El relojero albaceteño que puso Albacete en hora

Conocemos la historia de ‘El reloj del abuelo’

El reloj del antiguo Ayuntamiento de Albacete, actual Museo Municipal, fue adquirido a principios del siglo pasado en la casa de relojes madrileña de Antonio Canseco. Su adquisición tuvo lugar como culminación de la construcción del nuevo palacio consistorial situado en un solar esquinado en la denominada Plaza del General Espartero, ahora Altozano. El 8 de julio de 1912 el reloj empezó a funcionar dando perfectamente las horas, hasta que en 1983 una avería lo inhabilitó. En el mes de julio del año 1995, el albaceteño Julián Tevár se ofreció desinteresadamente a arreglar el viejo reloj, el cual llevaba 12 años parado. Desde entonces sigue funcionando a la perfección. 

Julián Gil, nieto del relojero, recuerda que “al pasar por el Altozano, mi abuelo miraba el reloj y le llamaba la atención que no funcionara. Decía que, siendo un emblema de la ciudad, era una pena que estuviera parado, así que un día pasó y preguntó si podía subir a verlo. Le contaron que habían venido varios técnicos desde Barcelona y Madrid a verlo, pero como faltan piezas que ya no existían, no habían logrado ponerlo en marcha”.

Julián Tévar / Cedida

Tras comprobar que podía hacerlo funcionar, Julián Tevár, se ofreció a repararlo. Una vez concedido el permiso por parte de las autoridades para poder trabajar en el reloj, se puso manos a la obra y así comenzó la aventura.  Pilar Tevár, hija del relojero, indica que “las condiciones en las que se encontró el reloj eran muy malas. Con las obras en el edificio y el traslado al nuevo Ayuntamiento, la maquinaria del reloj estaba desmontada y entre escombros. Había piezas que estaban oxidadas y su deterioro parecía irreversible. Pero el mismo lo montó y buscó las piezas que faltaban, y otras las tuvo que fabricar utilizando todo tipo de objetos”.

Julián Tévar / Cedida

El reloj del abuelo

Debido a su abandono, la reparación fue complicada, pero tras 15 días de duro trabajo logró ponerlo en marcha correctamente, y de este modo el reloj del antiguo Ayuntamiento volvió a marcar las horas. Julián Gil resalta que “tras varios años abandonado, y con muchas de las piezas rotas y fuera de su sitio, mi abuelo pudo hacerlo funcionar. Tuvo que trabajar mucho, soldando piezas y poniendo algunas nuevas, pero finalmente lo dejó instalado en su sitio, con sus tres esferas ajustadas y focos de luz interior para que se viera bien desde el exterior. Tengo muy buenos recuerdos de todo aquello, ya que en algunas ocasiones tuvimos la suerte de acompañarle. Nosotros decíamos que era el ‘reloj del abuelo’ y que íbamos a ayudarle, aunque por nuestra edad más bien íbamos a dar el follón”. 

Las palabras de la familia de Julián Tévar dejan constancia del cariño y la admiración que este albaceteño sentía por su ciudad y su profesión. Pilar Tévar nos cuenta que “no solo consiguió recuperar y hacer funcionar el reloj del viejo Ayuntamiento, sino que posteriormente siguió haciéndole sus revisiones, pasándose de vez en cuando para comprobar que todo marchaba a la perfección. Todo esto de manera desinteresada, simplemente por el gusto de poder escucharlo y verlo funcionando al pasar por el altozano, y para que todos los albaceteños pudieran disfrutar del reloj”.

Julián Tévar / Cedida

Un atractivo más del turismo de Albacete

Juan Antonio Sotos, director técnico del Teatro Circo, apunta que “un año después de la inauguración del Museo Municipal en 1995, entré a trabajar como responsable de la parte técnica del museo, y allí tuve la suerte de conocer a Julián Tévar, el apasionado maestro relojero que había puesto en funcionamiento el reloj. Era un señor muy amable, hablador, un enamorado de Albacete y también de su oficio. Tenía muchos conocimientos sobre todo tipo de relojes. Tras ponerlo en marcha, había que hacerle algunos ajustes, y contó conmigo para que le ayudase a solventar esos problemillas que le quedaban para su perfecto funcionamiento. Me explicó detalles sobre el mantenimiento del reloj, la lubricación de las piezas, como ponerlo en hora, la limpieza de engranajes, o cómo funcionaba la cuerda. Unos conocimientos que me sirvieron para mi trabajo, ya que tuve que encargarme de esas cosas durante los cuatro años que trabajé allí, y aprendí mucho de él. Dediqué al reloj mucho tiempo, y estoy contento de haberlo hecho y de verlo ahora funcionando. Considero que es una de las joyas de Albacete, un gran desconocido para la ciudadanía. Desde abajo solo se ven las tres esferas, pero lo importante es la maquinaria que lo mueve. Una maquinaria que este año cumple 111 años, y creo que es algo a reivindicar y que merece un buen homenaje”.

