil dejarlo, pero ahora ha llegado el momento de parar definitivamente”, asegura. 

Foto: Juan Martínez

Hace unos meses puso en venta las máquinas artesanales que, hace 55 años, construyó con sus propias manos. “Antes de tomar la decisión le di muchas vueltas. Primero le propuse a Javier, mi hijo pequeño, que me ha ayudado muchos años, que siguiera con el negocio, pero no aceptó, porque considera que es muy sacrificado y hay que viajar mucho. Fue entonces cuando me decidí a poner todo a la venta. Finalmente, se lo va a quedar una pareja que tiene una fábrica en Castellón, que se llama ‘Tito Puig’, especializados en hacer tambores para batucada, a los que, además de venderles la maquinaria, les estoy enseñando a manejarla. Todavía no me he hecho a la idea, pero tengo la certeza de que, cuando se lo lleven todo, voy a llorar, ya que se llevan una parte muy importante de mi vida”, señala. 

Taller / Foto: Juan Martínez

A pesar de las dificultades, Juan Martínez ha seguido siempre adelante, vendiendo miles de tambores por toda España. Por eso, está convencido de que si retrocediera en el tiempo, volvería a dedicarse a lo mismo. “Hacer tambores es lo que me ha llenado siempre. El hecho de fabricar algo que me sale bien, que gusta y que además me feliciten por ello, es una satisfacción personal muy grande. Es alentador ir paseando por el pueblo, y encontrarme con amigos que me saludan, me enseñan sus tambores, y me cuentan lo bien que suenan. Eso es algo que me ha hecho sentir siempre muy orgulloso”, concluye. 

Tamborada Miércoles Santo Hellín / Foto archivo

Cuando lleguen estas fechas y comiencen a sonar los repiques de tambor, siempre nos quedará el recuerdo de Martínez, este romántico creador hellinero que, durante 55 años, y con mucho tesón, ha pulido en silencio los sonidos de la Semana Santa de muchas partes de España. 

Modesto Colorado

Comunicador y cantante de Albacete. Más de 20 años de experiencia en medios de comunicación, especializado en información y reportajes de ámbito cultural.
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