Bonifacio Sotos Ochando, el albaceteño que apostó por crear una lengua universal

Entre sus numerosos y fructíferos trabajos destacan sus estudios y proyectos para la creación de una Lengua Universal

La creación de una lengua universal fue uno de los objetivos vitales de Bonifacio Sotos Ochando. Este gran lingüista y sacerdote nació en Casas Ibáñez (Albacete) en 1785 y entre sus numerosos y fructíferos trabajos destacan sus estudios y proyectos para la creación de una Lengua Universal.

Tras realizar los estudios elementales en su pueblo natal, “a los 12 años fue enviado por sus padre al Seminario de San Fulgencio en Murcia para cursar carrera eclesiástica”, recoge Francisco Fuster Ruiz en su obra ‘Bonifacio Sotos Ochando, Creador de una Lengua Universal’. Tras graduarse a los 20 años Bachiller y Doctor en Teología némine discrepante, fue nombrado sustituto en Humanidades, Filosofía, Teología y Escritura Sagrada en este Seminario. Posteriormente pasó a ser catedrático en propiedad, desarrollando durante cerca de 15 años la Cátedra de Escritura Sagrada, y “teniendo a su cargo, durante varias veces y largo espacio, la regencia de estudios”, destaca Fuster Ruiz.

Bonifacio Sotos Ochando ganó el Premio Literario de la Sociedad Económica de Murcia por su ‘Memoria de la Mendicidad’, siendo especialmente importante en el desarrollo de los trabajos del lingüista albaceteño en algo 1820. En este año Sotos Ochando fue elegido por la Diputación provincial de Murcia vocal de la Junta Suprema de Murcia que había de regir la provincia hasta la reunión de las Cortes. Al mismo tiempo fue nombrado Rector del Seminario Conciliar de San Fulgencio.

El albaceteño Bonifacio Sotos Ochando / Imagen: Instituto de Estudios Albacetenses
El albaceteño Bonifacio Sotos Ochando / Imagen: Instituto de Estudios Albacetenses

El albaceteño emigró a Francia donde desarrolló un importante trabajo lingüístico 

El distinguido albaceteño figuraba en el “grupo político de los liberales templados”, recuerda en su obra Fuster Ruiz, y remarcaba que “fue elegido a las Cortes por la ciudad de Murcia”. Esta relación con la política supuso que al ser abolido en 1823 el Régimen Constitucional, y ante la persecución que sufrieron quienes respaldaban los ideales liberales, Sotos Ochando se viese obligado a emigrar a Francia para evitar su ingreso en prisión, e incluso su muerte.

En este punto, el albaceteño comenzaba una nueva etapa de su vida lejos de su país y sin recursos para mantenerse, motivo por el que se dedicó de pleno a la enseñanza y a la literatura científica. Cabe destacar el creciente interés que había en la sociedad francesa por España, su lengua y sus tradiciones tras la Guerra de la Independencia.

De este modo, el albaceteño supo aprovechar esta curiosidad de los franceses hacia España, y para ello lo más elemental era comprender nuestra lengua, por lo que creó un método práctico para la enseñanza de la lengua española para uso de los franceses, y posteriormente lo haría a la inversa para enseñar francés a los españoles. “Su primera obra didáctica en este sentido fue un verdadero éxito”, especificaba Fuster Ruiz.

Recibió importantes distinciones en Francia y este albaceteño llegó a ser profesor de los hijos del Rey francés

En concreto, esta obra destinada a la enseñanza del castellano vio la luz en 1824 y le sucedieron varias ediciones posteriores. Sobre estas ediciones, Francisco Fuster Ruiz especificaba que “son variaciones perfeccionadas del método primitivo editado en 1824 añadiendo nuevas materias necesarias para aprender la lengua española correctamente y para estudiar la literatura española.

Muestra de la importancia y de la relevancia del trabajo de este albaceteño el Gobierno francés lo nombró catedrático de la Legua Española en el Colegio Real de Nantes. Pero esta vida académica y docente iba pareja a su conducta sacerdotal, y es que tal y como expone Fuster Ruiz “el arzobispo de París, en señal de estimación le dio licencia para toda clase de dispensas y reservas en la administración del Sacramento de la Penitencia, sin más restricciones que aquellas que traspasaban el límite de sus facultades episcopales”.

