MAR ABIERTO | Correcaminos bip bip

Artículo de opinión de Amelia F. Fernández-Pacheco

No sé si estamos echando un pulso al tiempo, me lo parece. “Que es una dulce mentira cuanto en esta vida pasa”, no es algo que afirme yo, lo escribió Calderón de la Barca en su vida es sueño. Y los sueños, sueños son.

Las cosas no siempre suceden una detrás de otra, pero en este caso sí, ahora que todos se han marchado de Glasgow, se nos anuncia un “nuevo sistema de economía que se basa en la virtud por encima del beneficio”. Aún no han dado muchos más datos pero quizá lo enlacen con la teoría del valor de Adam Smith y con la virtud aristotélica extensamente tratada en Acerca del alma y la Ética a Nicómaco, por citar una vez más la filosofía, (esa asignatura que va a desaparecer y que principalmente sirve para enseñar a pensar, los diferentes tipos y corrientes de pensamiento, cómo alcanzarlos y sobre todo a cuestionar,  y es que  ay ay ayay canta y no llores, qué cosa pericolosa es esa de poner en duda las demás cosas) o tal vez lo dejen todo en una versión moderna de Hansel y Gretel donde el ODS 17 marca el paso de la victoria en la lucha de los niños contra el mal. Tal vez, todo puede suceder, lo que querría es que nos adelantaran un poco qué es eso de los nuevos valores financieros de Wall Street: empresas de activos naturales (NAC). Hablan de financiar la naturaleza a la que se ha otorgado un valor global que ronda los 4.000 trillones de dólares, ya nos enteraremos en base a qué. 

La Bolsa de valores de NY en alianza con la Fundación Rockefeller y el Grupo de Intercambio Intrínseco (IEG), creado a su vez por la propia Fundación Rockefeller y por el BID de América Latina, afiliado al Banco Mundial, nada que ver con el azar, declara en su Web, IEG, haber creado “una nueva clase de activos basada en la naturaleza y en los beneficios que ésta proporciona, denominados servicios de los ecosistemas y que incluyen, entre otras,  acciones como la captura del carbono, la fertilidad del suelo y la purificación del agua”.

En resumen, esta nueva clase de activos, a priori creará un círculo virtuoso de inversión en la naturaleza que ayudará a financiar el desarrollo sostenible de comunidades, empresas y países, pero me plantea algunas dudas: por quién serán constituidas estas NAC y si cotizan en bolsa como nuevos valores que son, sus participaciones podrán ser adquiridas por cualquiera que pueda pagarlas, corporaciones industriales, grandes fondos y un largo etc. en el que también se incluyen otros Gobiernos. Y entonces, quién será el dueño no ya del Perito moreno, las pirámides de Egipto o la selva del amazonas, quién tendrá el control de las Tablas de Daimiel o de los Calares del Mundo, por ejemplo. No hace falta ponerlo, lo sé, pero este punto a la I, se lo pongo: todo el mundo en el planeta sabe que los dueños de una empresa son sus accionistas. Punto. Otra cosa, claro, es lo que hacen algunos niños cuando se esconden: se tapan los ojos a sí mismos. 

Nosotros, somos uno de los países con mayor biodiversidad de todo el continente y uno de los primeros que se ha ocupado de proteger su naturaleza. Catalogado, creo que contamos con 15 parques nacionales, 195 parques naturales y 49 Reservas de la Biosfera. Y aquí, al alcance del mejor postor, es ya cuando el círculo, a mi parecer,  podría dejar de ser tan virtuoso para postularse como candidato a la cueva de Ali Baba. No me tranquiliza, ni un poquito, saber que no puedan arrancar La Selva de Irati, las Médulas, los Picos de Europa o las Catedrales del Mar. 

Quién sabe qué pase con estos activos que pretenden poner en venta el mundo natural y todos los procesos que sustentan la vida, mediante también nuevas empresas que ostenten derechos sobre los ecosistemas y los servicios ecosistémicos producidos en un determinado trozo de la tierra. La idea de mercantilizar los activos naturales incluye, obviamente, mercantilizar los derechos sobre los servicios ecosistémicos y los beneficios que las personas reciben de la naturaleza y todo esto ha cautivado a grandes inversores, cómo no y cómo sí, si tal vez la clave no es identificar el activo natural sino establecer su valor y gestionar, además de la inyección de capital, los beneficios.

Mientras hablamos de la bola del mundo, el BCE sigue emitiendo papelitos sin parar y que ese sea el mejor trampolín para la inflación, no es que no importe, claro que sí, pero todos estamos tan ocupados en el día a día que vamos al tran tran sin tiempo para más. ¿En bucle cuánto tiempo vamos a estar?

Y volviendo a este nuevo orden, impulsado por las virtudes y no por la capacidad de convertir la naturaleza en activos, quiero mayor cabida, mayor implicación, para sacar a la gente de la pobreza. No quiero un sine die de acciones paliativas, entregando bocadillos y mantas y escribiendo palabras en el viento como se hiciera en el libro de Platero. Quiero todavía más. 

Mantas que no sirven para quitar el frío del alma ni de guarida al corazón

Amelia F. Fernández-Pacheco

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