MAR ABIERTO | Analogías

Artículo de opinión de Amelia F Fernández-Pacheco

El 23 de marzo de 1933, hace prácticamente 90 años, se votó la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz) en la Ópera Kroll en Berlín, a propuesta de Hitler, donde los miembros del Reichstag aprobaron por amplia mayoría dicha Ley y cuyo nombre oficial fue «Ley para eliminar la angustia del pueblo y el Reich». A la altura que estamos de la canción, no habría hecho falta entrecomillarla porque todos detectamos al vuelo las espinas en los versos  

Estoy con el PP, con Vox , con C’s y con el presidente Page en que “esto es lo que parece y no se puede pactar con los delincuentes sus penas”. Y voy más allá, no se pueden reformar Leyes Orgánicas y La Constitución a través del Código Penal. No en democracia. No en un Estado de derecho como en el que hasta hoy tenemos. 

La Ley habilitante permitió a Hitler legislar de forma independiente a la Constitución de Weimar, desde el 24 de marzo, fecha en la que entró en vigor, la última palabra la hizo suya; el poder legislativo, de facto, le fue entregado, fue el pistoletazo de salida a una transición sistemática hacia la dictadura totalitaria y hasta mayo del 1949 no pudo establecerse la segunda democracia parlamentaria en Alemania, 4 años después de la II Guerra Mundial. Aquella Ley, trajo otra, la Ley Básica del 49 redactada de tal manera que los primeros 20 artículos son de los llamados “Cláusulas de eternidad”, que son cláusulas de garantía que protegen los derechos fundamentales de los ciudadanos, restringen severamente el poder de los presidentes federales y el canciller, como jefe de gobierno, se encuentra sujeto al control parlamentario. En el año 1951 se fundó el Tribunal Constitucional federal.

Tribunal, que como el nuestro creado en 1980, independiente de todos los demás órganos constitucionales, es la Institución garante de la Constitución o debe serlo y de un Estado de derecho. Sus juicios son indiscutibles.  

En el caso que nos ocupa, la decisión del Tribunal solo acoge las medidas cautelarísimas formuladas por el PP, impidiendo que el día de la lotería de Navidad se vote en el Senado la reforma del Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial. Por el momento nada más y nada menos tampoco, pero insisto nada más y con el voto particular en contra de 5 magistrados. Espero que esto, a la vista de las declaraciones de Podemos y de algunos miembros del gobierno, acabe como el asalto de Stalingrado para la Alemania nazi. Así que, como en un avión en peligro, prepárense para el impacto. Se ha pretendido reformar la Constitución y las Leyes Orgánicas que rigen estos poderes mediante enmiendas al Código Penal. Los delitos de malversación y sedición se han votado y siguen adelante, según este gobierno para adecuarse a otras normativas de la UE: a cuáles. 

Hitler, para aprobar la ley que le confería el poder supremo, necesitaba una mayoría de dos tercios, por ello el partido comunista había sido expulsado del parlamento (con motivo del incendio del Reichstag que la historia ha demostrado que no perpetraron ellos) y varios miembros del partido social demócrata arrestados. Fue el inicio de un totalitarismo que duró 12 años.

Aquel 23 de marzo, el presidente, Otto Wels, del partido social demócrata alemán, pronunció un discurso emocionante y muy valiente en defensa de la Constitución (no precisamente redactada por la izquierda) y de la defensa de las libertades. Fue el último discurso libre en más de una década, porque en julio de ese mismo año solo quedaba el partido nacional socialista, Hitler los había ilegalizado a todos, empezó a rearmar a Alemania incumpliendo el Tratado de Versalles y a arrestar a todo disidente, particularmente a los socialistas, comunistas y judíos.  El 1 de abril, la dirección del NSDAP organizó la primera acción ordenada por el Estado contra el pueblo judío. Empleó el lema «¡Alemanes! ¡defiéndanse! ¡No compren a los judíos!» y así comenzó la privación de derechos, controlada desde el gobierno, articulada desde su centro y valiéndose en primera instancia del boicot a las tiendas, médicos y abogados judíos 

Todo comenzó como ocurren muchas cosas importantes: sin hacer ruido. Con un perfil bajo que permite una proyección constante y distorsionada del objeto, sin crear alarma, con falsas promesas de Hitler declarando que solo haría uso de la Ley habilitante en caos excepcionales y en beneficio de Alemania, eso sí, siempre en beneficio de Alemania, el resto ya lo conocemos.

Igual que en la antigua Roma, los gobiernos autoritarios se preceden de inestabilidad política, de fuertes crisis económicas y de descontento social que genera dependencia de una figura salvadora que toma el poder a la fuerza o con engaños o incluso en las urnas como en Venezuela con banderas blancas que ondean versos sueltos mientras esconden las condenas. Ni me nombren a la paz social, esa que en verdad no existe y que contenida se aborda como si estuviera; en la línea de: actúa como si fuese verdad hasta que lo sea. 

Alemania estaba sumida en una importante crisis económica arrastrada de la Primera Guerra, por el alto coste de las reparaciones, por la inestabilidad política y por la crisis mundial del 29 que incrementó el desempleo, pero en definitiva se supo crear un especial desasosiego en la desesperación humana que fue fácil redirigir y condicionar por la propaganda. De Goebbels es la frase: Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan. Aquel 23 de marzo fue fatídico 

Venezuela también cuenta con varias leyes habilitantes y si no quisieron ilegalizar la oposición fue por mantener una apariencia de democracia parlamentaria que acaba en un quiebro, en un quiero y no puedo. Se legisla a golpe de Decreto, por la vía exprés, muy bien condensada y tipificada en aquel “exprópiese”. Y su presidente, porque existe la oposición comentada, tiene la desvergüenza de declarar que hay democracia parlamentaria. Como si no conociéramos el asalto al poder judicial mediante la irrupción institucional que rebajó la elección de los jueces del TSJ de Venezuela desde los tres quintos a la mayoría simple. Suma y sigue. Dictadura autoritaria es, lo pinte como pueda.

Los totalitarismos y los autoritarismos, independientemente de sus propios matices, siempre se funden con las instituciones del Estado y destruyen la separación de poderes. Siempre. Quédense con el dicho mexicano, si tiene pelo de león, cara de león si tiene dientes y tiene cola, ¡corre!, porque es un león. 

Terminamos el año, y van raros 3, pero antes celebramos la Nochebuena y la Navidad; ¿inquietos?, esperanzados también.   

Feliz Navidad.

Amelia Fernández-Pacheco

El Digital de Albacete

Diario digital líder en Albacete con toda la información de la capital y provincia
Botón volver arriba