Tras el fallecimiento de Fernando VII en 1833 el albaceteño tenía la intención de regresar a España, pero se quedó en tierras francesas tras recibir un importante encargo. En concreto, Bonifacio Sotos Ochando fue nombrado profesor de lengua castellana de los hijos del Rey de Francia, Luis Felipe. Un cargo que ejerció durante casi una década “teniendo entre sus discípulos en la Corte francesa a la princesa María Cristina, el príncipe Joinville, el duque de Nemours y la princesa Clementina”, remarcaba Fuster Ruiz.

El albaceteño Bonifacio Sotos Ochando / Imagen: Instituto de Estudios Albacetenses
El albaceteño Bonifacio Sotos Ochando / Imagen: Instituto de Estudios Albacetenses

A su regreso a España se embarcó en un proyecto que le iba a dar fama universal

Finalmente regresó a España en 1841 donde también fue distinguido en diferentes ámbitos. En concreto fue nombrado Examinador Sinodal por el arzobispo de Toledo, y aceptó el cargo de fundar el Instituto de su provincia de Albacete, entre otras distinciones. Además, continuó publicando libros tanto en Francia como en España para la enseñanza de ambas lenguas.

Pero la etapa más brillante de su vida intelectual llegaba en sus últimos años de vida. En concreto, a sus 70 años Bonifacio Sotos Ochando se embarcó en un proyecto que le iba a dar fama universal, ya que decidió dar vida a un idioma universal. De este modo, recogía Fuster Ruz que el albaceteño “sorprendía a su círculo de amigos presentándoles su proyecto magistral de Lengua Universal, tanto escrita como hablada”, una labor a la que dedicó el resto de su vida.

El albaceteño trabajó para crear una Lengua Universal

Las primeras ediciones del ‘Proyecto de una Lengua Universal y Filosófica’ fueron publicadas en 1850. En concreto, de esta obra de Bonifacio sotos Ocando únicamente se conserva un ejemplar en Albacete. Posteriormente en 1853, las bases del proyecto lingüístico del albaceteño fueron respaldadas por un nutrido grupo de intelectuales.

De este modo también salieron a la luz un ‘Cuadro sinóptico’ y un ‘Diccionario de la Lengua Universal’, con el objetivo de dar a conocer el significado de las palabras por el orden alfabético de sus letras, tal y como planteaba el proyecto lingüístico desarrollado por Bonifacio Sotos Ochando. “Animado por muchas personalidades literarias y políticas en 1855 remitía a las Cortes Constituyentes una Exposición con cuatro ejemplares de su ‘Proyecto y Ensayo’, y 300 volúmenes del Resumen de la misma obra”, desarrollaba Fuster Ruiz.

Tras recibir estos documentos las Cortes nombraron una Comisión integrada por políticos de la talle de Antonio de los Ríos Rosas, José Moreno Nieto y Antonio Cánovas del Castillo, entre otros. El dictamen emitido por esta Comisión recogía que la de Bonifacio Sotos Ochando “es una obra digna de la atención del Gobierno y del aprecio de la Nación”, del mismo modo se aprobó otorgar al autor “un proyecto de ayuda de 40.000 reales para proseguir sus trabajos”.

Un apoyo que también recibía el proyecto de Lengua Universal de Sotos Ochando en Francia y que fue respaldado por la Sociedad Lingüística en Paris en 1854. Tras los elogios cosechados en el país vecino regresó a España donde prosiguió dando vida a su fecunda obra.

Nacimiento de la Sociedad de la Lengua Universal

Además, en 1860 se formó la Sociedad de la Lengua Universal “compuesta de personas de reputación científica y de alta posición social para que secundasen sus esfuerzos no solo en España, sino también fuera de ella”, especificaba Fuster Ruiz en su obra sobre este albaceteño. En concreto esta sociedad estaba bajo la protección de Isabel II y presidida por Francisco Martínez de la Rosa.

Entre 1861 y 1863 se publicaron más de una decena de ediciones del Boletín de la Sociedad de la Lengua Universal, contando también con una versión francesa para su distribución fuera de nuestro país. Poco después de que naciera esta sociedad lingüística Sotos Ochando sufrió una importante enfermedad que lo dejaba postrado y fallecía en la localidad de Munera en noviembre de 1869.

Marta Lopez

Periodista natural de Albacete. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Murcia con más de 6 años de experiencia en medios de comunicación.
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