La provincia de Albacete cuenta con una variedad de trigo autóctona, originaria de la zona de Chinchilla de Montearagón, es una variedad antigua, original, que dejó de cultivarse de forma generalizada hace ya más de medio siglo y que gracias al Instituto Técnico Agronómico Provincial (ITAP), perteneciente a la Diputación de Albacete, se ha podido conservar en su banco de germoplasma.
En su día, el entonces Director Técnico de esta institución, Prudencio López Fuster, seleccionó varias muestras de algún cultivar que aún quedaba por la zona de Chinchilla y las depositó en este banco para su conservación. A día de hoy se ha conseguido multiplicar su semilla y se está empezando a sembrar de nuevo en su lugar de origen, en concreto en la aldea de El Pozo de La Peña (Chinchilla).
Este trigo forma parte de la historia de Albacete porque así está documentado. A principios del siglo XIX (1816 a 1819), dos botánicos españoles, Mariano Lagasca y Simón de Rojas Clemente realizaron la extensa labor de catalogar todos los cereales que en ese momento se cultivaban en España, existían muchas más variedades cultivadas de las que actualmente se cultivan, multitud de variedades locales con sus nombres vulgares.
Recogieron muestras de todos los rincones de España y realizaron un herbario que hoy en día aún se conserva en el Real Jardín Botánico de Madrid. Bien, pues es en varias de esas láminas del herbario donde nos encontramos con el “Trigo Claro de Albacete” (destacado en verde en las imágenes adjuntas), lo describían como un trigo “fanfarrón” por su gran espiga con largas aristas, mayor porte y rendimiento en fanegas y en pan en comparación con otros trigos.
Estuvo en la Exposición Universal de Barcelona de 1888, en el Pabellón de España, en esa época todas las provincias mandaban sus productos más representativos para darle contenido a este pabellón, así lo refleja el catálogo oficial de este evento, en su sección de España, donde Fernando Núñez Robles vecino de Chinchilla, aporta para esta exposición varios frascos con “trigo fino, claro”, de ahí viene que ya en el siglo XX se le diera el nombre de “Clarofino”.
Hoy en día, en el mundo del pan y sobre todo en el pan de calidad está muy en boga hablar de harinas obtenidas a partir de trigos antiguos, autóctonos, originales, sirva de ejemplo la Espelta, el Kamut o Khorasan, el Callobre (gallego), Negrillo, etc., pues en Albacete tenemos uno conservado y que se está empezando a cultivar de nuevo, el Clarofino, con mucha historia como vemos, catalogado y documentado por estos destacados botánicos del siglo XIX.
Ahora viene la otra parte, ponerlo en valor e incluirlo en nuestra gastronomía, en nuestras recetas, en nuestras industrias agroalimentarias para elaborar productos de panadería y repostería de calidad y por qué no, llegado el momento, crear una Indicación Geográfica Protegida (IGP) como se ha hecho en Galicia con el “Pan Galego” a partir de sus trigos autóctonos “Callobre” y “Caaveiro”, lo que se ha traducido en doblar sus producciones y que sean conocidos por un gran número de personas.