MAR ABIERTO | Origen

Artículo de opinión de Amelia F Fernández-Pacheco

Según el Banco Mundial, son aproximadamente 475 millones de indígenas los que sobreviven a lo largo y ancho del planeta, repartidos en más de 90 países, el 6% de la población mundial y alrededor del 15% de las personas que viven en pobreza extrema. Son objeto de protección mediante el reconocimiento de sus derechos a través de herramientas y organismos internaciones (UNDRIP, UNPFII, EMRIP, UNSR, etc.) con el objeto no solo de preservar los conocimientos tradicionales de estos pueblos sino de mejorar su seguridad en la tenencia de las tierras, generalmente bajo propiedad comunal y en muchos casos bajo conflicto de intereses sobre la propiedad legal con respecto a sus Gobiernos, sino de contribuir a la protección de las fronteras y de sus recursos naturales, promover las inversiones públicas y apoyar sus medios de subsistencia porque son medidas esenciales para disminuir la pobreza y contribuir a los ODS. Gobiernos y organismos, tratan de fomentar su visibilidad confiriéndoles voz para que refleje sus aspiraciones y exponga sus necesidades y sus culturas como un bien objeto de amparo y de preservación. Estas comunidades ven amenazada su supervivencia cultural y sus sistemas de conocimiento vital que contribuyen a la salud ambiental de todo el planeta. Son también observadores de los fondos de inversión del clima (CIF). 

Es un proceso que viene gestándose durante décadas, hasta el límite que existe una red de puntos de contacto con el Banco Mundial a nivel regional y global, arropados por un sinfín de ONG, instituciones y organismos para apoyar proyectos que mejoren las oportunidades de estos pueblos o comunidades y que respeten sus derechos colectivos, sus propiedades y sus fronteras, evitando así que se sientan señaladas o coaccionadas y que además puedan verse afectadas sus identidades culturales y formas de vida únicas. 

La protección de estas comunidades y pueblos, para ciudadanos y Gobiernos del primer mundo no es objeto de controversia, ¿qué puedan mejorarse los modelos de gestión?: eso ya es otro cantar y otra gesta como la del Cid . Me quedo, según el método kayzen, con que todo es susceptible siempre de mejorar. 

Y de empeorar, sin vueltas queda dicho.

El valor de la producción agrícola en España superó, en 2020, los 52.000 millones de euros y la producción animal, los 20.000. La superficie agrícola utilizada, conforme el INE, es de casi 25 millones de hectáreas, por detrás de Francia (27,5M) y por delante de Alemania (16,9M) y del Reino Unido (16,1M). Con respecto a la ganadería, el sector porcino representa el 15% del total de la UE, somos el segundo productor después de Alemania, contamos con más de 23M de cabezas de porcino y más de 18M de ovino. Y sin querer marear con datos y especies, para los que necesitaríamos un informe completo sectorial e industrial, conviene recordar que con respecto a la producción Eco, España es el primero de la UE y creo que 4º del mundo. En Denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas Protegidas somos líderes en la UE junto a Francia e Italia, así que para el campo, más que respeto: Atención y cuidados.

El campo es base para la industria, motor e impulsor de un universo de actividades, de toda índole, sí, de toda, y sí,  soporta un universo, ¿ no pensamos global? Pues eso. Y, por supuesto, causa del bienestar social porque de los empleos que genera ya ni hablamos y aunque toda Europa está con la espada levantada, no me vale, no, que en otras casas cuezan habas, porque en la mía, es a calderadas. 

Hablando de tierra adentro, no me olvido tampoco de nuestros mares ni de nuestros toros, ni de nuestras costumbres ni de nuestras artesanías o de nuestra caza y todo eso que quiero para los indígenas, para nosotros lo quiero primero. Vale para unos seres humanos y vale para todos, sin dicotomías en los conceptos porque al final con tanto giro de guion me siento como en un laberinto y esto quiero que acabe llegando Ariadna con un ovillo de hilo.

España es diferente, no un país aparte ni un eslogan caduco. Diferente y preciosa.

Amelia F Fernández-Pacheco

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