Juan Antonio Sotos y Ángel Manuel Ruiz Moreno

En la actualidad, hay tres personas encargadas del mantenimiento del reloj. “Me gusta seguir en contacto con ellos, y darme una vuelta por allí de vez en cuando a ver cómo va todo”, declara Sotos, añadiendo que “hay que estar muy encima de este reloj. Una de sus peculiaridades es que se atrasa en verano y se adelanta en invierno. Cuando el tiempo es más o menos estable, los desajustes son inapreciables, pero como la torre no está climatizada, el reloj depende de la temperatura exterior. De este modo, si la torre está muy caliente, los metales se dilatan, y si está muy fría, los metales se encogen, por lo que ese ajuste hay que hacerlo a diario”. 

Juan Antonio Sotos

La maquinaria de este reloj se encuentra dentro de una urna de cristal que “se hizo para que no se llenasen de polvo los engranajes. Es un espectáculo verlo funcionar con los años que tiene. Me encantaría que se le diese su valor, que se conservara y se acondicionara para que pudiera ser visitado por la ciudadanía, que la torre del reloj se convirtiera en un atractivo más del turismo de Albacete”, reivindica Sotos.  

La afición por arreglar relojes de Julián Tévar

Nacido en Fuentealbilla, de familia de herreros, la relación de Julián Tévar con el mundo de la relojería nació muy pronto, ya que al finalizar la guerra civil se dedicó a restaurar algunos relojes de la provincia de Albacete. Su hija Pilar señala que “desde su infancia le llamó mucho la atención el mundo de la mecánica, que aprendió de manera autodidacta, montando y desmontando cosas. Mi padre solo estudió la enseñanza básica, pero era muy mañoso y se divertía arreglando cualquier aparato. Era muy observador, y siempre tuvo mucha inquietud por el funcionamiento de las máquinas. Como veía a su padre conducir, un día, con tan solo 14 años, cogió el coche que estaba aparcado en la fragua y, mientras todos comían, lo sacó y se dio una vuelta por el pueblo. Con esa edad ingresó como aprendiz mecánico en los talleres de la Diputación de Albacete. Más tarde, en la posguerra, muchos relojes de las torres de las iglesias se estropearon debido a los bombardeos, y él se dedicó a arreglar muchos de ellos, en pueblos como Casas Ibáñez, Cenizate o Golosalvo. Cogía su maletín y se iba donde le llamaran a arreglar los relojes. De este modo, logró tener mucha capacidad para llevar a cabo estos trabajos. Cuando hizo la mili,  le nombraron jefe de taller porque arreglaba cualquier maquinaria que se le pusiera por delante”. 

Etapa en Suiza

Por aquel entonces, le resultó muy difícil encontrar trabajo en España, así que, tras pasar por varias ciudades, como Albacete, Mallorca o Sevilla, y conseguir certificados de los ayuntamientos por el arreglo de relojes, se marchó a Ginebra donde, durante 19 años, trabajó como mecánico en diversas empresas suizas. “La cosa estaba muy complicada en aquella época, por lo que, dejando a su mujer y sus tres hijos en España, mi padre tuvo que emigrar a Suiza para poder trabajar.

Julian Tévar / Cedida

Gracias a sus conocimientos y su experiencia laboral, enseguida encontró trabajo en una empresa textil, donde se encargaba del mantenimiento técnico de máquinas de coser, para más tarde trabajar en varias relojerías, hasta terminar como mecánico de precisión en la prestigiosa marca ‘Rolex’”, detalla su hija. 

Julián Tévar en Suiza / Cedida

Vuelta a España

En 1975, Julián Tévar regresó a España. Pilar Tévar refleja que “aunque nos llamaba a menudo por teléfono, nos carteábamos, e íbamos nosotros a Suiza en verano, y él venía en navidades, siempre quiso volver a España, donde estaba su familia. Ramón Nieto de ‘La Perla del Mar’, relojería que estaba enfrente de la delegación de Hacienda en Albacete, le ofreció trabajo en varias ocasiones, y en la segunda década de los 70, por fin, decidió regresar a España. Más tarde, como en su día había trabajado en la Diputación de Albacete, tuvo la oportunidad de incorporarse como oficial de 1ª, hasta que se jubiló anticipadamente a los 63 años”.

Julián Tévar siguió arreglando relojes hasta 2015, año en el que falleció con 94 años. “No dejo nunca de hacerlo porque le encantaba. Siendo ya muy mayor, un día me encapriché con un reloj de carrillón, y me acompañó a la plaza Mayor a comprar uno. Mi abuelo se empeñó en elegir uno que no funcionase, porque lo que realmente le gustaba era arreglarlo. Efectivamente, lo puso en marcha, y aún sigue funcionando”, concluye su nieto.  

Julián Tévar decidió, un día de verano de 1995, ofrecer sus servicios al Ayuntamiento de Albacete para despertar de su sueño prolongado al reloj que marcaba históricamente la vida de los albaceteños, y a base de tesón y mucho trabajo consiguió que las horas volvieran a sonar en el centro de la ciudad. 

Manuel Pérez Castell, alcalde de Albacete, entregando la placa de reconocimiento a Julián Tévar

Modesto Colorado

Comunicador y cantante de Albacete. Más de 20 años de experiencia en medios de comunicación, especializado en información y reportajes de ámbito cultural.
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